Casado y Rivera se despellejan por el 26M y el liderazgo del centroderecha

Juan María Capeáns Garrido
Juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

ACTUALIDAD

Casado y Rivera, antes del último debate por el 28A
Casado y Rivera, antes del último debate por el 28A JUAN MEDINA | Reuters

El líder popular acusa a Ciudadanos de plagiar su programa electoral y augura que los naranjas serán la «respiración asistida» del Gobierno de Pedro Sánchez

09 may 2019 . Actualizado a las 08:02 h.

Pablo Casado ha echado cuentas y, tras una primera semana de duelo en la que basó su lamento en la sangría de votos por la derecha (2,7 millones), ha redirigido su estrategia para ir al choque con Albert Rivera, que respira en el cogote de los populares con 4,1 millones. Ciudadanos, a pesar de la sociedad que mantienen en Andalucía y las que pudieran venir tras el 26M, tampoco ha realizado demasiados esfuerzos por evitar el contacto dialéctico, con las elecciones y el liderazgo del centroderecha de fondo.

Casado ha activado ese discurso belicoso en Madrid, que es la plaza estratégica en la que el PP se juega las sensaciones ganadoras o perdedoras, ya que la falta de estructura de la formación naranja complica una comparación que solo resiste el PSOE, que cabalga cómodo por la izquierda. En la presentación del candidato popular a la alcaldía madrileña, José Luis Martínez-Almeida, el presidente del partido ha acusado a Rivera de «pelear» por ser el líder de la oposición y de «plagiar» el programa del PP «tarde y de forma hipócrita». Casado, que tiene buenas expectativas para los comicios autonómicos y municipales, extendió la duda sobre el rol que pretende escenificar Cs en el Congreso y que sería incompatible con el liderazgo de la oposición, ya que sospecha que va a funcionar la «geometría variable» y que acabarán siendo la «respiración asistida» del PSOE si este lo precisase. Su argumento, con evidente ánimo de pique, es que Rivera tiene dificultades para aguantar tras 13 años presidiendo el partido «y cuatro derrotas consecutivas», una idea que redondeó Génova, donde han puesto la máquina de las maldades a funcionar y elevan la apuesta: no aguantará 17 años en la oposición con «Arrimadas al lado», recurriendo a la táctica de elevar al compañero para hundir al objetivo.

Ciudadanos, por iniciativa propia o por defenderse de los ataques, también ha hablado más en las últimas horas del PP que de Pedro Sánchez, y cuando se ha referido al PSOE ha sido para justificar la imposibilidad de llegar acuerdos con un partido donde no hay voces contradiciendo que el socio natural sea Podemos, de ahí que el secretario general, José Manuel Villegas, vea «difícil» cualquier acuerdo con los socialistas, ya sea en el Congreso o en las comunidades.

Lío con todo, hasta con el 155

Los líderes de ambas formaciones se han enzarzado incluso con asuntos en los que estaban de acuerdo, como la aplicación del 155 en Cataluña. Pero Rivera, en este punto, le ha pedido al PP que no abra una lucha de legitimidad y que «no frivolice» con el asunto, después de que la coordinadora de la campaña popular, Cuca Gamarra, dijera que los cuatro senadores de Ciudadanos son «un chiste». En un juego dialéctico recurrente, Rivera contestó que «podría decir lo mismo de los escaños del PP en Cataluña, pero no lo voy a hacer». A su manera, sí lo hizo.

El barcelonés trata los ataques de sus socios en Andalucía con displicencia y les pide que gestionen su «inseguridad» tras la «debacle» sin equivocarse de enemigo, al tiempo que los invita a hacer autocrítica. De hecho, Rivera ya habla de «obsesión» por parte de los populares, a los que les pide colaboración para que Podemos no sea decisivo en los gobiernos de Madrid y otras capitales como Barcelona, Valencia o Málaga. A pesar de los líos, asegura que siguen siendo sus «socios preferentes». De hecho, ha pedido abiertamente a los populares que apoyen a sus candidatos Begoña Villacís e Ignacio Aguado si obtienen más votos, «como hicimos nosotros en el 2015».

En la misma línea se mueve el fichaje naranja Ángel Garrido, que no quiere tener un enfrentamiento directo con su antiguo partido. El expresidente madrileño sí fue categórico al descartar cualquier tipo de pacto con el socialista Ángel Gabilondo, y delegó en las direcciones orgánicas la elección de la fórmula de un hipotético Gobierno, ante las asperezas que podría provocar su presencia, que es una de las cuentas pendientes que se apuntó el PP en la pasada campaña.