Estrategias dispares en los países de la UE para afrontar la ola ultraderechista

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ, AGENCIAS

ACTUALIDAD

Marine Le Pain, líder del Frente Nacional, durante la presentación de la campaña de su partido a las elecciones europeas
Marine Le Pain, líder del Frente Nacional, durante la presentación de la campaña de su partido a las elecciones europeas CHRISTIAN HARTMANN | Reuters

Los partidos clásicos han pactado con los radicales en los países en los que han sido necesarios para gobernar

15 ene 2019 . Actualizado a las 11:17 h.

En la mayor parte de los países europeos, los partidos tradicionales han implantado una especie de cordón sanitario a la hora de colaborar con la ultraderecha. Su presencia ha ganado terreno en los últimos años aprovechando las características del sistema electoral, como en Francia en las europeas, condicionando programas (como en Hungría) o por alianzas (como en Italia).

En Alemania, el bloqueo frente a la ultraderecha llega incluso al ámbito regional. Alternativa para Alemania (AfD), con escaños en el Parlamento federal desde el 2017, tiene representación en las cámaras regionales de los 16 estados del país. Pero está excluida por el resto del espectro parlamentario para cualquier coalición o apoyo externo.

En Italia, los populistas de derechas han conseguido dar el salto del gobierno regional al nacional, gracias a las alianzas y a la transformación al soberanismo. La Liga de Matteo Salvini, en el Gobierno de Italia, siempre ha sido fuerte en el norte del país, sobre todo gracias a la coalición con otras fuerzas derechistas como la Forza Italia de Silvio Berlusconi. Con esta fórmula, la Liga está en el Gobierno de seis de las veinte regiones del país, además de una treintena de capitales de provincia. En las elecciones generales del 4 de marzo, la Liga de Salvini logró un 17 % de los votos (frente al 4 % del 2013) y se convirtió en una bisagra para un Gobierno con los populistas del Movimiento Cinco Estrellas.

En Francia, la ultraderecha está presente en las instituciones locales y regionales desde los años 80. En las últimas regionales, en el 2015, fueron la fuerza más votada en primera ronda, pero el sistema de doble vuelta les privó de presidir ninguna región por el rechazo del resto de fuerzas. Tienen 24 eurodiputados en la única elección sin doble vuelta.

En Bélgica, la extrema derecha está representada por el Vlaams Belang, con tres diputados a nivel nacional y seis en la Cámara flamenca. En la reciente crisis del Gobierno belga, el rey Felipe volvió a excluir de su ronda de contactos al Vlaams Belang, como es ya habitual. Tanto el Vlaams Belang como la N-VA rechazan el pacto migratorio de la ONU.

En Holanda, el Partido de la Libertad (PVV), de Geert Wilders, es la segunda fuerza parlamentaria del país, pero se vio relegado a la oposición por una coalición de liberales, socialdemócratas, progresistas y cristianos, que rechazó negociar con su líder por su discurso racista y eurófobo alejado de su línea política.

El mito nórdico

La derecha xenófoba está implantada en los países nórdicos desde hace más de una década y, salvo en Suecia, ha integrado o apoyado gobiernos de derecha o centroderecha a escala local, regional y nacional. El Partido Popular Danés fue la segunda fuerza más votada en el 2015 y ha sido sostén de todos los Ejecutivos de derecha desde el 2001, incluido el actual.

El Partido del Progreso noruego forma parte de los gobiernos de su país y mantiene colaboraciones a nivel local y regional. En Finlandia, el ultraderechista Verdaderos Finlandeses está presente en buena parte de los entes municipales y es la quinta fuerza política a nivel local.

En Hungría gobierna Víktor Orbán, que desde su llegada al poder en el 2010 ha radicalizado su política, sobre todo contra la migración, quizá por la presión ejercida desde la derecha más extrema, la del Jobbik (fundado en el 2003), que entró por primera por primera vez en el Parlamento en el 2010 y desde el 2018 es la segunda fuerza en la Cámara.

En Austria, el FPÖ, fundado en 1954, ha estado durante décadas en los nueve parlamentos regionales y en el Parlamento nacional, siendo en general la tercera fuerza. La formación volvió al poder tras formar una coalición de con el democristiano ÖVP. El programa y las propuestas del partido, fundado en su momento por antiguos jerarcas nazis y con una ideología claramente ultraderechista y eurocrítica, están casi todos centrados con el objetivo de reducir la inmigración.

La extrema derecha checa, encarnada en el eurófobo Partido de la Democracia Directa (SPD) del checo-japonés Tomio Okamura, sumó el pasado año un 10,6 % de los votos con sus proclamas de una salida «a la inglesa» de la UE, no ha logrado integrar un Gobierno y se mantiene en la oposición.

Suecia, entre el bloqueo de los comunistas y los xenófobos

Aunque desde algunos círculos se ha intentado vender el pacto de Gobierno en Suecia entre socialdemócratas, verdes y liberales que encabezaría Stefan Löfven como un ejemplo de cordón sanitario contra los Demócratas Suecos, la formación ultraderechista que es por primera vez decisiva en la política local con sus 62 escaños, lo cierto es que la pelea va mucho más allá en el Parlamento de Estocolmo.

La llave para que prospere la coalición entre rojiverdes y liberales centristas la tienen los comunistas. Pero estos se niegan a acatar una cláusula en el pacto de los primeros, que pretenden «anular cualquier tipo de influencia» de los ultraizquierdistas en el futuro Gobierno. Es decir, Suecia plantea un doble cordón sanitario contra los populismos, tanto hacia la extrema derecha como hacia la extrema izquierda. «Si no cambia la situación, no vamos a poder votar amarillo (abstención), no es posible», avanzó en rueda de prensa Jonas Sjöstedt para manifestar el rechazo de su formación a la exigencia de centristas y liberales.

Suecia vive una anómala situación política por el panorama surgido de las elecciones del 8 de septiembre: el bloque de izquierda de Löfven, cuyo partido fue el más votado, logró 144 escaños, frente a 143 de la Alianza de centroderecha y 62 de los extremistas de derechas.

Tras no salir adelante en la Cámara dos proyectos de Gobierno en minoría del líder conservador, Ulf Kristersson, y Löfven, el presidente del Parlamento decidió explorar la vía de la nueva coalición antes de convocar nuevas elecciones. Ayer, se aplazó dos días más la votación en busca de un consenso aún lejano.