El virus de los antivacunas avanza por EE. UU.

María. F. Blanco NUEVA YORK / E. LA VOZ

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SHANNON STAPLETON | Reuters

Los brotes de sarampión se convierten en una constante en ciertas áreas del país

21 abr 2019 . Actualizado a las 10:30 h.

El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos ha alertado que el número de casos de sarampión en lo que va de año ya ha superado al total de contagios en el 2018 y las autoridades sanitarias vuelven a poner una vez más en el punto de mira a los movimientos a favor de la libertad de los padres a decidir sobre la salud de sus hijos. Uno de ellos es A Voice for Choice, que preside Christina Hildebrand. Desde California, Hildebrand rebate con la seguridad de quien ha repetido muchas veces el mismo mensaje que «el sarampión es una enfermedad altamente contagiosa también entre vacunados» y hace mención a algunos de los estudios sobre la «ineficacia y los peligros de las vacunas» que su organización utiliza como argumentario.

«No importa el número de investigaciones científicas que se publiquen negando la relación entre la triple vírica (vacuna del sarampión, paperas y rubeola? con el autismo). Los médicos no pueden pasarse todo el día en Internet negando teorías de la conspiración y menos contrarrestar el poder de las ocurrencias seudocientíficas de famosos como Gywneth Paltrow», explica Arthur Caplan, director de la división de Bioética de la Facultad de Medicina de New York University.

Autor de libros sobre ética y políticas de vacunación, el doctor Caplan alerta de la «falsa apariencia de seriedad» de entidades como la de Hildebrand y, muy especialmente, de la del Centro Nacional de Información sobre Vacunas. Detrás de la enorme presión que ejercen estos grupos, el profesor ve motivaciones económicas ya que algunos se lucran con la venta de productos naturales «como si un complejo vitamínico pudiese reemplazar la eficacia demostrada de una vacuna».

«Si estamos siendo más activos y visibles es por la necesidad de defender una decisión que debería ser libre e individual ante la aprobación de leyes más estrictas», sostiene Hildebrand refiriéndose a la norma del 2015 que en California obliga a que todos los niños sin excepción tengan su calendario de vacunas al día para poder ir a la escuela.

La OMS ha señalado la desconfianza en las vacunas como una de las 10 grandes amenazas mundiales del 2019 para la salud y hace tan solo unos días Facebook y YouTube anunciaban medidas para controlar los contenidos de los antivacunas ante su proliferación en la red. Mientras, legisladores de Nueva York proponen seguir los pasos de California y eliminar cualquier excepción al programa de vacunaciones, incluso la que alude a motivos religiosos.

En la metrópoli neoyorquina los contagios se dan principalmente entre la comunidad judía ultraortodoxa de Brooklyn. Los casos siguen aumentando también más al norte, en el condado de Rockland, a pesar de estar vigente el estado de emergencia de 30 días que decretó el Gobierno local a finales de marzo para prohibir el acceso a espacios públicos a cualquier menor sin vacunar bajo multa de hasta 500 dólares. Un grupo de padres presentó una demanda alegando que esta ley solo puede aplicarse en casos extremos como catástrofes naturales o durante disturbios.

Ultraortodoxos

La práctica totalidad de los contagiados en este condado de poco más de 300.000 habitantes son también ultraortodoxos. «Viven casi aislados del resto de la población pero con familiares en Brooklyn. De ahí la relación entre los dos brotes, originados por un contagio en Israel», explica José Guillermo Rosas, ejecutivo adjunto del Condado. Asegura que los rabinos están cooperando en campañas de vacunación y que la mayoría de ellos insisten en que su doctrina no se opone a las vacunas. De ser así, los motivos por los cuales algunos piensan que una comunidad que no utiliza Internet es reacia a inmunizarse habría que buscarlos en grupos como PEACH, que llevan tiempo centrados en barrios ultraortodoxos mediante la distribución de revistas. Ahí se llega a afirmar que las vacunas no serían aptas para judíos al contener «sangre de mono, rata y cerdo».

Hildebrand denuncia que son ellos los que están sometidos «a la persecución social como si fuésemos unos locos irresponsables con la salud de nuestros hijos cuando hemos tomado una decisión tras la consulta de mucha información».

Una información que, a pesar del descrédito de la comunidad científica se extiende sembrando la duda y poniendo en riesgo la salud pública. Para expertos como el profesor Caplan, el mejor antídoto para combatir este fenómeno es un marco legal más severo «porque la libertad de elección de los padres no puede estar por encima del derecho humano a la salud de sus hijos».