A Pablo Iglesias le queda grande el cinturón rojo

Tomás García Morán
Tomas G. Morán CUADERNO ELECTORAL

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Alejandro García | EFE

17 dic 2017 . Actualizado a las 09:50 h.

La Gran Barcelona es un conglomerado urbano de tres millones de habitantes encajonado entre el Mediterráneo, la sierra de la Collserola y los ríos Llobregat y Besòs. En ese espacio geográfico, sobre todo en los márgenes noreste y sudoeste, es decir, en el extrarradio construido para albergar a emigrantes llegados de toda España, se juega el jueves el futuro de Cataluña y de todo el país. Y por eso en ese territorio, histórico cinturón rojo del PSC, están echando el resto los partidos, sobre todo los del espectro no independentista.

Arrimadas arrasó el viernes en Santa Coloma, uno de los dos municipios del cinturón industrial que se le resistieron en el 2015 (el otro fue Cornellá). Santa Coloma, uno de los principales centros de la emigración gallega, no es un lugar cualquiera. En las municipales ganó con mayoría absoluta la socialista Nuria Parlón, mientras que ERC y CiU se quedaron sin concejales. Batacazo indepe en la ciudad natal de Rufián. En las autonómicas, el PSC resistió el envite de Ciudadanos, probablemente por el gancho de Parlón, de quien se dice que inventó Podemos antes de que existiera.

A pocos metros, cruzando el Besós, ya en el distrito barcelonés de Nou Barris, pinchó ayer Pablo Iglesias. Hace ahora tres años, el 21 de diciembre del 2014, se presentó en sociedad en Cataluña con un mitin en el pabellón del Vall de Hebrón. Era cuando Iglesias arremetía contra la oligarquía catalana del 3 % y los recortes sanitarios, y aún no había externalizado su política autonómica en franquicias nacionalistas. Solo pudieron entrar quienes guardaron cola desde antes del amanecer. Con los que quedaron fuera se habrían llenado varios pabellones más. Ayer en Nou Barris le sobró media plaza. Tiene mucho mérito haberse hecho un hueco en el imaginario colectivo. Y mucho más delito aún malgastarlo. El interrogante es qué habría ocurrido ayer si el cartel fuera Errejón-Bescansa.

En la franja sur del cinturón rojo, en Hospitalet, debutó el viernes Josep Borrell, recién llegado de apoyar en Chile al socialista Alejandro Guillier. Si Iceta, como dice Felipe, es como Messi pero sin goles, Borrell es el delantero veterano que sale en la segunda parte y mete dos chicharros. A saber: «Antes de coser las heridas hay que desinfectar», en clara referencia a la propuesta de los indultos. Y «si yo viera todos los días TV3, también sería independentista».

En el frente indepe, la ANC anunció que solo reconocerá como presidente legítimo a Puigdemont. Es decir, que quiere más a papá (Jordi Sànchez, su actual presidente, encarcelado en Soto del Real, y que va en las listas del JxCat) que a mamá (Carme Forcadell, su fundadora, en ERC). La división del voto indepe era la gran pesadilla de Junqueras, que esperaba ganar con Marta Rovira sin bajarse del autobús. Hoy en el debate de La Sexta también mandarán a Mundó, para que Rovira no se la vuelva a pegar.