El chavismo se estrella contra la realidad

Gustavo Roosen (*) CARACAS

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Un joven «minero» busca restos en el río Guaire
Un joven «minero» busca restos en el río Guaire Raúl Martínez | Efe

Un reciente informe interno de la ONU sostiene que casi un cuarto de la población de Venezuela necesita ayuda humanitaria urgente. Una familia de cinco miembros necesita 48 sueldos básicos para cubrir sus necesidades alimentarias

03 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

(*) Presidente del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) de Venezuela.

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Es natural que el reciente reportaje del New York Times sobre Venezuela haya causado profunda impresión, tanto por el verismo y la crudeza de las fotos como por la información desplegada y el tono humano del reportaje. El panorama de Maracaibo descrito (especialmente grave por la lejanía del estado Zulia de la central de Guri que abastece de electricidad al país) llegará pronto a Caracas, donde ya una inmensa mayoría de la población sufre de falta de electricidad o de reiterados cortes de corriente, lo mismo que de cortes en el servicio de agua, de interrupción de las comunicaciones, incluso de escasez de gasolina. Más allá, sin embargo, del reportaje mismo, importa mirar el caso venezolano en su conjunto y en la percepción que del mismo se tiene desde fuera de Venezuela.

La perspectiva externa

Impacto en el resto de América. Europa ha terminado por ver el problema de Venezuela como un problema del otro lado del Atlántico. Los vecinos y los países de América, en cambio, unos más que otros, han sido testigos en su propia tierra del drama venezolano, que se hace presente con la migración y los problemas que genera en los ámbitos de la salud, la vivienda, la seguridad o el empleo. Los efectos en los demás países han sido enormes, lo que hace comprensible su mayor preocupación, de algún modo diferente a la de los países de Europa, en donde la emigración venezolana es más reducida, menos visible y crea obligaciones de menor urgencia o menor magnitud. La diferencia explica en parte la visión un poco más distante que la urgente que pueden tener, y tienen, los países de la región, especialmente los integrantes del Grupo de Lima, junto con Estados Unidos y Canadá.

Otras alternativas

Las posibles soluciones. La diferencia de visión explica también, de algún modo, la postura de unos y otros frente a los posibles caminos para las soluciones. Desde América se ve con recelo la reiteración de los llamamientos al diálogo, utilizados sistemáticamente para frenar las posibilidades de cambio, ganar tiempo y restar fuerza a la oposición. Cuando se percibe la realidad desde dentro, este recelo tiene sentido, igual que las tres metas inmediatas propuestas por el presidente Guaidó: cese de la usurpación del poder en Venezuela, Gobierno de transición y elecciones libres.

Desde Bruselas las cosas se ven de otra manera, con plazos más largos, sobre la base de la negociación y dando por sentado el compromiso de respeto por las reglas de juego. La mayor cercanía a la realidad comienza a mostrar, también para Europa, la necesidad de actitudes más firmes, más acordes con la gravedad de la situación y la naturaleza de los actores. El Gobierno venezolano ha sido muy hábil para maquillar las cifras y para escoger sus interlocutores.

Aparecen, sin embargo, voces que no son de su agrado, como es el caso del vicecanciller italiano, Ricardo Merlo, al que no le llevó mucho tiempo percibir en Maduro una visión claramente alejada de la realidad, apegado a un discurso forzado y no creíble. Quizá solo para unos pocos -o unos muchos con compromisos o afinidad ideológica y de propósitos- el discurso de no aceptar la realidad y culpar a otros de su propio fracaso puede tener alguna credibilidad. 

Las causas del desastre

Las políticas erróneas aplicadas por el Gobierno. Más que describir el cuadro del desastre conviene pensar en las causas. La responsabilidad del gravísimo estado de Venezuela en todos los órdenes no está, como pretende vender el Gobierno, en unas sanciones impuestas desde el exterior. Está, sin ninguna duda, en las políticas equivocadas aplicadas por el Gabinete y en la terquedad de mantener un sistema probadamente fracasado. Las sanciones externas no solo son recientes, sino que afectan solo a un muy limitado grupo de personas vinculadas al Ejecutivo.

Las que afectan a la industria petrolera han sido aplicadas solo en parte. Si llegasen a serlo en su totalidad, el drama sería todavía mayor, pero la responsabilidad sería de quienes han acabado con la economía y han creado una situación que afecta a la región y a todo el hemisferio. El argumento y la estrategia de culpar a terceros, al imperio en primer lugar, no es sino una fórmula repetida para tapar la propia torpeza o la irracionalidad de las medidas tomadas. Un discurso que ignora la realidad económica no solo no consigue los fines sociales que pregona, sino que los hace inalcanzables. Agudiza la pobreza, estimula la dependencia, acaba con la producción. Un modelo así no es sostenible.

La llegada de chávez

El viraje del 2002. Puestos a buscar la causa de la tragedia venezolana hay que entender las circunstancias en las que Chávez llega al poder, pero muy especialmente el viraje de su política a partir del año 2002. Los acontecimientos de ese año mostraron su vulnerabilidad. El apoyo total ofrecido entonces por Fidel Castro significó el comienzo de un apretado tutelaje y de una creciente dependencia, acentuados en la época de Nicolás Maduro.

La aplicación de políticas ya probadas en Cuba, allí sobre una base de represión desde el primer momento, terminó por desquiciar tanto la economía como la vida política y la institucionalidad del país. En Venezuela no pudieron ser aplicadas con la misma celeridad, lo que se explica en parte por las dificultades enfrentadas por el Gobierno para instaurar el silencio social y acabar con la resistencia, pero paulatinamente han ido conduciendo al estado de anarquía y fracaso que hoy ejemplifica Venezuela.

El modelo

Un proyecto inspirado en el comunismo cubano. La verdadera razón de la situación venezolana de hoy reside en la aplicación de ese modelo y de unas políticas inspiradas en el vago «socialismo del siglo XXI» y en el comunismo de Cuba. Son esas políticas las que han llevado a una pérdida de más del 50 % del PIB, a la mayor inflación conocida nunca en América, a la pérdida del aparato productivo, al fracaso de la industria petrolera, al abandono del campo, a la dramática condición del sistema de salud, a una pobreza creciente y a ese fenómeno de emigración masiva que ha dado visibilidad exterior al fracaso.

Informe de la onu

Ayuda humanitaria urgente. Un reciente informe interno de la ONU, puesto en manos de Maduro, sostiene que casi un cuarto de la población de Venezuela necesita ayuda humanitaria urgente. El cuadro es el de un aumento alarmante de la pobreza, una clase media cada vez más empequeñecida y empobrecida, un importante sector de la población que vive de las remesas o del agotamiento progresivo de sus ahorros. La economía venezolana se ha dolarizado en el peor de los sentidos, es decir, solo para los gastos, no para los ingresos. El sueldo mínimo (40.000 bolívares) apenas llega a 8 dólares mensuales, mientras la cesta de la compra alcanza ya, según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, 1.9234.265 bolívares, lo que significa que una familia de cinco miembros necesita 48 sueldos básicos para cubrir sus necesidades alimentarias. 

Un esquema insostenible

Subsidios y dádivas. La solución del Gobierno -a través de un sistema de subsidios, caja de alimentos y otras formas de dádiva- solo ha alimentado la dependencia. El esquema oficial no solo está condenado a volverse insostenible, sino que alienta una cultura de dependencia, de abandono del trabajo, de improductividad. Cuando las ayudas comiencen por fuerza a reducirse, como ya está ocurriendo, crecerá la estampida y la situación se volverá todavía más insoportable. Las estadísticas no son suficientes para describir el estado de crisis y de emergencia que vive el país en todos los órdenes: económico, de servicios, de seguridad, de salud, de educación. Las estadísticas por sí solas no revelan la gravedad del sufrimiento y de las penalidades que están pasando los venezolanos.