«La inflación nos está comiendo»

HÉCTOR ESTEPA CARACAS / E. LA VOZ

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REUTERS | CARLOS JASSO

Los venezolanos tienen que echar mano al mercado negro para hacerse con medicinas y productos básicos

27 ene 2019 . Actualizado a las 13:54 h.

Venezuela llega a esta grave crisis política con su situación social y económica en caída libre desde el 2013 -el año en que Nicolás Maduro llegó al poder-, en gran medida por la depauperación de los sectores no ligados a la energía. «No tenemos ni siquiera reactivos para hacernos un simple examen de sangre en un laboratorio», explica Eugene Díaz, una seguidora de Juan Guaidó, el joven político que juró el miércoles como presidente «encargado» de Venezuela.

«Aquí nos invadieron los bachaqueros (personas que revenden los productos de consumo común, que en ocasiones no se encuentran en el mercado), nosotros no podemos llegar a un supermercado, no podemos llegar a una farmacia, adquirir un elemento de la cesta básica, o un medicamento. Un simple antibiótico, no lo podemos conseguir si no es bachaqueado», lamenta Díaz. «Y lo pagamos en dólares. Entiéndase bien, en dólares. Que quede claro, Venezuela necesita ayuda humanitaria», añade.

Son los efectos de una economía en crisis. El producto interior bruto (PIB) venezolano se ha reducido a la mitad desde el 2013, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Dicha institución cuantificó una caída del 14 % del PIB en el 2017 y del 18 % en el 2018. Pronostica ahora una reducción del 5 % este año. Solo Libia y Sudán del Sur han sufrido una crisis mayor en la última década, según el FMI.

La inflación galopante es la batalla que Maduro no ha podido ganar: el 2018 cerró en 1.700.000 %. Esto supone una subida diaria de más del 3 % en todos los productos. Las previsiones son que la hiperinflación llegue al 10.000.000 % al término de este año.

Subidas del salario mínimo

El Gobierno chavista ha intentado contrarrestar ese aumento de precios con hasta 26 subidas del salario mínimo, unos siete dólares (6,14 euros) al mes, pero sin éxito. El desempleo y la inflación han continuado al alza, al igual que el desabastecimiento de productos básicos y medicinas, todo aderezado con el aumento de los delitos criminales. La única salida que tienen las clases sociales más desfavorecidas está en el mercado negro, donde se venden a precios mucho más altos que los establecidos por el Gobierno.

«Tú sales a un mercado y ya no puedes comprar nada porque todo está demasiado caro. La inflación nos está comiendo. Esperamos que los jóvenes vuelvan cuando todo se arregle. Los necesitamos de vuelta», comenta José Moreno, empleado de una cadena local de televisión.

Desde el Gobierno se ha denunciado una «guerra económica» contra Venezuela y el bloqueo adrede del stock de varios productos de algunas de las mayores compañías nacionales e internacionales. Nicolás Maduro ha cuantificado en 20.000 millones de dólares las pérdidas que las sanciones aplicadas por Estados Unidos han supuesto para el país.

«Venezuela ha denunciado esta persecución en las Naciones Unidas, ante el secretario general de la instancia, así como ante distintos organismos, y nadie dice nada», explicó a principios de año el líder venezolano al analista Ignacio Ramonet.

Su Gobierno ha intentado contrarrestar la inflación con la creación de una criptomoneda, el petro, amparada en las reservas de combustible del país. Buena parte de los economistas que siguen el país sudamericano tienen dudas con respecto a su futuro funcionamiento. El bolívar, ha experimentado una megadevaluación. Solo en los últimos nueve días el bolívar se depreció 39,6 % frente al dólar en el mercado oficial de subasta de divisas.

El empeoramiento de las condiciones sociales y sanitarias ha supuesto un aumento de la mortalidad infantil a niveles de la década de los noventa. En el 2016, se elevó un 30,12 %, 11.466 muertes de niños de 0 a 1 año, según las cifras publicadas por el Ministerio de Salud venezolano. Las dificultades financieras y la escasez de alimentos y medicinas han provocado la salida de hasta tres millones de personas del país sudamericano, rumbo a otros países del continente y también a España. La ONU prevé que la diáspora llegue a los 5,3 millones este año.

A pesar de poseer las mayores reservas mundiales de crudo, el petróleo no ha sido suficiente para impulsar la economía. La caída a la mitad en dos décadas de la producción del petróleo y el descenso de los precios hizo disminuir la capacidad de maniobra del Gobierno. Maduro asegura que la situación se reconducirá en el 2019 y aboga por continuar negociando un buen precio en la OPEP. Pero la disparada corrupción en las empresas públicas disparó en varios millones de dólares las pérdidas en la estatal petrolera PDVSA.

Baltazar Porras, Cardenal venezolano: «Al régimen lo único que le importa es el poder, no la gente»

Darío Menor

Hombre muy cercano al papa, el cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas, espera que el «confuso» escenario en el que ha entrado la crisis política en su país derive en el fin de un régimen «para el que lo único importante es el poder y no la gente». Hasta hoy está en Panamá para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud.

-¿Ha podido ya hablar con Francisco estos días?

-No he tenido aún la oportunidad, pero el episcopado mantiene una conexión directa con el Vaticano desde Caracas. En la última visita que hicimos los obispos a Roma, el papa nos insistió en que estaba con nosotros y de acuerdo con lo que hacíamos. Nuestra voz es su voz. Estamos ante una situación confusa, pero que responde a lo que el episcopado repite: estamos ante un régimen para el que lo único importante es el poder y no lo gente.

-¿Qué diferencia la actual revuelta contra Maduro de otras protestas anteriores?

-Antes se achacaba que las manifestaciones eran de la clase media, pero ahora los barrios populares se están sumando. Hay falta de comida, alimento, atención y seguridad jurídica. No hay ley, solo la interpretación que en cada momento hace la autoridad de turno. La emigración masiva ha roto además los lazos afectivos. Los que quedamos y los que están fuera estamos huérfanos de afectos. Por eso hay tanta depresión y ha aumentado el número de suicidios. Los abuelos antes tenían el calor de sus nietos, hijos y amigos, pero se han quedado solos. Se han roto los valores fundamentales de la convivencia.

-La Santa Sede no ha respaldado explícitamente a Guaidó ¿Cómo se debe entender esta postura?

-La Santa Sede llama a la defensa de la vida y de los derechos humanos.

-¿En qué sentido?

-No se trata de una simple negociación o diálogo, pues sería casi un insulto después de lo ocurrido estos años. No se trata de cambios, no hace falta cosmética. Aquí lo que hay es un sistema que no da más de sí, que por su fanatismo ideológico no ve otra cosa que su único dios, el poder. Las últimas manifestaciones muestran que hay una gran hambre de libertad, de poder vivir serenamente. Cada vez que uno ve a un policía o a un guardia dan ganas de salir corriendo porque no viene a defenderte, sino a darte palos.