El viajero de negocios, un chollo para el turismo asturiano

Susana D. Machargo

ACTUALIDAD

Pilar Canicoba

Su nivel de gasto y también el de satisfacción es más elevado que el cliente de ocio. Su tasa de repetición es muy elevada

30 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El viajero de negocios es un chollo para el sector turístico asturiano. Este tipo de cliente gasta más y tiene un nivel de satisfacción mayor que aquellos que se desplazan para disfrutar de su tiempo libre. Además, su tasa de repetición es muy elevada, por lo que no es complicado fidelizarlo con un buen servicio. Si esto no fuera suficiente, su época del año preferida no coincide con la temporada alta. Los meses con más desplazamientos son justo antes del verano, mayo y junio, y también noviembre. 

Así consta en un informe elaborado por el Sistema de Información Turística de Asturias (Sita) con datos correspondientes al año 2007, que analiza y compara los resultados de los viajeros de ocio y de negocio. Son perfiles diferentes y, por tanto, tienen necesidades distintas. Identificarlas puede ayudar a la patronal a mejorar el servicio. El Sita identifica al cliente de negocio como aquel que viaja por motivos de trabajo y también el que asiste a congresos y ferias.

Más extranjeros

La primera característica del viajero de negocios, golosa para los empresarios, es que tiene un comportamiento más estable a lo largo del año mientras que los veraneantes se concentran en la temporada alta. Esto permite combatir una de las principales lacras del sector: la estacionalidad. Sus meses favoritos son mayo, junio y noviembre, por lo que les permite extender la actividad mucho más allá de julio, agosto y la Semana Santa

No es el único techo de cristal que se rompe gracias a este perfil de turistas. La internacionalización también crece. El estudio del Sita revela que el 23% de los que llegan a Asturias por razones laborales proceden de otros países. Esto supone 10 puntos por encima del cliente de ocio, que en 2017 solo llegó al 13%.

La nacionalidad y la estacionalidad son, por tanto, dos razones de peso para sumergirse en este mercado. La tercera sería el nivel económico. Gastan más. De media desembolsan hasta 110 euros al día y en total -en toda su estancia e incluidos todos los gastos- pueden llegar a casi 550 euros de media. Esto supone casi 100 euros más que los clientes de ocio. Ese salto en el presupuesto se nota fundamentalmente en el alojamiento. Destinan el doble de dinero a la habitación. De hecho, son el cliente potencial de los hoteles de cuatro y cinco estrellas. En estos establecimientos focalizan sus reservas y los eligen tanto por su ubicación como por su precio. Son los dos elementos que les hacen decantarse por uno u otro, además de las recomendaciones directas. En la comida, sin embargo, están mucho más parejos.

Existe todavía una cuarta peculiaridad que distingue al viajero de negocios: su tasa de repetición. Son clientes fieles. El 60% de los que visitaron Asturias por trabajo ya lo habían hecho, al menos, en cinco ocasiones más. El Principado es una tierra que engancha, según cuentan las estadística, también en el caso de los turistas que eligen la región para disfrutar de su tiempo libre. En su caso, el 38% ya había estado otras cinco veces más.

Grado de satisfacción

El motivo para organizar el viaje es laboral pero lo hacen con gusto. Las notas que otorgan rozan el sobresaliente y son más elevadas, incluso, que las que ponen los veraneantes. Califican los alojamientos casi con un ocho sobre diez y lo que más destacan es la atención del personal, la limpieza y el entorno. Al Principado, como destino lo puntúan mejor aún. Destacan el trato de la gente (8,9), la conservación del medio natural (8,8) y la conservación del patrimonio cultural (8,8). Si se les menciona la gastronomía, disfrutan. Les encantan las sidrerías, las variedad en los menús y el servicio. Dos de cada diez come fabada, casi tres de cada diez pruebas los quesos y el 22% no se resiste a un culete de sidra.

Las encuestas del Sita incluyen siempre un apartado en el que se requiere al viajero para que diga qué mejoraría, qué hay que cambiar. Cuatro de cada diez clientes de negocios no tocarían nada. Pero si citan algo se refieren a los aparcamientos públicos, las carreteras y los equipamientos urbanos.