¿África se parte en dos? No, por ahora

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

SIMON MAINA | AFP

La aparición de enormes grietas en Kenia parece estar más vinculada a las lluvias y la erosión que a la ruptura de placas tectónicas, aunque la separación ya se ha iniciado

23 abr 2018 . Actualizado a las 07:40 h.

No se engañe. Usted no pisa tierra firme. Por debajo de sus pies el subsuelo se mueve en un continuo deslizamiento de las placas tectónicas. Es la señal de que el planeta está vivo. En este puzle geológico las piezas se fragmentan y se unen constantemente, aunque en un proceso tan lento, de millones de años, que nadie lo verá con sus ojos. Es lo que está ocurriendo en África, que acabará separándose en dos a lo largo de los próximos diez millones de años, como mínimo, para formar un mar en el medio. Y se sabe también por donde va a ocurrir: a lo largo del gran valle del Rift, que en realidad no es más que una depresión en el terreno que transcurre a lo largo de 5.000 kilómetros desde Afar hasta el lago Nyasa, causada por el adelgazamiento de la litosfera, la capa superficial y rígida del interior de la Tierra. Es una enorme falla, pero inactiva. Es lo que conocen desde hace mucho los geólogos, un fenómeno natural que ha cobrado actualidad por la aparición de varias fracturas de 15 metros de profundidad y 20 de ancho al oeste de Nairobi, en Kenia.

«Son el resultado de la presencia de canales subterráneos que siguen una línea de falla provocada por el movimiento de las placas tectónicas», aseguró en un primer momento el geólogo keniano David Adede, que ligó lo ocurrido con el proceso geológico. Pero sobre esta apreciación dista mucho de existir un consenso. África se rompe, sí, pero no por ahora. Las hendiduras podrían haber sido causadas por las lluvias torrenciales y no por la partición de los bloques nubio, en el oeste, y somalí, en el ese. Es lo que sostiene el catedrático de Geodinámica Interna de la Universidad de Salamanca Gabriel Gutiérrez Alonso. «El tema -asegura- ha sido tratado de manera bastante alarmista. La grieta que se muestra no tiene un origen directamente relacionado con la rotura de la placa africana. En la actualidad aún no se considera un límite entre placas, ya que aún no se ha producido la separación completa de los dos bloques de la litosfera continental». A su juicio, las fisuras en el terreno se deben a «la existencia de un período de lluvias torrenciales que han erosionado el suelo y han producido una cárcava que probablemente siga la traza de alguna falla que se encuentra en profundidad, pero que no se ha movido». Ni se ha observado un desplazamiento, ni se ha «detectado una actividad sísmica en la zona relacionada con la génesis de esta grieta», concluye.

«Es un error»

En su apreciación coincide Lucía Pérez Díaz, del grupo de Investigación de Fallas Dinámicas del Colegio Royal Holloway de la Universidad de Londres, que ha estudiado el proceso. «Ha habido -advierte- muchos artículos que relacionan esta fractura en particular con la rotura de África, lo cual es erróneo». Sospecha que su origen es erosional y que puede estar relacionado «con las recientes lluvias», lo que no significa que «sea independiente del rift. Podría resultar de la erosión de sedimentos que se han depositado a lo largo de una zona de falla ahora inactiva».

Una tesis similar mantiene Ricardo Arenas, catedrático de Geología de la Universidad Complutense e investigador del Instituto de Geociencias. «La apertura de África se inició hace 30 millones de años, pero en este momento aún no podemos hablar de dos placas, la nubia y la somalí. Por ahora solo existe una, la africana», dice. Comprende que las grietas aparecidas en Kenia «llamen la atención», aunque no están asociadas a una actividad sísmica. «Si es algo -mantiene- sería una fallita, algo insignificante, como una hormiga en el Amazonas. Si fuera la manifestación de un proceso tectónico sería algo mucho más importante».

Quien no está de acuerdo es el catedrático emérito de Geodinámica Externa de la Universidade da Coruña Juan Ramón Vidal Romaní, que sí ve una relación entre las grietas y el proceso tectónico. «Que no haya sismicidad ni vulcanismo -expone- es porque estamos aún en una fase incipiente. Hay que dar tiempo al tiempo». Y asegura que, «por lo que se ve, no es una fractura por las lluvias o una erosión por el agua». El debate sigue abierto. Pero de lo que no hay duda es de que África acabará partiéndose en dos, cuando se complete la rotura de la litosfera continental y aparezca un pequeño mar similar a lo que en la actualidad es el Mar Rojo. Pero nosotros no lo veremos. Ocurrirá dentro de diez o treinta millones de años.

Cabo Ortegal, el testigo de la rotura de Pangea

La futura partición de África, un proceso iniciado hace 30 millones de años con el adelgazamiento de la litosfera que ha dado lugar a los rifts, no es, ni mucho menos, algo excepcional. Es lo normal, la simple manifestación de un planeta afortunadamente vivo, aunque resulte paradójico asegurarlo así. «Pangea, el supercontinente, se rompió por un sistema de rifts muy parecido al africano, aunque con una fractura gigantesca, muchísimo más grande», explica el catedrático de Geología Ricardo Arenas Martín. Una prueba de lo sucedido hace unos 200 millones de años es la costa de Cabo Ortegal, un auténtico tesoro geológico. «Es uno de estos bordes de fractura que a medida que se fueron separando produjo la formación del Océano Atlántico en el medio», apunta el catedrático emérito Juan Carlos Vidal Romaní. Galicia es una parte de un puzle ahora fragmentado. La otra pieza, para que encaje, habría que ir a buscarla a Terranova.

Rotura múltiple

«Pangea -señala Arenas- se rompió por un montón de sitios, y en algunos de ellos el proceso fue mucho más activo que en otros, como ocurrió en la costa cantábrica y portuguesa».

En un contexto más amplio, Gabriel Gutiérrez Alonso explica lo ocurrido en el pasado. «La geometría de la costa de Galicia -señala-, tanto la cantábrica como la atlántica, responden a los procesos que dieron lugar a la apertura del Golfo de Vizcaya y del Océano Atlántico a partir de grandes fracturas originadas de manera similar a lo que ahora es el rift de África oriental».

Lo que está ocurriendo en el continente africano lo describe de forma gráfica la también geóloga Lucía Pérez. «Por hacer una analogía, es como si abriésemos África con una cremallera que comienza en el noreste y baja hacia el suroeste en diagonal».