El turbio pasado de Ana Julia Quezada en Burgos

S. C.

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Carlos Barba | Efe

Su paso por un club de alterne, la extraña muerte de su hija de 4 años y varias denuncias por robos de dinero y joyas marcaron sus primeros años en España

26 sep 2018 . Actualizado a las 07:35 h.

«Fría, posesiva, egocéntrica y manipuladora», esas son las cuatro palabras con las que los investigadores encargados de la desaparición de Gabriel Cruz definieron a Ana Julia Quezada pocos días después de señalarla como única culpable del asesinato del menor. Nadie se imaginaba durante los 17 largos días en los que se mantuvo el dispositivo de búsqueda del pequeño de Almería que detrás de la mujer que acompañaba al padre de Gabriel se encontraba una personalidad con tantas sombras. Su pasado, del que van goteando pequeños detalles con el paso del tiempo, ayuda a recomponer la figura de un personaje oscuro y con muchos huecos todavía por cubrir.

Un informe incluido en el sumario por el asesinato de Gabriel Cruz recoge las conclusiones de las investigaciones realizadas por la Guardia Civil estos últimos meses. Ellos lo tienen claro. Existen «claros indicios» de que Ana Julia Quezada pudo matar a su propia hija en el año 1996. Según los informes de la época, la pequeña Ridelca, de tan solo cuatro años de edad, murió tras caer de madrugada por la ventana de un séptimo piso. En su momento, el caso quedó archivado como un simple accidente y Ana Julia Quezada alegó que la niña padecía sonambulismo. Ahora las cosas no están tan claras. Y después de hacer buen acopio de todos los engaños y estafas que Ana Julia Quezada fue dejando durante sus años en España, los investigadores quieren estudiar más a fondo los «aspectos extraños del caso».

La historia de Ana Julia Quezada en España comienza en 1992, cuando la única detenida por el crimen de Gabriel Cruz llega a España con su mayoría de edad recién estrenada. La mujer pasa sus primeros veinte años en Burgos antes de trasladarse a vivir a Almería y allí conoce a una de sus primeras víctimas.

Miguel Ángel Redondo, camionero de profesión conoce a Ana Julia Quezada en septiembre de 1992 en un club de alterne en el que ella trabajaba como prostituta. Según recoge El Periódico, ella deja el club menos de un año después del primer encuentro entre ambos y deciden casarse. Miguel Ángel se la presenta a sus padres como su novia en unas Navidades y pocos meses después nace Judith, la hija que tienen en común. En diciembre de 1995, Ana Julia Quezada consigue traer a Burgos a su otra hija, Ribelca Josefina, de la República Dominicana, que además es adoptada legalmente por Miguel Ángel Redondo. El 10 de marzo de 1996, la pequeña fallece tras caer por la ventana. Ana Julia Quezada no pudo ser interrogada en su momento por la policía porque, según los documentos de la época, sufría «una supuesta situación de estrés-traumática». Una circunstancia que, según los investigadores, «trató de emular con Gabriel, aduciendo encontrarse sedada, malherida o convulsa el día de la aparición de la camiseta del menor».

Hay más detalles de estos años que hacen desconfiar a la Guardia Civil. Según la información publicada por El Periódico sobre el sumario del caso, Miguel Ángel Redondo declaró que mientras estuvo casado con Ana Julia él mismo sufrió «enfermedades repentinas sin sentido aparente» que le llevaron a ser ingresado hasta en dos ocasiones por fiebres altas sin motivo conocido. Las pruebas médicas a las que le sometieron en su momento no fueron capaces de dar con la causa de los problemas; pero desde que su relación con Ana Julia finalizó no volvió a padecer nada similar. La relación de ambos se alargó hasta el 2009. Redondo asegura que cuando se acabó un premio de la Bonoloto -que les permitió viajar a República Dominicana, hacer un crucero y vivir durante varios años- también se acabó el amor. 

En el 2011, Ana Julia conoce al hostelero Francisco Javier Sánchez, un hombre dieciséis años mayor que ella que también cae embaucado en sus redes. La familia de él, dueño de varios restaurantes y cafeterías de Burgos, acabó denunciándola en el 2012 por apropiarse de varias cantidades de dinero y joyas cuando el hombre estaba a punto de morir. «Era mala, tenía una doble cara. Al principio parecía simpática, pero luego nos dimos cuenta de que sólo quería el dinero», cuenta uno de los hijos del empresario a El Mundo hace unos meses. Los hijos de Francisco Javier Sánchez aseguran que durante los años en los que se mantuvo la relación, Ana Julia Quezada consiguió que él le comprara una casa en su país y que pusiera a su nombre el alquiler de su principal negocio. Pero hay más. Cuando el hostelero se encontraba ya gravemente enfermo, la convirtió en única beneficiaria de un seguro de vida de 30.000 euros y, dos días antes de que Sánchez muriera, Ana Julia Quezada pasaba por quirófano para aumentarse el pecho, una operación de 6.000 euros que también salió del bolsillo del hostelero.

Ana Julia Quezada aprovechó el ingreso hospitalario de su pareja, según denuncian los hijos del hostelero, para vaciar las cuentas y quedarse las joyas. Pero se afanó en mostrarse afectada. Los dos hijos del hombre aseguran que durante el entierro, la acusada de asesinar a Gabriel Cruz «dio el espectáculo, llorando y dando gritos». El disgusto se le pasó rápido: «Tras el velatorio se fue al cine y a cenar con un señor operado de una traqueotomía».

La investigación sostiene que Ana Julia Quezada mantuvo una relación en paralelo con este hombre mientras el anterior permanecía en el hospital. Su tercera pareja también enfermó gravemente y ella volvió, una vez más, a tener problemas con la familia. Una hermana de este hombre la acabó denunciando por robarle 16.000 euros después de que él muriera.

Tras estas tres relaciones Ana Julia Quezada comienza una nueva vida con un hombre llamado Sergio con el que decide trasladarse a Almería tras quedar prendada de la zona durante sus vacaciones. Ambos montan un bar en la zona del cabo de Gata: «Con ese sí se casó y le desplumó», llegaron a declarar algunos vecinos del barrio de Gamonal en su momento.