División en Podemos: un giro forzado por la presión de las bases y el pánico a una dura derrota

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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Javier Lizón | EFE

La crisis de la formación morada muestra la desconexión de Iglesias y Montero con su electorado

29 ene 2019 . Actualizado a las 13:40 h.

La mejor prueba de la desorientación que afecta a unos líderes de Podemos cada vez más alejados de la sensibilidad de quienes contribuyeron a su fulgurante auge tras apropiarse del espíritu del movimiento de los indignados del 15 M ha sido su reacción ante el audaz paso estratégico dado por Íñigo Errejón. Que el secretario de Organización de la formación morada, Pablo Echenique, un hombre que comenzó aspirando a ser la conciencia crítica del partido frente al hiperliderazgo de Iglesias, se apresurara a descalificar en términos absolutamente despectivos a Errejón, diciendo que si no dimitía de sus cargos en Podemos era porque «de algo tiene que vivir hasta mayo», indica hasta qué punto los actuales máximos dirigentes del partido, Pablo Iglesias y su pareja, Irene Montero, de los que Echenique ha pasado a ser mera correa de transmisión, consideran que la formación es un órgano a su servicio en el que cualquiera que discrepe no tiene más destino que ser arrojado al ostracismo.

El golpe contra la realidad llevó sin embargo a Echenique a tener que pedir disculpas de inmediato por una muestra de desprecio que ni siquiera sería aceptable si estuviera dirigida a un rival político en las antípodas ideológicas de Podemos. Y lo mismo está ocurriendo ahora con la posición de fuerza que pretendió adoptar Pablo Iglesias inmediatamente después del golpe de efecto de Errejón de aliarse con la alcaldesa madrileña Manuela Carmena para desafiar el poder omnímodo del secretario general. Iglesias, convencido de que la militancia lo secundaría, abandonó su baja por paternidad para anunciar, sin consultarlo con nadie, que Podemos presentaría una candidatura alternativa a la de Errejón, al que situó fuera del partido. Pero, una vez más, se demostró que quienes parecen vivir ajenos a la realidad de sus simpatizantes y votantes son el dúo Iglesias-Montero, cada vez más aislados en su dacha de Galapagar. La dimisión de Ramón Espinar y las críticas internas a Iglesias de otras figuras que se consideraban muy próximas a él han hecho reaccionar al secretario general y abandonar, aunque solo sea de manera puramente táctica, su dogmatismo político. Detrás de ese giro hacia el diálogo con Errejón al que parece abrirse ahora Iglesias está el pánico de muchos dirigentes y diputados del partido a que presentar una lista alternativa a la alianza de Errejón y Carmena se salde con un fracaso estrepitoso que pudiera dejar a Podemos fuera de la Asamblea de Madrid, al quedar por debajo del 5 % de los sufragios. Algo que, además de suponer un desperdicio de votos de izquierda que favorecería al PP y a Ciudadanos, supondría un golpe político del que Podemos tendría muy difícil recuperase. Están en juego muchos intereses. De ahí las presiones a Iglesias para que pacte con Errejón. Pero está por ver que el interés de su partido vaya a pesar más que el ego del secretario general en su decisión final.