El «Chicle» se enfrenta al rapto que permitió resolver el caso Diana Quer

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

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Empieza el juicio por el secuestro e intento de violación de una chica en Boiro, el gran error que permitió cazar a Abuín Gey

10 abr 2019 . Actualizado a las 11:01 h.

Dicen los criminalistas que los depredadores sexuales no pueden parar de cazar. Que su mente enferma les lleva a actuar una y otra vez incluso cuando hay un riesgo evidente de que les descubran. Eso es lo que le habría sucedido a José Enrique Abuín Gey, alias el Chicle, cuando la noche del 25 de diciembre del 2017 raptó a una chica en Boiro con la intención de violarla. Un año antes, según la Fiscalía, había hecho lo mismo con Diana Quer en A Pobra do Caramiñal y él sabía que, por sus antecedentes, la Guardia Civil había escrito su nombre en la lista de sospechosos. Pese a ello, no pudo evitar el impulso de repetir y cometió el error que hizo posible resolver el terrible asesinato de Diana. Dos jóvenes que oyeron los gritos de la víctima de Boiro la rescataron y el Chicle huyó, pero cuatro días después fue detenido y confesó el crimen de la madrileña de 18 años de edad. Aquel error le lleva ahora por primera vez ante un tribunal y se juega un total de 15 años y diez meses de prisión por los delitos de detención ilegal, agresión sexual en grado de tentativa, robo, amenazas y lesiones.

El relato de hechos que ha elevado la Fiscalía a la sección compostelana de la Audiencia Provincial -la encargada de juzgar este caso que supondrá el primer encuentro del Chicle con los tribunales-, es espeluznante. La chica había salido de su casa aquella noche, sobre las 22.25 horas, e iba a un bar al encuentro de unos amigos. Caminaba como caminan los jóvenes, distraída y enviando wasaps. Abuín Gey la seguía en coche y observaba sus movimientos. Aparcó en la calle Bao y allí, aprovechando la mala iluminación y que no había nadie, la abordó. Oculto bajo una sudadera oscura y con la capucha puesta,  esperó hasta que la joven llegó a su altura y la sorprendió agarrándola por el cuello e inmovilizándola al tiempo que ponía en su nuca un objeto metálico y le gritaba: «Dáme o móbil, dáme o móbil agora mesmo».

La joven, para librarse de él y sin comprender aún el terrible plan que se cernía sobre ella, le ofreció dinero y le suplicó que la soltara. Tras responderle con un «no» rotundo, la amenazó con un «se segues gritando córtoche, métete no coche e dáme o móbil», pero al ver aparecer un vehículo trató de disimular, soltó a la chica y le dijo que todo había sido un error, que la había confundido con otra a la que su novio quería gastar una broma.

Salvada por dos jóvenes

Aterrorizada, la chica dio varios pasos hacia atrás sin perderle la cara a Abuín Gey, que en cuanto que se marchó el vehículo que le había interrumpido volvió a la carga. Así, explica la Fiscalía, la cogió de nuevo con fuerza y la introdujo en el maletero de su coche, el mismo Alfa Romeo color gris en el que después se hallaron restos biológicos de Diana Quer. La joven se resistió, gritó pidiendo ayuda y pataleó con las dos piernas por fuera del coche, luchando para no quedar por completo dentro de él. Algo que la habría colocado en la misma terrorífica situación en la que un año antes se había visto Diana.

Tuvo más suerte. Dos jóvenes que cruzaban la calle oyeron sus gritos y, valientes, acudieron en su ayuda. Cuando llegaron al coche, el terror había hecho que la chica sacase fuerzas de donde no habría creído tenerlas y estaba fuera del maletero forcejeando con el Chicle. Al verles llegar, Abuín Gey la soltó y huyó.

Lo que pudo pasarle a esta joven en Boiro fue lo que un año antes la Fiscalía sostiene que le sucedió a Diana Quer. El cruel secuestro, violación y asesinato de esta joven madrileña que veraneaba en A Pobra do Caramiñal también se juzgará en Santiago, en la Audiencia Provincial y con jurado popular, pero habrá que esperar hasta finales de año para volver a ver a José Enrique Abuín Gey sentado de nuevo en el banquillo de los acusados. Entonces se jugará mucho más, porque tanto el ministerio público como la acusación particular, que ejerce la familia de la víctima, reclaman para él prisión permanente revisable.