La UE fía a los acuerdos que selle en África la salida del caos migratorio

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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JOE KLAMAR | AFP

La presidencia austríaca abandera un giro hacia la línea más dura

21 sep 2018 . Actualizado a las 08:12 h.

«El debate sobre migración ocupó el 85% del tiempo», sostuvo ayer el presidente español, Pedro Sánchez, al finalizar la cumbre europea de dos días en Salzburgo. Después de cuatro años desde el estallido de la crisis migratoria, más de una docena de reuniones al más alto nivel de por medio e incontables discusiones técnicas para solucionar el enredo, la UE sigue siendo incapaz de articular una política coordinada para controlar los movimientos de personas en el continente.

Se acabaron las presiones y las disputas por el reparto de refugiados. Las cuotas obligatorias han muerto. Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia) se niegan a abrir sus puertas. Dispuestos como están a pagar cualquier precio, sus gobiernos echaron un pulso a la UE y a sus socios no les ha quedado otra opción que buscar alternativas externalizando la gestión de las fronteras. La UE busca países amigos del norte de África que le resuelvan la papeleta.

«La redistribución de inmigrantes en la UE es un asunto secundario. Personalmente no estoy de acuerdo. Debemos enfocarnos en la dimensión exterior», anunció ayer el canciller austriaco, Sebastian Kurz, quien ostenta la presidencia temporal de la UE. El conservador se deshizo en elogios hacia las autoridades egipcias por detener la salida de barcos hacia la UE e instó a Túnez, Libia, Argelia y Marruecos a «emular» a su vecino. «Tenemos que asegurarnos de que haya menos gente que abandone África de forma ilegal hacia Europa. Y si lo consiguen, resolverlo lo más cerca posible de la costa africana», sostuvo el austríaco, quien no quiere ver a los barcos de las oenegés en alta mar.

Kurz acusó sin pruebas a las organizaciones de activistas de coordinarse con las mafias de personas: «Hay sospechas de algún tipo de acuerdo con los traficantes para traer gente a Europa en lugar de llevarlos a Libia. No es populismo, es una crítica acertada sobre lo que está pasando en el Mediterráneo», defendió el canciller, quien gobierna con el xenófobo y ultraderechista FPÖ, una formación que mantiene buenas relaciones con el eurófobo italiano Matteo Salvini.

Este nuevo giro hacia la línea más dura en la política migratoria de la UE viene apadrinada por la presidencia austríaca que ha decidido aparcar la reforma del asilo para concentrar todos sus esfuerzos en contener a los migrantes en el continente africano. Ni siquiera el debate sobre las plataformas de desembarco ha prosperado. La división es extrema.

Enfado de Macron

El bloqueo impuesto por Visegrado a la acogida de refugiados colmó la paciencia del presidente francés, Emmanuel Macron, quien arremetió encolerizado contra sus gobiernos, a los que acusó de beneficiarse de su pertenencia a la UE sin arrimar el hombro. El galo no solo insistió en la necesidad de retirar los fondos europeos como correctivo a los que se nieguen a colaborar sino que se mostró dispuesto a expulsarlos de Schengen. «Quienes no quieran más Frontex o más solidaridad, que salgan de Schengen. Los que no quieran más Europa, no recibirán fondos. En primavera tendremos que tratar estas cuestiones», clamó.

Salvini no estuvo, pero se hizo oír a través de su primer ministro

Aunque el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, no estuvo físicamente en la cumbre de Salzburgo, sus posiciones sí que estuvieron bien representadas por su primer ministro, Giuseppe Conte, quien no desaprovechó la reunión para dejar constancia del desacuerdo radical que existe entre su Gobierno y Bruselas en materia migratoria. En línea con anteriores pronunciamientos de sus ministros, que sitúan a Italia perfectamente alineada con el grupo de Visegrado, Conte cuestionó la «utilidad práctica» de los planes de la Comisión Europea para fortalecer la capacidad de Frontex.

«La posición de Italia es que esa agencia puede tener un papel, pero fortalecer [sus cometidos] con hasta 10.000 hombres plantea dudas sobre la utilidad de la inversión», declaró tras finalizar la cumbre. «Prefiero que toda esa inversión se destine al Fondo Europeo para África», agregó, En su opinión, los planes de la Comisión suponen un gran desembolso que se debería estudiar con detenimiento.

«También hay un problema político», añadió. «Está claro que tal despliegue de hombres supone una invasión de soberanía.Todos los países miembros vigilan con celo su soberanía e Italia no va a ser menos», subrayó.

Solidaridad flexible

En las antípodas de Conte, Angela Merkel fue de los que presionaron para que los recelos nacionales no se interpongan en una mayor vigilancia de las fronteras exteriores a cargo de un cuerpo comunitario. La canciller también salió al paso de una fórmula barajada extraoficialmente que ha sido bautizada como «solidaridad flexible» y que consistiría en la posibilidad de que los países que así lo deseen paguen a cambio de no tener que acoger inmigrantes. «No puede ser, de ninguna forma, que cada uno elija lo que quiera hacer», protestó.

A su juicio de la germana, los líderes están de acuerdo en que «tenemos hoy una situación muy diferente a la de 2015». No obstante, pidió un espíritu constructivo entre los socios para buscar soluciones comunes. Era inevitable que así lo hiciera. Merkel reconoció que los líderes europeos no hablaron ya sobre el reparto de refugiados dado que «no iba a haber entendimiento» por la posición encontrada entre los socios sobre el particular. Aun así, intentó desdramatizar y destacó la caída del número de inmigrantes y refugiados que llegan al continente, en comparación con el millón de personas que entraron en Europa en 2015.

España obstaculiza la policía europea de fronteras

Los países que han abrazado una línea más dura con la inmigración se han impuesto. Descartada cualquier solución interna para la gestión de los flujos migratorios, la UE concentra ahora todos sus esfuerzos en blindar las puertas de acceso al continente. Bruselas propuso para ello reforzar Frontex y crear una policía europea, dotada de hasta 10.000 efectivos, para desplegar en cualquier frontera exterior de la UE en casos de flujos masivos de migrantes. «Hay pleno apoyo a la propuesta», aseguró el canciller austríaco, Sebastian Kurz.

Sin embargo, hay algunos países que han pedido tiempo muerto para discutir en torno a las competencias de este cuerpo. España capitanea a los escépticos, que manifestaron sus reticencias: «La propuesta tiene que incorporar flexibilidad y complementariedad. Necesitamos flexibilidad para acompasar y amoldar las necesidades que pueda tener un país con las capacidades que pueda ofrecer Frontex y no puede plantear un cuestionamiento a la soberanía nacional», trató de justificar Sánchez.

Para Kurz, esas no son más que excusas. El austríaco acusó a los países meridionales de querer evitar que salgan a la luz las irregularidades que se cometen en las identificaciones y registros fronterizos. «Tengo la sensación de que para algunos países existe la preocupación de que un fortalecimiento de Frontex puede conducir a más registros. Esto les pondría más difícil los desplazamientos posteriores de los inmigrantes hacia otros países», sostuvo.

El reproche no es nuevo. Los países centroeuropeos y del este llevan más de dos años acusando a sus vecinos del sur de cerrar los ojos y abrir las puertas para aliviar la presión migratoria en sus propios territorios, a pesar de que el reglamento de Dublín estipula que el país de llegada es el encargado de identificar, registrar, tramitar cualquier demanda de asilo y ejecutar cualquier retorno. España rechaza de plano las acusaciones: «Lo niego tajantemente», exclamó Sánchez.

El Gobierno español no se da por aludido y fuentes diplomáticas de la delegación insisten en que la policía europea de fronteras fue concebida para ayudar a países como Grecia, cuyas autoridades no cuentan con una gestión migratoria sólida ni con buenas relaciones vecinales (Turquía).

Conflicto con Hungría

Además, España ha visto cómo se deteriora su relación con un socio. El ministro de Exteriores, Josep Borrell, ha abierto una batalla diplomática con Hungría tras acusar a su líder, Viktor Orban, de poner en peligro la libertad y los derechos. «Ha calificado, no solo a Hungría, sino también a otros países de la región de seudodemocracias», aseguró el secretario de Estado de Exteriores, Levente Magyar, tras llamar a consultas a la embajadora española en Budapest.