Una «Meghanboda» de cuento

Sandra Faginas Souto
SANDRA FAGINAS REDACCIÓN / LA VOZ

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El príncipe Harry y Meghan Markle se dieron el sí quiero en una ceremonia marcada por el estilo y el origen de la novia, que aportó frescura a la solemnidad británica

20 may 2018 . Actualizado a las 10:02 h.

Con puntualidad inglesa y bajo un espléndido cielo azul, el príncipe Harry, sexto en la sucesión al trono británico, y su prometida, la exactriz americana Meghan Markle, se dieron ayer el sí quiero en la capilla de St. George en el emblemático castillo de Windsor. Un escenario que ya acogió 16 bodas de la realeza británica, entre ellas la del príncipe Carlos, padre del novio, y Camilla hace trece años.

En ese marco incomparable y con el cariño de las miles de personas que se acercaron a vitorearlos -el enlace fue seguido por millones de espectadores-, Harry y Meghan sellaron una historia de amor que se inició en julio del 2016 y que ayer culminaron ante la presencia de 2.640 invitados (muchos miembros de organizaciones de beneficencia, escolares y personal de la Casa Real). Entre ellos no faltó, por supuesto, la familia real británica, incluida la reina Isabel, de 92 años, y su marido, el príncipe de Edimburgo, que pronto cumplirá los 97.

Fieles al boato y a la solemnidad que los caracteriza, nada hacía prever que la ceremonia se saliese mucho del guion royal, aunque las circunstancias familiares de Meghan -la mala relación con su padre que, además, sufrió un infarto esta semana- provocaron en los últimos días algunos cambios. Como la novedad de que la novia -que hizo el recorrido con su madre en el coche- entró sola en la capilla con el cortejo de pajes, entre los que estaban los hijos de Guillermo y Kate, George y Charlotte.

El predicador afroamericano Michael Curry se convirtió en una de las estrellas No hubo padrino al uso, aunque el príncipe Carlos fue el encargado de acompañar a la novia en el último tramo hasta el altar. Allí la esperaba el príncipe Harry, de 33 años, junto a su hermano Guillermo, ambos ataviados con uniforme militar, quien hizo de best man, devolviéndole el gesto a su hermano, dado que Harry también lo hizo en el enlace de Guillermo y Kate, en la que sí fue una boda más real. La de ayer, sin embargo, estuvo marcada por la ausencia de miembros de las familias reales europeas, un brexit que también afectó a la española, además de por el estilo y el origen de la novia.

Lejos de la imagen apocada y virginal de Lady Di el día de su boda, Meghan, de 36 años, actriz, feminista, divorciada y descendiente de afroamericanos, aportó naturalidad a la convención británica. Vestida por una mujer, la diseñadora Clare Weight Keller, de la firma Givenchy, eligió un traje blanco sencillísimo que -todo hay que decirlo- le quedaba algo flojo, pero que en absoluto le restó belleza. Todo lo contrario, la novia deslumbró, fiel a su imagen impecable, en la que sí puede calificarse como una Meghanboda por todos los detalles que le hacían referencia.

Un coro góspel de raza negra

Un coro góspel, integrado solo por personas de raza negra, emocionó con la canción Stand By Me a todos los asistentes, así como la intervención del predicador afroamericano Michael Curry (escogido también por Meghan), que en algún momento pareció desestabilizar por su apasionamiento a la propia reina Isabel y al que escuchó incólume el deán de Windsor, que celebró la ceremonia. Curry, defensor de los derechos civiles, se convirtió por su vehemencia gestual en una de las estrellas del enlace, y recordó cómo los esclavos estadounidenses sentían el amor para curar las heridas, en una clara referencia a la madre de la novia, Doria Ragland, descendiente de esclavos. Visiblemente emocionada, fue la única que asomó lágrimas a los ojos, en una boda contenida, excepto por las miradas cómplices de los novios (a él se le escapó un «estás deslumbrante»), y en la que solo se oyeron risas cuando el príncipe Harry se precipitó a decir «I will» (el ‘sí quiero’). No hubo ninguna reverencia a la reina (a quien ya habían pedido permiso) y tampoco Carlos de Inglaterra hizo ninguna intervención más; solo las palabras de Jane, la hermana de Lady Di, pusieron un nudo en la garganta a Harry y a Guillermo, en un día tan señalado.

La novia hizo la entrada sola, pero en el último tramo el príncipe Carlos la acompañó al altar A las 12.39, y después de que el arzobispo de Canterbury les diera su bendición, Harry y Meghan fueron proclamados marido y mujer, y a partir de ese momento ella adquirió el trato de ‘alteza real’, (que no princesa). Convertidos en duques de Sussex, los novios se besaron ante una multitud que los aclamaba y pasaron a recorrer en carroza los alrededores de Windsor. Posteriormente la reina Isabel ofreció una recepción en el castillo a los 600 invitados de la iglesia, donde se sirvieron sándwiches de pepino, sus favoritos.

Luego, los recién casados posaron para las fotos oficiales, para seguir la fiesta que el príncipe Carlos organizó con amigos y familiares en la Mansion Frogmore, en la que sin duda fue una boda de película americana con final feliz, entre una actriz de Hollywood y un príncipe real.

Un vestido de Givenchy, muchas «celebrities» y dos exnovias entre los invitados

 

 

Vestida con un diseño blanco de Givenchy de escote barco y corte recto y adornada tan solo con un velo liso largo, que tenía bordadas unas flores representando a los 53 países de la Commonwealth, Meghan Markle brilló el día de su boda porque fue fiel a su estilo sencillo y sobrio. Exquisitamente maquillada (apenas se le notaba), lució un recogido con raya al medio que dejaba algún pelo suelto y una tiara de filigrana de la reina Mary de Teck. Una pieza que no había sido utilizada públicamente desde que murió la abuela de Isabel II, en 1953. Con una pulsera en la mano derecha y unos pequeños pendientes, la novia no defraudó a sus seguidores, hechos a sus pocos excesos estilísticos. Megham deslumbró sobre todo con su segundo vestido, un modelo de Stella McCartney, de cuello alto y espalda al aire, que eligió para la fiesta de la noche.

La de ayer fue la boda de un príncipe, pero también la de una actriz americana. Por eso no es de extrañar que al lado de los invitados más royals (y ante la ausencia de miembros de casas reales europeas), muchos de los allí presentes fuesen celebrities que habitualmente desfilan por la alfombra roja. Entre ellos, destacó el actor George Clooney, quien acompañado de su mujer, Amal, vestida impecablemente de Stella McCartney, ocupó un lugar destacado en la ceremonia religiosa. También se pudo ver a la tenista Serena Williams, muy amiga de la novia, con su marido y a muchos de los intérpretes de la serie Suits, protagonizada por Meghan Markle, como Gabriel Macht, Patrick J. Adams o Sarah Rafferty.

Chelsy Davy y Cressida Bonas

Estaba también la actriz Priyanka Chopra, otra de las mejores amigas de Meghan, que causó sensación a su llegada a la capilla de San Jorge. Entre los invitados se encontraban el presentador de Carpool Karaoke, James Corden, y su mujer, Julia Carey, y la periodista Oprah Winfrey.

Por parte del novio, no podían faltar David Beckham y su mujer, Victoria, y Elton John, quien asistió junto a su pareja, David Furnish. Sin embargo, todas las miradas estaban puestas en las exnovias del príncipe Harry, Chelsy Davy, con la que salió 7 años, y Cressida Bonas. Al enlace también asistió el cantante James Blunt y otras muchas personalidades del mundo del deporte, la televisión y la música. Una representación, en general, mucho más joven y más alejada de otras bodas reales con más pompa y suntuosidad.