Ramona Maneiro: «Ya han pasado 21 años y no nos hemos movido»

Antón Parada RIBEIRA / LA VOZ

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La pobrense que ayudó a morir a Ramón Sampedro abordó el reciente caso de María José Carrasco y señaló ante los medios la innacción política ante la legalización de la eutanasia

08 abr 2019 . Actualizado a las 20:17 h.

Desbordada. Así se encuentra la pobrense Ramona Maneiro desde que la pasada semana se hiciese público el caso de María José Carrasco y su marido, Ángel Hernández, quien la ayudó a morir suministrándole una dosis de pentobarbital sódico para así poner fin a tres décadas de sufrimiento padeciendo una avanzada enfermedad de esclerosis múltiple. Maneiro, quien afirmó haber recibido la noticia a las ocho de la mañana a través de la comunicación de un periodista, había evitado a los medios de comunicación hasta esta misma mañana, cuando rompió su silencio en una multitudinaria rueda de prensa para sentenciar algo que ya había venido señalando periódicamente: «Ya han pasado 21 años y no nos hemos movido una mierda». Esta fue su contundente respuesta a la pregunta de si consideraba que la noticia que ha puesto de plena actualidad el debate sobre la eutanasia había acercado la posibilidad de su legalización o regulación, una contestación a la que le cosió un «ojalá, porque estas cosas no deberían de pasar así» y un «espero que a partir de ahora se hable de la eutanasia».

Ángel pudo despedirse de su mujer de cara al público, a la cámara, agarrado de su mano. Eso fue muy bonito, me dio un vuelco al corazón»

«Fue algo parecidísimo a lo que me pasó a mi con Ramón, pero con la diferencia, con envidia sana, de que Ángel pudo despedirse de su mujer de cara al público, a la cámara, agarrado de su mano. Eso fue muy bonito, me dio un vuelco al corazón», indicó Maneiro, que precisó que no había hablado con Hernández, pero que si pudiera le daría «besos, abrazos» y «todos los ánimos del mundo», pues «no le va a pasar nada, ya que no interesa mucho que se hable del cuento». En este sentido, considera fundamental que se vuelva a hablar de la eutanasia e invitó a los periodistas, primero a que dejen respirar un par de días a Ángel Hernández, a quien describió como un «valiente», y luego, a que busquen historias ocultas de personas como la de María José Carrasco en vez del morbo. 

Aquella que volvió a describirse como «las manos de Ramón» también explicó que el motivo de su tardanza en contestar a los medios tiene mucho que ver con su reiterada decisión de desvincularse de la primera línea de esta lucha, puesto que está entregada a su familia y recientemente ha sido abuela por quinta vez. Es más, Ramona Maneiro dejó caer que había recibido ofertas políticas en el pasado, pero que siempre desechará cualquier oferta de este tipo, así como la posibilidad de que partiese de ella: «Ni de coña. Yo tampoco serviría para eso [la política], tengo muy mala leche y siempre me cabreo con las injusticias». Incluso, y con el discurso directo que siempre la ha caracterizado, llegó a afirmar que «tenemos una pandilla de inútiles, los españoles somos gilipollas, pero más los gallegos», en relación a la clase política.

Eutanasia clandestina

Maneiro dejó entrever que más allá del caso de María José Carrasco, podrían haberse dado ejemplos de eutanasia clandestina, de personas que de forma altruista hayan ayudado a dejar este mundo a familiares o amigos en situaciones similares a la de la madrileña. Para ella todo forma parte de la misma rueda en la que este debate se diluye con el tiempo y luego regresa de repente a todos los platós. «Los debates me ponen enferma», alegó de situaciones que la sacan de quicio y que no logra comprender cómo algunos sectores, donde se refirió a la Iglesia católica, se haga campaña en contra de la consecución del derecho a una muerte digna.

«Yo pido la eutanasia para mí, el que quiera sufrir que sufra», explicó tajante, recordando que también hubo oposición en su momento a la aprobación de las leyes del divorcio y del aborto. «Déjense de parlar, queremos soluciones», encomió al poder legislativo. Y es que Maneiro dejó claro que en Madrid se produjo una escena que no le gustó nada y que consituyó otra diferencia entre el caso de Ramón Sampedro y el de María José Carrasco: «Me dio mucha pena verle esposado [a Ángel Hernández], a mí eso no me pasó».

Pasado y presente

Era inevitable que no estableciesen comparaciones entre el caso de Ramón Sampedro y el de María José Carrasco y, uno de los asuntos que le inquirieron a Maneiro se trató de si se arrepiente o si hubiera cambiado algo aquel 12 de enero de 1998. «Siempre he hecho lo que me ha dictado mi corazón», sentenció rotundamente, para concretar que lo hubiera hecho de otra forma, en relación al empleo del cianuro potásico para provocar el fallecimiento del tetrapléjico sonense, que calificó de «chapuza». Además, Maneiro comentó que son las personas que le aconsejaron a Sampedro dicho método «los que tendrían que tener remordimientos».

De esta forma, la pobrense explicó que es consciente de que las declaraciones formuladas esta mañana «no gustarán» en algunos círculos. También señaló que no queda nada del «mito Ramona» en la actualidad, excepto unos «ocho palés» de su libro que ya está fuera del mercado, e ironizando, invitó a todos los periodistas a «que si saben algo de los dineros, mandádmelos», aludiendo a las acusaciones, que recibió anteriormente, de haber cobrado por contar su historia en determinados medios de comunicación; cuestión de la que precisó que cree que podría haberle venido causando complicaciones laborales durante toda su vida.