«Claro que soy súper romántico»

ACTUALIDAD

Bernardo Doral

Miguel Ángel es un auténtico libro abierto en el que descubres a un hombre familiar, espiritual y empedernidamente positivo. Nada que ver con Jon, el personaje protagonista de «Presunto culpable». «En la serie no se me puede escapar ni una sonrisa, pero yo llevo puesta una perpetua», dice

27 oct 2018 . Actualizado a las 09:28 h.

Detrás de esa pinta de yerno ideal, Miguel Ángel Muñoz no esconde al travieso que siempre llevó dentro. «En el colegio cuando había que culpar a alguien, ante la duda, era: ‘¡Miguel Ángel, al pasillo!’», exclama el actor rememorando su infancia, que transcurrió entre el pupitre y el set de rodaje. A sus 35, no esconde su instinto paternal, aunque piensa silenciarlo hasta dentro de unos años: «Me encantan los niños, pero siempre he pensado que cuanto más tarde pueda formar la familia, muchísimo mejor». Mientras tanto, triunfa con Presunto culpable y se prepara para rodar con Garci, «un sueño cumplido».

-Enhorabuena por la acogida de «Presunto Culpable». ¿Contento?

-Muchas gracias. Sí, súper, súper contento. Es un proyecto muy especial, muy importante, con un personaje que es muy, muy protagonista, porque a partir de él se cuenta todo. Y si encima el público responde, la crítica es buena, los comentarios en redes sociales son buenísimos y somos líderes de audiencia, pues imagínate. Estamos supercontentos.

-Siempre te vemos sonriendo, pero en la serie te pones serio. Esto de ser un «Presunto culpable» no se lleva bien, ¿no?

-No, y qué bien, es lo que más me divierte de mi trabajo, que los personajes que tenga que interpretar difieran mucho de cómo yo soy en mi vida, aunque llevan gran parte de mí porque cada uno tiene que buscar en sus zonas más oscuras para interpretar a un personaje tan oscuro como el de Jon. En ese aspecto nos parecemos muy poco. Pero yo, si me ves en el rodaje, llevo una sonrisa perpetua. Claro que en la serie no se me puede escapar ni una, porque soy un apestado dentro del pueblo donde nací, me crie y tuve éxito, e incluso mi familia no me soporta.

Internet

-¿Alguna vez te echaron el muerto?

-Sí, pero por otros motivos. Yo en los colegios a los que he ido, que han sido bastantes porque nos cambiamos varias veces de domicilio, sí que he sido muy travieso. No malo, pero sí travieso. Pero cuando te ponen el sambenito, llamas demasiado la atención y no se sabe quién ha sido y hay que culpar a alguien, ese se lleva el gato al agua. Y muuuchas veces era yo. Hay que decir que muchos días llevaban razón, eso también es cierto, pero ha habido otras tantas que ya, sin preguntar, ante la duda, era: «Miguel Ángel, al pasillo, castigado y ya veremos qué pasó».

-Pues engañas, tienes más pinta de formalito.

-Pero es que una cosa no quita la otra. Yo quizás siempre he sido más maduro y formal de lo que me correspondía por edad, y muy responsable. El hecho de empezar a trabajar en un mundo de mayores con diez años hizo que tuviese que madurar en ciertos aspectos de la vida mucho antes que los niños de mi edad. Yo con 10 años me tenía que levantar a las seis y media o siete de la mañana con mi texto aprendido e ir adonde me decían, que era a maquillaje, a vestuario, estarme quieto, no perderme por ahí... De los 10 a los 18 yo trabajaba y estudiaba, y mis padres solo me dejaban hacer un proyecto al año para poder llevar el curso.

-Fuera del trabajo ya era otra historia.

-Sí, ahí era muy profesional, pero en el cole era un niño más. Y de ese niño más los había más formalitos, los que llevaban todos los días los deberes, no copiaban, no llamaban mucho la atención... Pero yo no era de esos, yo era de los otros. Me divertía mucho más juntarme con los traviesos.

-Me contaron que en el rodaje organizabas juegos para todos, para crear equipo. ¿Eres muy anfitrión?

-Sí. A mí primero me gusta mucho compartir la vida en grupo, y jugar. Yo en mi casa tengo un montón de juegos de mesa, más de cien. Y me divierte mucho más ese plan de cocinar algo para mis amigos y luego echar unas partidas, que estar intentando charlar en una discoteca con la música a todo volumen. Eso no significa que no salga, que también salgo, pero ese otro plan alternativo me divierte quizás más. Y cuando voy a un rodaje de una película o de una serie, me llevo un kit de juegos para que a todos los que les apetezca puedan unirse después de los rodajes. Es además como una especie de terapia de grupo, sobre todo para los actores, para conocernos más. Me divierte mucho ser anfitrión y sentirme capitán de equipo.

-Cuéntame qué es eso de una escena de sexo vertical. Creo que hubo varios intentos...

-¡Ja, ja! Cuando haces una escena en la cama y estás tumbado en ella, normalmente para tener un plano cenital, desde arriba, se ponen unas grúas y se coloca la cámara encima con un operador subido a una escalera, y desde ahí se graba. Pero en otras ocasiones, cuando el plano no es tan importante, porque igual es solo un plano y no una secuencia entera o no se va tan bien de tiempo, lo que se hace es que se falsea la cama contra la pared y se pone en posición vertical. En vez de estar la cama en el suelo y tú tumbado, el colchón se apoya en la pared y tú estás de pie apoyado. Si pones la cámara en frente es como si estuviese todo tumbado, y no, estás apoyado en la pared. Es muy difícil darse la vuelta, porque te ríes un montón y cuando ves el plano parece que estás flotando.

-Vamos, que entre mantener el equilibrio, la cámara delante, que si flotas o si no flotas, debe ser un show. Todo lo contrario al resultado, ¿no?

-Efectivamente, cuando nos imaginamos cómo se ruedan estas escenas la gente piensa que incluso te lo pasas bien, que son excitantes y demás... Todo lo contrario. La mitad de las veces te mueres de la risa, y la otras, de la vergüenza.

-En cualquier caso, te haya costado más o menos esa escena, flexible eres. ¡Menudas fotos haciendo yoga cuelgas en Instagram!

-Ja, ja, me encanta cómo hilas una cosa con la otra, hacer sexo con una postura de yoga. Pues mira, flexibilidad no tenía nada, porque cuando era mucho más joven, a la vez que estudiaba y trabajaba, jugaba al fútbol. Ha sido mi pasión, incluso jugaba en el Real Madrid y lo dejé para hacer una película. Cuando juegas al fútbol no tienes esa flexibilidad, me costó mucho ganarla, y alguna que otra lesión me hice cuando estaba en Un paso adelante. Ahí estuve preparándome ocho horas al día durante tres meses para poder acceder a las audiciones de baile y luego, durante la serie y a diferencia de mis compañeros, como yo me sentía en inferioridad, seguí trabajando muchísimo. El baile y el yoga hace que a mis 35 todavía sea muy flexible.

-Más allá del cuerpo, le das mucha importancia a entrenar la mente.

-Sí, me quedo mucho más con lo de cuidar la mente que con lo de cuidar el cuerpo. Es cierto que me considero un privilegiado a nivel genético, y nunca he tenido problemas de alimentación, de perder ni de coger peso, que eso ayuda muchísimo. Y también hago deporte, pero no lo hago para cuidar la línea. Lo hago porque me divierte muchísimo. En lo que sí trato de ponerle mucha atención, y lo hago desde hace 12 o 13 años, es a hacer terapia seguido, a cuidar del corazón, las emociones, el alma... Ese sí que es mi gimnasio diario. Todas las semanas intento ir, sin excepción. Y me ayuda quizás más cuando estoy en mi mejor momento y estoy feliz, a seguir trabajando y a darme cuenta de la suerte que tengo y de lo mucho que tengo que mejorar.

-Aunque también te obliga a lo más difícil, a enfrentarte contigo mismo, ¿no?

-Bueno, lo más difícil para el que no está acostumbrado a terapia. Cuando estás metido es lo que toca, vas a eso, a investigar, a recordar cosas que no fueron tan positivas en tu vida, a averiguar por qué te dolió aquello, a descubrir que la mayoría de las personas no quieren hacerte daño, pero tú por tus circunstancias, por tu pasado, te lo tomas de una manera u otra. Claro que muchas veces sales revuelto, pero es un revuelto muy positivo porque detrás hay una liberación. Y normalmente en la vida uno no se quiere enfrentar con la realidad, que a veces no es positiva, pero otras es mucho menos de lo que pensábamos. Solo la enfrentamos cuando llega un cúmulo de cosas que tocas fondo. A mí me va bien, aunque claro que tengo momentos en los que me enfado, me pongo triste, lloro...

-Y hasta estás de mal humor.

-También, también. Lo que pasa es que siempre intento relativizar. Hay veces que el mal humor puede, y no lo podemos evitar. Pero incluso cuando hay una noticia que igual no me hace tanta gracia o me hace cambiar mi estado de ánimo, pienso, lo primero, si lo puedo cambiar. Y la mayoría de las veces, no lo puedo cambiar. Entonces, tienes que aceptarlo. Y en la aceptación está el poder ver las cosas no tan positivas de otra manera. Porque si no lo puedes cambiar, es desperdiciar, para mí, la energía en una cosa que ya tienes perdida.

-En medio de este agradecimiento continuo a la vida, te vas a África, ¿verdad?

-Sí, me voy a África, pero creo que no te puedo contar exactamente lo que voy a hacer. Es una campaña que quiere sacar una oenegé. Llevaba tiempo diciendo de broma, y de no tan broma, que estoy tan contento y agradecido que tengo que devolver al karma la suerte que tengo y hacer obra social. Colaboro con alguna que otra oenegé y distintas organizaciones. Al acabar el verano tenía pensado acercarme a alguna de ellas, y justo me llegó esta llamada para viajar a África, y dije: «Según lo estaba pensando, la vida me lo pone por delante». Es una manera de poder agradecer al universo lo bien que me va. Mi otro reto fue correr la maratón de Chicago.

-A ver, vas a África pero no me lo puedes contar. Comentaste que sabes cuál es el final de la serie desde el principio y tampoco lo puedes contar...

-Ja, ja, ja ¡A ver, es que sería una faena!

-Sabes guardar un secreto.

-Sí, sí. Yo le doy mucha importancia a los secretos, a las palabras. En este caso no es un secreto personal, pero sí profesional. Y aunque alguno querría enterarse, seguro que en el fondo, no lo querría saber. Yo sabía desde el principio lo que sucedía, sabía si había asesino o si no lo había, y si soy yo o no lo soy. Y se lo confesé a mis compañeros hace nada, en la rueda de prensa de presentación del primer episodio. Me pareció muy divertido, la verdad, ja, ja.

-Creo que se va a cumplir otro sueño y que Garci tiene algo que ver... ¿es así?

-Sí, así es. Yo tuve la oportunidad de trabajar en el Teatro Español haciendo dos obras dentro de un mismo espectáculo, Arte nuevo y Cargamento de sueños, y por fin nos quitamos el mono de trabajar el uno con el otro. Él me llamó más veces, pero hasta ahora, siempre por trabajo, no he podido. Esta obra me hacía especial ilusión porque era la primera vez que él dirigía teatro, pero como yo soy un romántico del cine, todavía me quedaba la espinita de hacer una peli con él. Vamos, es que para mí es un sueño cumplido.

-¿Y de esto puedes contar algo?

-Sí, ahora vamos a rodar la precuela de El crack y El crack II. Es una película de época, mi personaje es el Moro, un canalla divertido. Estoy muy contento, de hecho llevo tiempo dejándome el pelo largo, que ya no sé cómo peinarme, para poder crear un personaje muy chulo. Con este montón de pelo y tanta promoción, me veo y no sé si soy un cantante de rock, Son Goku... ja, ja.

-Hablando de canallas, ¿qué queda del Tito Róber, además de la flexibilidad?

-Pues un montón de cosas, la misma pasión, las mismas ganas cuando estoy trabajando, que son las mismas que le pongo a la vida, o fíjate que diría que más, y también estoy cien por cien más maduro. En cuanto al personaje, me quedó lo divertido. A Roberto Arenales le apodé yo Tito Róber, y el director me lo compró y dejó que hablase de mí en tercera persona, que jamás lo haría porque me parece demasiado arrogante.

-Antes me lo dejaste a huevo. ¿Eres romántico?

-Soy súper romántico, claro que sí. Soy un romántico de la vida y del cine. Cuando uno es romántico en el cine es romántico en la vida, porque una película romántica es romanticismo en estado puro, y no hablo solamente de esas que le apetece ver a una pareja el domingo en casa y con la manta. La vida hay que vivirla con romanticismo, sí.

-Eres el yerno ideal y el amor platónico de mucha gente. ¿Cuál es el tuyo?

-Me hace mucha gracia eso de yerno ideal, que me lo dice mucha gente. No sé, también soy algo canalla... soy más cosas, pero bueno, me hace muy buena publicidad, ¡ja, ja! A ver, intento ser buena gente, y si alguno quiere tener un yerno que sea buena gente, pues ahí sí que puedo encajar. Pero yo, ¿amor platónico? Fíjate, nunca he sido de idolatrar a nadie. Yo cuando era pequeñito admiraba el fútbol, el Real Madrid; y la profesión, los actores de Hollywood... los admiraba, pero no como de tener un montón de pósteres ni de coleccionar cosas. Quizás por haber trabajado desde niño o por conocer a personas muy exitosas, igual ha hecho que lo viese desde otro lugar, sin darle tanta importancia. Es que no he tenido ídolos, y amores platónicos tampoco.

-¿En serio, nadie?

-A ver, digo: «¿Quién me ha gustado de pequeño?», pues Cindy Crawford. Me hizo mucha ilusión conocerla en Los Ángeles, que era tan bella como en las revistas, y muy simpática. Sharon Stone, por ejemplo, que había visto Instinto Básico mil veces y Casino, y cuando rodamos What About Love dije: ¡Qué maravilla! Es más, me ha pasado con Sharon que, como he compartido mucho tiempo con ella, la admiro todavía más que antes. No sabría decirte... las personas a las que idolatro son, quizás, las anónimas que dan servicio a los demás. Son esos médicos que salvan la vida, o los que la dedican a la ayuda humanitaria. También hay grandes oradores que dan charlas inspiradoras, como Víctor Küppers. Y admiro al chef José Andrés, un pedazo de tipo, que le conocí en MasterChef. Admiro a las madres. A las abuelas más todavía, a mi tata. La quiero un montón, muchísimo, porque se ha pasado la vida cuidando a toda la familia. No admiro a artistas, pero soy de admirar el talento, eso me vuelve loco.

Internet

-Ya que mencionas a «MasterChef», confiesa, ¿en casa cocinas tú?

-Sí, pero en la medida en la que puedo. Cocino para amigos todo el tiempo, y con mi amigo Gerónimo Mateos, que es quien me enseñó todo durante cinco horas de lunes a domingo dándome clases. Yo daba cinco horas con él a diario y otras cuatro por mi cuenta en un par de restaurantes y en un cátering. Nuestro plan perfecto es hacer una cena. Les mandamos a los amigos la lista de la compra, ellos compran y nosotros cocinamos.

-Eres un hombre de familia, ¿entra en tu esquema vital formar una?

-Síííí, claro que sí.

-¿Tienes instinto paternal?

-Sí, siempre lo he sentido. Me encantan los niños, pero siempre he pensado que cuanto más tarde pueda formar la familia, muchísimo mejor, porque ahora estoy en un momento muy bueno, personal, mental, físico. Y quiero seguir disfrutando mucho de la vida. Creo que es un acto de generosidad muy grande y me gustaría hacerlo cuando haya decidido que quiero que mis experiencias pasen a un segundo plano para dárselo todo a mis hijos. Que creo que no lo puedo decidir, porque al final la vida cuando te pone las cosas por delante es cuando suceden, pero si lo pienso, cuanto más tarde... Me quedan todavía muchas maratones que correr, mucho mundo por conocer, idiomas que aprender y un montón de cosas por hacer antes. En mi entorno estoy rodeado de niños y estoy viendo cómo a mis amigos les ha cambiado la vida.

-Bueno, esos amigos siguen corriendo maratones, conociendo mundos distintos, aprendiendo cosas nuevas cada día... con los niños es lo que toca, aunque de otra manera.

-Así es, lo que pasa es que la libertad absoluta que tengo de decir: «Mañana me voy a Chicago, y de ahí a Toronto y a las cataratas del Niágara. Y luego me voy a África, y quiero conocer Australia y estar un mes, que me lo puedo permitir, disfrutando»... eso no lo puedes hacer con una familia. Hace nada me fui a Bolivia con Jesús Calleja a escalar un glaciar. Y tengo cuatro amigos a los que les hubiese encantado acompañarme, pero tenían familia con recién nacidos y no pudieron.

-Tanto negarte que igual te llega antes de lo que crees.

-¡Uy no, no! Ojalá no, en serio, que yo quiero viajar un montón. ¡Espera, espera! Ja, ja.

-A ver qué me cuentas en la próxima entrevista.

-Qué va, ojalá hagamos siete entrevistas u ocho y entonces, ahí, podamos hablar de eso.