El hombre normal vuelve a la casilla de salida

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

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Rajoy retoma su plaza de registrador en Santa Pola, poniendo el verdadero punto final a su carrera política

21 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«I am so bored with it all...» [«Estoy tan aburrido de todo...»]. Estas son en su lengua materna las últimas palabras de Sir Winston Churchill antes de morir, un hombre que, como Mariano Rajoy, salvando las distancias, lo fue casi todo en la política de su país. Churchill vivió su retiro de la política sumido en una nostalgia permanente por su pasado, en el que tuvo que afrontar nada menos que dos guerras mundiales, y nunca se acostumbró a la rutina de su plácido retiro en la costa mediterránea francesa. Ayer, sin embargo, Rajoy llegó al Registro de la Propiedad número 1 de la localidad alicantina de Santa Pola como alguien que se ha quitado un gran peso de encima.

A Rajoy, con 63 años, las puertas giratorias de la vida le han llevado por el momento a la casilla de salida, a su profesión originaria como registrador de la propiedad, a la que accedió con solo 24 años como el profesional más joven de España. «Los que lo conocemos no lo vemos de gran hombre de negocios, ni sentando doctrina después de ser presidente. Creo que hablo por todos sus amigos si digo que esto es lo que esperábamos de Rajoy», dice alguien de su círculo de amistades, muy orgullosos de que su amigo expresidente se haya convertido finalmente en un modelo de cómo acabar con dignidad una larga vida política. Habría que rebuscar mucho en la historia democrática española, pero, salvando también las distancias, el fundador de Izquierda Unida, Gerardo Iglesias, volvió a su puesto de picador en el pozo Polio de Asturias tras abandonar la vida política. «Trabajar en la mina no tiene precio. La mina es negra y muy dura. No ha cambiado nada», dijo tras su primer día de vuelta a la normalidad. 

«Vuelvo adonde estaba»

«Me he retirado de la política y vuelvo adonde estaba. No hay mucho más que decir», explicó ayer de forma prosaica el expresidente Rajoy a los numerosos medios que le esperaban a la puerta del Registro, al que ya había ido el día anterior para informarse de las que van a ser sus funciones a partir de ahora. Casualmente, su plaza estuvo ocupada de forma interina durante 28 años por un amigo suyo, el murciano Francisco Riquelme, otro de los que estaba «segurísimo» de que se reincorporaría a su puesto y que cuenta con plaza en el cercano Registro de Orihuela. Mientras, el escaño de Rajoy en la bancada azul del Congreso permaneció ayer vacío en la primera sesión de control al nuevo Gobierno de Sánchez.

Rajoy ha optado por el camino contrario al que siguió José María Aznar cuando lo ungió con el dedo sagrado de la derecha. «Mariano se ha despedido con una elegancia que le reconocen hasta sus enemigos políticos», dice un amigo, quizás haciéndose eco de los elogios que ayer le brindaron líderes políticos como Pablo Iglesias. Ha dejado el partido en manos de su militancia, no distorsionará el proceso prefiriendo a un candidato, el pasado día 15 renunció a su escaño y, como destello final, optó por volver a su trabajo primigenio, en el que tendrá que ponerse al día, pues solo ejerció entre 1979 y 1981 y en otro breve período posterior. En septiembre de 1981 aparece la primera referencia a Rajoy en La Voz de Galicia, en una información sobre la lista de candidatos que iba a presentar Alianza Popular a las primeras elecciones autonómicas: «Mariano Rajoy Brey, registrador de la propiedad». Tras los comicios se convertiría en el diputado más joven en aquel Parlamento húmedo y frío improvisado en el pazo de Xelmírez, y desde ese día la política ocuparía su vida en los 37 años siguientes, salvo un breve impás entre 1987 y 1989, cuando volvió a ejercer de registrador en Santa Pola. Y fue precisamente otra moción de censura, la que sacó a Gerardo Fernández Albor de la presidencia de la Xunta y a él de la vicepresidencia, lo que le obligó a retomar su profesión, pues en aquella legislatura no era diputado. En el libro Trinta anos do parlamento de Galicia, Rajoy hace una aportación recordando aquellos años. Y sobre aquella moción escribió lo siguiente, en un gallego inédito: «Dinme de conta de que no Parlamento non gaña nunca quen ten razón, senón quen suma máis votos»

Coche oficial

Sí. Rajoy salió ayer de su coche, aún oficial y con vigilancia, como un hombre que ha soltado lastre y, ligero de equipaje, espera reencontrarse con lo normal. Ahora su trabajo está totalmente informatizado aunque, después de haberse enfrentado a la peor crisis económica y al desafío secesionista catalán, es bastante improbable que pierda los papeles. «No estoy nervioso -confesó a los periodistas el día de su estreno-, pero son muchos años fuera y muchos los que he dedicado a la vida política».

En el Colegio de Registradores de la Propiedad no ocultaban ayer su entusiasmo por verse de repente en la vorágine de la actualidad. «Al menos servirá para que la gente sepa lo que hacemos», decía un portavoz, que explicaba que tienen la misión de dar seguridad jurídica a quienes adquieren una propiedad, pues son los registradores los que certifican que esa propiedad les pertenece. Forman parte de una institución dependiente del Ministerio de Justicia, aunque en realidad ejercen como profesionales autónomos. Como solía recordar Rajoy en algún debate parlamentario, ganará más en su nuevo puesto que como presidente del Gobierno. Y podrá ejercer hasta los 70 años si lo desea.

Todo este mundo de los registradores evoca inevitablemente a Bartleby el escribiente, el genial relato de Herman Melville, en especial cuando el narrador, un abogado, define su labor entre legajos de propiedades e hipotecas. «Aunque pertenezco a una profesión proverbialmente enérgica y a veces nerviosa hasta la turbulencia, jamás he tolerado que esas inquietudes perturben mi paz». Una frase que podría haber suscrito el expresidente. 

«Creo que con esto Rajoy demuestra que es muy humilde y que ahora lo que espera es vivir una vida tranquila con su familia», dice un amigo, que relata cómo ha visto al Rajoy de después de la moción de censura. «Quizás al principio pudo estar algo desubicado, incluso triste. Pero siempre dijo que se iría de la política cuando lo dijeran los militantes o los electores, y se ha ido con un procedimiento totalmente legal que asume, aunque no le guste. Ha pasado poco tiempo, pero creo que ya ha desconectado de todo eso».