¿Cómo es la copa de vino perfecta?

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Ana Garcia

Lo imprescindible es acertar con el cristal, que debe ser lo más fino posible, y el ancho, que influye en la oxigenación del vino.

27 ago 2018 . Actualizado a las 17:13 h.

Los aficionados al vino saben que en el mundo de la enología permitirse según qué licencias es poco menos que un sacrilegio. Un mínimo error puede tirar por tierra esa imagen tan cool de aprendiz de sumiller que te acreditan las decenas de referencias que has saboreado para labrarte un nombre entre tus conocidos, las escapadas anuales a catas en la Ribeira Sacra y las horas muertas leyendo desde artículos especializados a (por qué no reconocerlo) Vino para dummies. Y en algunos casos no quedar como un fantoche es prestar atención, además de al contenido, al continente. O lo que es lo mismo: la copa. Ese recipiente que enaltece la bebida de Dionisio o la destroza para siempre, pero con el que acertar es más sencillo de lo que a priori pueda parecer. 

El material

Es, junto con el ancho, lo más importante a la hora de escoger las copas que usaremos para nuestros caldos. «Siempre de cristal y este, cuanto más fino mejor, porque así paladearemos realmente el vino», explica Ana López, sumiller y directora del restaurante La Molinera, en Lalín. Admite una excepción: «En Galicia para un Ribeiro o un Barrantes acepto el barro. Son vinos que saben mejor en cunca, pero también es una cuestión sentimental».

El ancho

«No es lo mismo beber un vino en una copa de 8 centímetros que en una de 4. Influye principalmente en la oxigenación. Cuanto más amplia es la boca de la copa más de oxigena. Por ejemplo, para vinos no muy viejos es muy recomendable una copa estrecha para ir viendo la evolución del vino». Aunque López explica que habitualmente la diferencia entre el ancho de una copa de vino blanco (7 cm) y una de tinto (8 cm) es mínima, sí se nota. Sin embargo, en su restaurante optan por «una copa más común para todo. Hemos adoptado una boca de 6 centímetros que al final se abre hasta los 8 y la usamos para tinto, blanco e incluso champaña y vinos de Jerez. Aunque sé que un defensor de champaña de la vieja escuela me dirá que hay que seguir usando copa de flauta, a nosotros esta nos funciona de maravilla».

El color

O más bien su ausencia. «La copa debe ser siempre transparente para poder disfrutarlo. El vino es también vista y olfato. Si quieres apreciar los matices de un vino yo no entiendo esas copas tipo cáliz robustas y doradas que están ahora de moda o las copas negras. Esas, solo para catas a ciegas», explica la sumiller.

Altura

«Me gusta una copa de unos 24 centímetros. Si es muy baja no da juego a la hora de agitar el vino. El vino es un ser vivo encerrado en una botella con el oxígeno justo, y cuando se abre necesita respirar. De ahí que se agite, para que vuelva a la vida y nos lo dé todo», comenta la directora de La Molinera. La copa, por cierto, se coge siempre por el pie. «Si la coges por el cáliz se calienta y además queda feo. Al sujetarla por el pie da juego para ver los aromas que nos deja el vino y permite que se despierte».

Si seguimos estas pautas a la hora de elegir un vino nos aseguraremos que las virtudes de la referencia que hayamos comprado se mantengan perennes. Ahora bien, para culminar el proceso, Ana López ofrece algún truquillo más para que, sí o sí, tengamos la copa de vino perfecta. «La temperatura es muy importante en estas bebidas. Un tinto, por ejemplo, deber estar siempre entre los 15 y los 16 grados. El blanco, sin embargo, debe estar más fresco (pero, advierte, «nunca congelado porque matas el sabor»): en torno a los 11 grados». Para conservarlo, la experta recomienda dejar las botellas tumbadas en una habitación que no sufra grandes cambios de temperatura. «Yo por ejemplo las guardo en los cajones de una cómoda», explica.