Los grandes recursos a explotar y el deshielo derivado del cambio climático hacen que la isla tenga un gran potencial

A la larga lista de excentricidades de Donald Trump se le une su último intento de «conquista». Y es que, el presidente de Estados Unidos quiere hacerse con Groenlandia. No ha tardado en mandar a sus asesores estudiar la propuesta. Una propuesta que agrada al magnate, pero que no ha dejado indiferente a la población de la región ártica. Calificada como una «broma» por el exprimer ministro danés, han dejado claro que Groenlandia, no está en venta.

Con un 75 % de superficie helada, es la isla más grande del mundo. Un paraje natural idílico, de tierras raras, habitado por cerca de 56.000 personas. Un enorme potencial se esconde detrás. Pero, ¿qué son las tierras raras? Unas zonas muy demandadas por su utilidad a la hora de crear teléfonos móviles. Y, aunque China es la dominante en este mercado, se podría sacar mucho provecho a Groenlandia.

Pero los recursos de la zona van mucho más allá. Reservas de oro, hierro, carbón, zinc, rubíes, uranio... y, sobre todo, petróleo y gas. Unas materias sobre las que Trump ya ha puesto el ojo. Por el momento, el Gobierno de Groenlandia ya ha otorgado licencias para explorar y explotar gas natural y petróleo a media docena de multinacionales en la bahía de Baffin, un mar que separa a la isla de Canadá y que, durante la mayor parte del año, permanece bloqueada a la navegación por la presencia de hielo.

La presión de las empresas llevó al ejecutivo groenlandés a levantar su veto a la explotación de minas de uranio, un mineral con vastas reservas en la isla y que, según los expertos, supondrá un gran generador de ingresos para su economía. La australiana Greenland Minerals and Energy (GME) se convirtió hace nueve años en la primera compañía con derecho a incluir material radioactivo en su fase de exploración, según el portal especializado Azo Mining.

Los expertos Tim Boersma y Kevin Foley, de las universidades de Columbia y Cornell, publicaron un informe en el año 2016 bajo el título The Greenland Gold Rush («La fiebre del oro en Groenlandia», en español) . En el documento, los analistas enumeraban la riqueza natural de la gigantesca isla ártica y advertían sobre los riesgos de explotar sus recursos. Sin embargo, reconocen que habrá «minería a gran escala» en Groenlandia «tarde o temprano».

La negativa de la población

Narsaq es un pequeño pueblo en la zona meridional de la isla. Y su población disminuye a grande pasos. Detrás de esta bajada, se esconde el desempleo. Ante este grave problema, las respuestas se hacen esperar. Y la instalación de una mina pareció ser esa añorada respuesta. A tan solo 6 kilómetros, otra mina se aprecia en el mapa: Kvanefjeld. Una mina que cuenta con un importante depósito de uranio y tierras raras.

Sin embargo, la población se levantó en su día ante esta iniciativa. Y es que, la contaminación de la zona y la destrucción de su biodiversidad, preocupaba a su gente. 

El cambio climático, y su consecuente deshielo, han abierto las puertas a nuevas oportunidades de negocio para el país. Y para otros muchos interesados en lucrarse gracias a esta problemática. Estados Unidos es uno más. Una paradoja que el inexistente cambio climático para Donald Trump forme parte de su último capricho.