De Guindos exhibe su gestión de la crisis como pasaje a la vicepresidencia del BCE

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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Horst Wagner | EFE

A los eurodiputados no les convence su candidatura: quieren una mujer y le afean la falta de experiencia y de independencia

15 feb 2018 . Actualizado a las 07:31 h.

Confiado y resuelto. Así llegó ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, al Parlamento Europeo. A pesar de tener todo en contra para sacar adelante su candidatura a la vicepresidencia del Banco Central Europeo (BCE), se mostró convencido de que España recuperará la silla a la derecha de Mario Draghi que perdió en el 2012, cuando los cimientos del país crujían por las sacudidas de la crisis.

El español se plantó en Bruselas con la seguridad de que la Eurocámara no puede frenar su inminente aterrizaje en Fráncfort, ya que su opinión no es vinculante. La partida se juega tras las cortinas del Eurogrupo. Y ahí es donde De Guindos aventaja a su contrincante, el gobernador del Banco de Irlanda, Philip Lane: «Los apoyos... Se cuenta con ellos, pero no se cuentan», deslizó ayer antes de comparecer ante los eurodiputados.

Lo hizo a puerta cerrada, después de que Lane pasase revista a su dilatada carrera bancaria. El tecnócrata irlandés encaja mejor en el perfil que demanda el BCE, una persona con experiencia en política monetaria y sin lazos actuales con las altas esferas políticas. Y de criterios objetivos tiró el irlandés para convencer a la Eurocámara. De Guindos jugó sus cartas en otro terreno: el de la experiencia gestionando crisis. «Hemos tenido que tomar medidas muy difíciles, centradas en el sector bancario. Desde incremento de provisiones al rescate y mejora de los resultados. Mostraré cómo esto ha ayudado a la política monetaria (...) Hemos hecho un saneamiento sin precedentes», declaró. A pesar de sus credenciales, la Eurocámara no ve con buenos ojos que un ministro aterrice directamente en la vicepresidencia de un organismo que debe guardar muy bien las distancias con los Gobiernos nacionales y los estamentos políticos: «Defenderé la independencia de los bancos centrales y la ejecución e implementación de la política monetaria en el marco de la política fiscal y las reformas económicas», sostuvo para tratar de alejar las sospechas.

Para la Eurocámara, cualquier mérito de los candidatos se ve ensombrecido por una realidad incontestable: el Eurogrupo sigue negándose a cumplir sus exigencias sobre igualdad de género. Los eurodiputados insisten en que quieren una candidata para el cargo, y así se lo harán saber por carta a los ministros del euro, independientemente del resultado de las audiencias de ayer.

La delegación española, dividida

Es un reproche similar al que lanzaron los socialistas españoles al Gobierno de Rajoy: ni consenso ni paridad. Dos razones por las que se resisten a apoyar a De Guindos, al contrario que otros socios europeos, como portugueses, malteses y eslovacos. «No se puede presentar una candidatura sin el apoyo del partido de la oposición, sin consultarlo ni estudiar otro perfil profesional», sostuvo el eurodiputado socialista Jonás Fernández, quien puso el dedo en la llaga al reclamar más candidaturas femeninas, escasas en los cajones del Eurogrupo: «En el 2012 el Parlamento Europeo votó en contra de un candidato varón a ocupar el puesto vacante en el BCE, y años después el Eurogrupo comete el mismo error (...) Nuestra línea roja es que no puede llegar a esta cámara una lista con solo varones», lamentó.

Para De Guindos, el hecho de no ser mujer no debería ser un problema. Ayer dejó claro que la paridad no es una prioridad, sino su asiento en el BCE, dejando para próximas vacantes el debate de la igualdad, que contrarrestó repasando la nómina de mujeres en altos cargos de su ministerio.

Está por ver si los argumentos de la infrarrepresentación de España en las instituciones europeas y el ánimo de ahorrarle una segunda humillación a De Guindos tras su frustrado asalto a la presidencia del Eurogrupo en el 2015 surten su efecto.

Una larga travesía hasta llegar a Fráncfort

Ayer empezó para De Guindos la larga travesía que, si nada se complica, lo llevará desde su despacho ministerial en el madrileño Paseo de la Castellana hasta la sede del BCE en Fráncfort, donde el portugués Vítor Constancio deja libre la silla de vicepresidente el 1 de junio. Los coordinadores de grupos en la Comisión de Economía de la Eurocámara redactarán ahora una opinión formada sobre los candidatos. Pero serán los ministros de los países del euro, y no los eurodiputados, quienes elegirán el próximo lunes entre Lane y De Guindos.

El señalado deberá comparecer de nuevo, una semana después, en el Parlamento Europeo, que tras esa segunda audiencia volverá a emitir una opinión sobre el futuro vicepresidente del BCE y votará, a principios de marzo, su idoneidad para el cargo. Pero no servirá de mucho. La institución no tienen capacidad de veto y su veredicto no es vinculante. Sí lo será el de los líderes europeos. El 23 de marzo se reunirán en una cumbre en Bruselas. En esa cita se firmará el relevo oficial en el segundo cargo más codiciado del supervisor europeo.

El ministro español solo necesita una mayoría cualificada en la mesa del Consejo (14 países que representen al 65 % de la población) para acceder al cargo. ¿Esperará De Guindos hasta entonces sin dejar el Gobierno? Él ha dicho que sí, aunque el PSOE ha pedido con insistencia su renuncia, no solo como gesto simbólico de independencia, sino también por considerar que no se puede postular a un cargo manteniendo la cartera como un plan B.

¿Qué le espera a De Guindos en Fráncfort? Un sueldo (334.000 euros) cinco veces mayor que el que cobra ahora (73.650).