El cardenal Reinhard Marx reconoce que la iglesia destruyó archivos sobre abusos sexuales

afp / europa press ROMA

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Propone publicar sumarios judiciales sobre los casos para evitar «teorías de la conspiración»

23 feb 2019 . Actualizado a las 20:02 h.

La Iglesia católica destruyó archivos sobre los autores de abusos sexuales, reconoció este sábado el cardenal alemán Reinhard Marx durante una histórica cumbre en el Vaticano sobre la lucha contra la pederastia. «Los archivos que hubieran podido documentar estos actos terribles e indicar el nombre de los responsables fueron destruidos o incluso no se llegaron a crear», declaró el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana.

El presidente de la Conferencia Episcopal alemana y arzobispo de Munich y Frisinga ha propuesto la publicación de los sumarios judiciales de los casos de abusos por parte del clero para evitar «teorías de conspiración» sobre la gestión de la Iglesia. Marx se reunió este viernes en privado, en un lugar reservado, a la hora del almuerzo, con 16 víctimas de abusos del grupo Ending Clerical Abuse (ECA). El encuentro con las víctima, realizado por iniciativa del Purpurado, duró 90 minutos, según informa Vatican News. El purpurado informó posteriormente al Papa sobre los contenidos del encuentro.

La Iglesia católica alemana ha llevado a cabo un extenso estudio sobre los abusos sexuales cuyos resultados presentó el pasado mes de septiembre y que concluye que entre 1946 y 2014 se contabilizaron un total de 3.677 casos de abusos sexuales a niños y jóvenes por parte de 1.670 clérigos.

«La desconfianza institucional conduce a teorías de conspiración sobre una organización y la creación de mitos sobre ella. Se puede evitar si los hechos se exponen de forma transparente», ha manifestado el cardenal alemán en el tercer día de la cumbre del Vaticano que reúne hasta el domingo a 190 jerarcas episcopales, superiores religiosos y otros expertos para ahondar en la lacra de la pederastia.

A su juicio, los procedimientos legales correctos sirven para establecer la verdad y constituyen la base de un castigo proporcional al delito. Además, establecen confianza en la organización y en su liderazgo. «La persistencia de las dudas sobre la correcta conducción de los procedimientos procesales no hace otra cosa más que dañar la reputación y el funcionamiento de una institución. Este principio también se aplica a la Iglesia», ha agregado.

LÍMITES: SECRETO PONTIFICIO Y ACUSACIONES FALSAS

Marx ha dejado claro que no existen alternativas a la rastreabilidad y a la transparencia, pero ha matizado que hay «objeciones» que hay que tener en cuenta, sobre todo referidas «a la violación del secreto pontificio», así como a la «ruina de la reputación» de los sacerdotes inocentes o del sacerdocio y de la Iglesia en su conjunto a través de «falsas acusaciones, si se hacen públicas».

Sobre el secreto pontificio, el purpurado alemán considera que las reservas serían relevantes «solo si es posible indicar razones convincentes por las que el secreto pontificio debería aplicarse al enjuiciamiento de delitos relacionados con el abuso de menores». «Tal y como están las cosas, no conozco estas razones», ha matizado.

Por otro lado, ha valorado que los principios de presunción de inocencia y protección de los derechos personales y la necesidad de transparencia «no se excluyen mutuamente», sino todo lo contrario. «Un procedimiento transparente, regulado de manera clara y definida, garantiza que se den los pasos correctos antes de que aquellos que deben pronunciar la sentencia lo hagan», ha manifestado.

A su juicio, este es el «mejor mecanismo de seguridad» contra los prejuicios o juicios falsos sobre la cuestión. De hecho, Marx ha manifestado que un procedimiento público y claramente definido establece un grado de credibilidad que «permite rehabilitar la reputación» de una persona acusada falsamente, que de lo contrario estaría expuesta a «rumores» si las investigaciones no fueran adecuadas, transparentes o concluyentes.

Sin embargo, ha incidido en que transparencia no significa «aceptación acrítica y difusión no regulada» de noticias de acusaciones de abuso. «El fin es un proceso transparente que aclare y especifique las acusaciones, y que siga los estándares generalmente aceptados con respecto a cuándo y cómo el público, las autoridades y la Curia romana deben ser informados. Estos procedimientos estándar harán entender con claridad que no es la transparencia lo que daña a la Iglesia, sino los actos de abuso cometidos, la falta de transparencia o el encubrimiento consiguiente», ha subrayado.

Finalmente, considera «esencial» establecer normas procesales o transparentes y reglas para los procesos eclesiásticos porque la Iglesia «no debe operar por debajo de los estándares de calidad de la administración pública de la justicia si no quiere ser criticada por tener un sistema legal inferior, que es perjudicial para las personas».

«Tenía 11 años y un sacerdote de mi parroquia destruyó mi vida»

«Buenas tardes, quería contarles de cuando era una niña. Pero es inútil hacerlo porque cuando tenía 11 años un sacerdote de mi parroquia destruyó mi vida», así comenzó uno de los testimonios de una mujer italiana sobre el que los 190 líderes de la Iglesia católica reflexionaron durante la reunión sobre los abusos en el Vaticano.

El testimonio fue escuchado antes de la oración final y publicado por el Vaticano.La mujer explicó que de ese periodo solo le queda el recuerdo de «todas las veces en las que él me bloqueaba a mí, niña, con una fuerza sobrenatural: yo me paralizaba, me quedaba sin respirar, salía de mi cuerpo, buscaba desesperadamente con los ojos una ventana para mirar hacia afuera, esperando que todo terminara. Pensaba: 'si no me muevo, de repente no sentiré nada; si no respiro, de repente podría morir'».

El testimonio de esta mujer se suma a otros seis que se han podido escuchar en esta histórica reunión convocada por el papa Francisco para abordar los abusos por parte de miembros de la iglesia y que concluirá mañana con una misa.La mujer explicó que cuando era niña solo podía pensar: «¡Seguramente habrá sido culpa mía!» o «¿Me habré merecido este mal?».

«Sentía que ya no valía nada, ni siquiera que existía. Solo quería morir: lo he intentado... no lo he logrado», agregó la mujer, que explicó a los 190 representantes de la jerarquía católica que los abusos continuaron durante cinco años y «nadie se dio cuenta». «Para no hacerme sentir el dolor, el asco, la confusión, el miedo, la vergüenza, la impotencia, el no ser adecuada, mi mente ha removido los hechos ocurridos, ha anestesiado mi cuerpo colocando distancias emotivas con respecto a todo aquello que vivía causando en mí enormes daños», relató.

Señaló que ha necesitado 40 años para encontrar la fuerza de la denuncia y sobre todo que lo tuvo que contar solo a sacerdotes por lo que resultó aún más difícil. «Creo que una presencia femenina sería una atención necesaria e indispensable para acoger, escuchar y acompañar a nosotros víctimas», propuso. La mujer concluyó su testimonio defendiendo a las personas que han guardado silencio durante todos estos años «por la vergüenza» y sostuvo que «las heridas jamás prescriben».