El reportero que regresó de la muerte para trolear a Putin

Francisco Espiñeira Fandiño
francisco espiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

SERGEI SUPINSKY

Babchenko, un disidente ruso huido a Ucrania, fingió su asesinato para desarmar un complot

31 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida de un periodista crítico con Putin no vale demasiado en Rusia. La lista de adversarios del presidente ruso asesinados -a tiros o en extrañas circunstancias- es larga. Enfrentarse al exespía del KGB le salió muy caro a informadores como Anna Politovskaya, crítica con la guerra de Chechenia, o como Paul Klebnikov, director de la edición rusa de Forbes, habitual denunciante de los excesos del clan de San Petersburgo.

Hasta once periodistas han perdido la vida por informar sobre temas que desagradaban al Kremlin desde la llegada de Putin. El duodécimo de esa lista era Arkadi Babchenko, un ruso buscavidas que había huido en febrero del 2017 de Moscú a Kiev, pasando por Chequia e Israel, tras entrar en las listas negras del entorno del poder por su posición contraria a la actuación de Rusia en Ucrania.

«Los servicios de inteligencia rusos habían ordenado el asesinato del periodista ruso», explicó ayer el responsable de la inteligencia ucraniana, Vassili Grizak.

Sabedor de la amenaza sobre su cabeza, Babchenko se prestó a una extraña operación de la inteligencia ucraniana. El pasado martes decidió fingir su propio asesinato. Salió de su casa para comprar el pan y alguien se le acercó por la espalda y le disparó tres tiros. Su mujer fue la primera en encontrar su cuerpo tendido y, aparentemente, ensangrentado. Le dijeron que había muerto en la ambulancia camino del hospital. 

Acusación a Rusia

Ucrania acusó a Rusia y las condolencias por el asesinato llegaron de todo el mundo, incluso del ministro de Exteriores británico, Boris Johnson. Durante casi 15 horas, la historia funcionó. Hasta que Arkadi Babchenko apareció, ante la perplejidad de todo el mundo, en la rueda de prensa en la que se informaba sobre su propia muerte.

«Hace un mes, me contaron el plan para matarme. He visto cómo trabaja el servicio de inteligencia ucraniano y hemos conseguido desbaratar el complot», aseguró el resucitado reportero ante un auditorio atónito.

Para entonces había sido detenido el presunto intermediario encargado de contratar un sicario que acabara con la vida del ruso exiliado en Kiev. Y también su potencial asesino, un exsoldado que había combatido contra Moscú durante los meses del conflicto de Crimea.

«Arkadi estaba en una lista de objetivos potenciales en la que figuraban otras treinta personas y que el detenido encargado de planificar su asesinato pensaba eliminar», confirmó el jefe de la Inteligencia de Ucrania sin querer aportar más datos sobre las identidades de esas posibles víctimas.

Babchenko aprovechó su reaparición pública para pedir perdón a sus allegados por el sufrimiento causado en las horas previas: «Le pido perdón a mi mujer y a los míos por el infierno que tuvieron que pasar». De momento, podrá seguir contando su resurrección y conservar su condición de azote de Putin.

«Se han quedado con las ganas», presumió el periodista por cuya cabeza se pagaban 40.000 dólares

Arkadi Babchenko, de 41 años, no quería correr la misma suerte que el bielorruso Pavel Sheremet, muy crítico con los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de su propio país, Alexander Kukashenko, que voló por los aires de Kiev en el 2016 tras explosionar un artefacto adosado en los bajos de su coche.

Babchenko sabía bien de qué eran capaces sus enemigos rusos. Sirvió como soldado en las dos guerras de Chechenia, en la primera como recluta y en la segunda como voluntario. Allí se dio a conocer con sus sangrientas crónicas desde el frente y sacó las claves para su libro El color de la guerra, editado en Francia y donde recoge la violencia, las atrocidades, el hambre, el alcoholismo o la corrupción de los militares. Y de allí le llegó el activismo contra el régimen de Ramzam Kadirov, el sanguinario cacique local que controla el país con la anuencia del Kremlin.

Babchenko, calvo, casi siempre barba de tres días, ingenioso y con fama de buen escritor, se ganaba la vida para él, su mujer y la amplia prole de niños adoptados como animador en un programa de televisión de un canal de la minoría tártara.

Pero sus escritos no se restringían solo a Chechenia. Denunció la injerencia rusa en Ucrania y en Siria, especialmente los bombardeos masivos e indiscriminados en Alepo, que le costaron la vida a cientos de civiles inocentes. Dio la exclusiva del avión del Coro del Ejército Rojo estrellado en el Mar Negro y muchas otras informaciones molestas para Putin y su entorno. Tanto, que la semana pasada una de las apoderadas que presentó la candidatura de Putin, Marina Yudenich, escribió un texto que parecía incitar a Kadirov a eliminar al molesto periodista que ponía en entredicho la honestidad de los militares rusos. Por todo ello, decidió huir de Moscú y refugiarse en Kiev.

En la capital ucrania mantuvo su perfil combativo contra los excesos del Gobierno ruso. Hasta hace un mes. Para entonces, Arkadi ya sabía por los espías ucranianos que su vida estaba en peligro y tenía un precio: 40.000 dólares, una pequeña fortuna en Kiev, diez mil para el intermediario y 30.000 para el sicario encargado de tirotearlo.

«Aún sigo vivo, les ha salido mal», le dijo a sus colegas en la sala de prensa donde se informó del complot para acabar con él.