Ecuador: Correa, la otra cara de un prófugo de la justicia

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

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Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, lleva una semana prófugo de la Justicia. La Corte Nacional de Justicia, a instancias de la Fiscalía General, acordó solicitar a Interpol el arresto y extradición del ex jefe de Estado por haber desoído la medida cautelar de presentarse en Quito el lunes de la pasada semana.

09 jul 2018 . Actualizado a las 12:34 h.

Rafael Correa reside en Bélgica, la patria de su esposa, desde hace 14 meses por imperativo familiar. Tras fracasar en su intento de perpetuarse en el poder  con una reforma constitucional ad hoc, siguiendo el ejemplo de su difunto correligionario Hugo Chávez, ungió como sucesor a su ex vicepresidente Lenín Moreno. Este,después de ser refrendado en las urnas, le faltó tiempo para dejar claro, urbi et orbe que no se prestaba a gobernar teledirigido desde Bruselas.

La orden de detención preventiva dictada por la Corte Suprema, que el ex mandatario se apresuró a calificar de «complot político», viene precedida  de la orden de prisión preventiva dictada por La jueza Daniella Camacho en una audiencia especial en la que se revisaban las medidas cautelares que se impusieron al ex mandatario el pasado 18 de junio, tras ser vinculado penalmente al caso del intento de secuestro del ex legislador Fernando Balda en Bogotá, en agosto de 2012. Un episodio que ya fue juzgado en el país vecino y por el que Ecuador abrió un proceso este año. El ex legislador conservador, que la pasada semana se personó en la causa como acusación particular, afirma tener pruebas que implican directamente a Correa en el intento de secuestro.

 El caso Balda es el penúltimo capítulo -el último aún esta por escribir- de un culebrón en el que las primeras desavenencias insalvables surgieron nada más percatarse Correa de que sus diez años de mandato habían concluido formal y realmente. El divorcio político no ha tenido nada de amistoso y la guerra abierta entre ambos fue a más mes a mes.

La cosa pasó pronto del intercambio de críticas a los insultos. Correa, después de haber calificado al que fuera su vicepresidente de 2007 a 2013 de “ridículo”, “desequilibrado”, “falso” e “ignorante” y de acusarle de haber  emprendido una persecución política en su contra.

En todo esta escalada de descalificaciones Correa  hizo la pasada semana unas declaraciones a un digital español que nada tienen que envidar a los exabruptos y zafiedades de sus correligionarios Chávez y Maduro. Cuando el periodista Andrés Gil -el ex candidato de Podemos a la presidencia de RTVE- le pregunta sobre el motivo de las reacciones contra él de sus ex-vicepresidente, esta ha sido la respuesta literal del entrevistado:

«Ha sido un impostor profesional, un lobo disfrazado de cordero, sin convicciones, pero yo creo que también hay algo patológico. Algunas veces, las personas que han sufrido una tragedia como la que él sufrió ?él era un deportista, le metieron un balazo en la espalda y quedó condenado a una silla de ruedas- guardan una amargura, una frustración con la vida, una frustración hacia los demás que no han sufrido esta desgracia que cuando tienen poder deforman esa amargura. Nosotros creemos que va por ahí también el asunto, porque es demasiado grave ya, es patológico. O sea, es destruir a Correa, todo lo que significa  Correa. Entregarse totalmente a nuestros enemigos». El entrevistador no represguntó

Según Correa, las "frustraciones y amarguras de Lenín Moreno derivadas de su minusvalía física son la razón última por la que el actual presidente no ha querido hacer la vista gorda con la corrupción de la década de gobierno de su antecesor y por las que ha destituido  al exvicepresidente Jorge Glas -heredado del anterior gobierno- condenado a seis años de prisión por haber recibido 13,5 millones de dólares en sobornos para favorecer a la constructora brasileña Odebrecht.

Desde su llegada a la presidencia de Ecuador, Rafael Correa nunca disimuló sus afinidades con el populismo chavista uniformado de verde oliva, pero su gestión fue más racional que la de su correligionario y aprovechó los años de las vacas gordas de los precios del petróleo y las remesas de divisas que enviaban los emigrantes para modernizar un país con infraestructuras tercermundistas.  

Su ramalazo autoritario contribuyó a que haya pasado bastante desapercibida su otra cara, la que le está saliendo a relucir desde que dejó el poder. Para completar su nueva imagen solo le falta asociarse con Puigdemont, el otro prófugo, que imparte lecciones de democracia desde el país de las coles de Bruselas.