14.000 muertos en busca del sueño europeo

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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KENNY KARPOV | Efe

El desmoronamiento de Libia y la guerra de Siria disparan el tráfico de personas desde el 2014 en todo el Mediterráneo

13 jun 2018 . Actualizado a las 18:24 h.

Desde el año 2014, al menos 14.000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo tratando de alcanzar la Unión Europea. Una estimación modesta. Todavía hay centenares de cuerpos desaparecidos en sus aguas. Las cifras de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) resumen el infierno desatado a las puertas de la UE tras el estallido de la Primavera Árabe. Cuatro años de tragedias y golpes de pecho que solo han servido para precintar los problemas, confinar a los migrantes fuera de las fronteras comunitarias a golpe de talonario y esconder el fracaso colectivo de la UE a la hora de gestionar la mayor crisis migratoria de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Dos acontecimientos clave desencadenaron el aluvión de refugiados y migrantes hacia el Viejo Continente: la caída del régimen de Gadafi (2011) y la internacionalización del conflicto sirio (2011). El primero generó un vacío de poder en el país norteafricano. Milicianos y mafias tomaron el control de los puertos para explotar el negocio del tráfico de personas. Pero fue la guerra en Siria la que propició el mayor éxodo de la historia reciente. El primer gran golpe a la conciencia de la UE llegó en abril del 2015 tras el hundimiento de un pesquero con 700 personas a bordo cerca de la isla de Lampedusa. Solo se pudo rescatar a una veintena.

El buen tiempo aceleró las llegadas, sobre todo por el flanco oriental (885.386 personas), más cercano a Siria. Turquía funcionó como un trampolín perfecto para alcanzar Grecia y seguir la ruta balcánica hacia Centroeuropa. Desde allí, los migrantes se encaminaban hacia el oeste (Francia, Bélgica, Holanda y Reino Unido) y hacia el norte (Alemania y Suecia).

La UE seguía en la inopia hasta que la imagen del pequeño Aylan, tendido sin vida en la orilla de una playa turca, removió las entrañas en algunas capitales europeas. La canciller alemana, Angela Merkel, decretó la apertura de puertas, provocando un aluvión histórico de migrantes en el mes de octubre del 2015. La maniobra escandalizó a los países de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia). El Gobierno magiar anunció el cierre de puertas y la culminación de una inmensa valla para frenar a los refugiados.

En tierra de nadie

La medida provocó un efecto dominó. La ruta balcánica acabó bloqueada. Miles de migrantes se vieron atrapados en tierra de nadie. Algunos murieron de frío. El año se cerró con el cruce ilegal de 1.822.180 personas. Hasta 890.000 refugiados recalaron en Alemania y el Mediterráneo batió un récord siniestro: 3.771 muertes.

Pero no acabaron ahí los problemas para la UE. A los pocos meses se hacinaron más de 53.000 migrantes en campos de acogida improvisados en Grecia. El embudo en el Canal de la Mancha también provocó la concentración de unas 7.000 personas en la Jungla de Calais. Bruselas propuso un sistema de cuotas para reubicar a los demandante de asilo en otros países de la UE. Fracasaron. Mejor suerte corrió el acuerdo sellado con Turquía en marzo del 2016. La UE extendió un cheque inicial de 3.000 millones de euros, ampliables a 6.000 a cambio de sellar la frontera y readmitir deportados desde las islas griegas. El flujo migratorio descendió dramáticamente de las 885.386 personas (2015) a las 42.305 en el 2017.

En el Mediterráneo central y occidental la crisis sigue abierta. La puerta libia no ha se ha sellado, persiste la inestabilidad y los flujos hacia los puertos italianos y Malta siguen invariables. En el 2014 se registraron 170.664 llegadas desde este flanco. En el 2016 hasta 181.376. El pasado año la cifra bajó a las 118.962. Sigue estable. ¿Quiénes optan por esta vía? Fundamentalmente migrantes de Nigeria (18.163), Guinea (9.714) y Costa de Marfil (9.509). «Migración económica», en la jerga comunitaria. Las maniobras de la UE para controlar los puertos libios también empuja a una parte de los migrantes hacia la ruta del Mediterráneo occidental.

Hacia España

Las llegadas a la Península Ibérica se dispararon de los 9.990 del 2016 a los 23.143 del pasado año, muy cerca del mayor pico, en el 2006, durante la crisis de los cayucos (32.000). Canarias y los puertos del Mediterráneo son los principales destinos por cercanía. Marruecos (4.809), Argelia (4.219) y Costa de Marfil (3.345) son los principales países de origen de los migrantes.

La evolución de la crisis y la emergencia de nuevas rutas pone de relieve que el problema todavía no se ha resuelto.