Tanía García: «El insulto y el chantaje están normalizados en el trato a los niños»

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Educar sin perder los nervios es posible, afirma Tania García, autora de una guía en el top de ventas para gestionar el estrés, las rabietas o las peleas de hermanos. «Los niños hoy no llevan una vida de niños. Lo que menos hacen es jugar», advierte

21 ago 2019 . Actualizado a las 16:33 h.

Sin gritos ni castigos, con respeto y sentido común, soltando lastre, invita a educar la pedagoga y asesora familiar Tania García, fundadora de la escuela para familias Edurespeta y autora del libro Educar sin perder los nervios. «Lo primero que debemos hacer es ser conscientes de que venimos de una manera de educar controladora y adultista», afirma la coach.

-El título de tu libro es una pregunta que nos hacemos. ¿Realmente se puede educar sin perder los nervios?

-El estrés y los nervios forman parte de nuestra biología. Nunca podemos librarnos del estrés en su totalidad, porque sería inhumano. Pero estamos acostumbrados a utilizar los nervios y el estrés para cosas que no ponen en peligro la vida. El estrés desencadena una serie de hormonas, como el cortisol, que se liberan en respuesta a él y lo que hacen es ayudarnos a sobrevivir. Pasa como con el miedo, librarse de todos los miedos es imposible. Lo malo llega cuando estamos perdiendo los nervios constantemente. A veces conectamos con nuestros hijos sin conectar. Estamos tan invadidos por nuestro oleaje emocional, nuestra rabia, nuestro estrés, que a veces no somos capaces de conectar con las necesidades de los hijos.

-¿Esa saturación se debe a no saber decir no, a no poner límites a tiempo?

-Vivimos en una sociedad que va en contra de las necesidades de los niños. Les estamos arrastrando todo el día...

-¿Nos devora la prisa?

-Sí. Es un «Venga, venga, vamos, que llegamos tarde al cole», y las personas a las que ayudo a veces me dicen: «Me equivoco, no sé cómo hacer, la cago cada mañana», pero es que estamos centrados en el sinvivir de nuestro horario y del mundo social, que no es el mundo que a los niños les corresponde.

-¿Cómo le damos al «pause»?

-No se trata de parar ni dejar de lado el mundo, pero podemos elegir. No somos perfectos, pero podemos elegir en cada momento cómo llevar la situación. El insulto y el chantaje están normalizados en el trato a los niños, lo hacemos cada día, no solo de padres a niños, también se hace en los colegios. Los niños sufren chantajes y amenazas.

-Es el caso de un niño de un colegio de Reus al que su profesora insultaba y humillaba. O el caso de esa otra niña autista de la que se mofaban en un centro de Sevilla. ¿Cómo afrontamos algo así sin perder los nervios?

-No se puede no perder los nervios como padres ante una situación así. Esta sí es una situación de supervivencia en la que debemos defender a nuestros hijos, y tomar conciencia de que se está perdiendo socialmente la empatía hacia los niños. Los casos de acoso escolar son cada vez más graves, también porque los profesores miran a otro lado o se escudan en el «son cosas de niños», y no, no lo son. Tenemos tan normalizada la violencia que no nos damos cuenta.

-Adviertes que al educar prima, para mal, la mirada adulta.

-No lo digo yo. Hay estudios científicos que lo respaldan. Yo pongo el ejemplo del tabaco, que es algo malo para la salud, pero que no percibes como extraño cuando la gente lo hace. Lo mismo pasa con la educación adultista. Si vas por la calle y ves a alguien amenazando a su hijo, en plan «si no espabilas, te voy a quitar la consola» ni te paras. Ese tipo de chantajes implican controlar al hijo a través del miedo, y eso es algo que no quieres que le hagan de adulto, ¿verdad? Si queremos que de mayores no los manipulen, no tiene sentido que les eduquemos con la manipulación.

-¿Cómo gestionamos una rabieta?

-Lo primero es entender que la rabieta forma parte del desarrollo emocional. En los niños, hasta los 7 u 8 años, el cerebro está desarrollándose solo en la parte de la emoción, en el sistema límbico. Acompañar una rabieta no implica decirle al niño que sí. Pero el acompañamiento emocional es la clave de todo. Como dice Elsa Punset, lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia ante los sufrimientos ajenos. Nuestra indiferencia hace daño. Los estudios indican que el sistema límbico ejerce gran poder sobre el corazón, en las hormonas, incluso en el sistema digestivo. Hay que expresar las emociones, no reprimirlas. Si no lo hacemos de niños, saldrá por algún lado de adultos. Si te coartan o ignoran tus emociones, lo que hacen es aumentar su intensidad. Hay niños que se vuelven sumisos por eso. Les pedimos a los niños que se controlen, y como adultos no sabemos controlarnos. A la mínima explosión del niño, saltamos, como si fuera una lucha de poder, o como si tuviésemos que tener la razón nosotros por encima de todo. Daríamos la vida por nuestros hijos, pero la vida se da cada día.

-¿Qué es educar en el respeto?

-Educar respetando no es el happy flower. Es sostenernos con coherencia. A veces pagamos con los hijos el no ponerles límites a otros adultos. Luego te vas a la cama y te reconcome la culpa, y te consumes, pero al día siguiente haces lo mismo. Y te preguntas: ¿cómo salgo de aquí?

-¿Estamos educando a la generación más blanda de la historia?

-A veces del colegio te envían la notita: «Tiene baja tolerancia a la frustración». Lo de la generación blanda es un tópico adultista. No es la generación más blanda, es que estamos perpetuando un modelo que educa sin conectar con el niño. Luego vemos programas como Hermano mayor y ponemos el grito en el cielo. Pero en realidad, esos suelen ser niños con traumas, o al menos con emociones escondidas, que no han sido acompañadas en su momento. Es lo que sucede cuando un padre se ríe de un hijo que llora, o lo ignora, o le chantajea para que deje de llorar. Ahora hay modas pedagógicas, pero con los niños seguimos cometiendo los errores de siempre. Los manipulamos como si fueran títeres. Los niños deben tener su pensamiento, sus intereses, sus necesidades... Como decía Simone de Beauvoir, «los hijos no son el juguete de los padres, sino la obligación de formar seres dichosos».

-¿El «No pasa nada» que le decimos a un niño tras una caída o ante un problema no es una buena táctica?

-No. El otro día, una alumna de A Coruña me dijo: «Aquí eso se dice mucho». Quizá era un sentir suyo... Pero, aunque lo hagamos con la mejor de las intenciones, no hay que quitar importancia a un sentimiento, a ninguna emoción de nuestros hijos por tonta que nos parezca, porque no lo es. Hasta a los adultos nos cuesta tomar decisiones o poner límites a los demás.

-Según un estudio, los hijos se portan peor con las madres. ¿Se sostiene esto, estás de acuerdo?

-No es que se porten peor, es que a ti te salen las emociones con la persona con la que más confianza tienes. Sin quitar importancia a los padres, pero los diez primeros años de vida el cordón umbilical con la madre está intacto, aunque sea invisible. El vínculo es siempre con la persona principal de apego. Pero en esto también juegan un papel las emociones con las que tú, como madre, entras en casa. Las emociones se pegan como los virus, y las de una madre son clave en las de sus hijos. Si como madre te sientes enjaulada, siempre estás cansada o ves que no tienes tiempo para respirar, yo diría: «Tómate tiempo para ti».

-La hora de dormir detona el conflicto en muchas casas. ¿Por qué se resisten?

-Hoy pasamos poco tiempo con los hijos, y a veces solo tienen ese momento de la noche para estar contigo. Eso es lo que quieren tus hijos pequeños, estar contigo. Los niños de hoy llevan vidas de ejecutivo, con agendas llenas de cosas, y con unos niveles de estrés muy altos para su edad. Conozco familias en las que los niños han llegado a estar medicados por depresión. Los niños no tienen vida de niños. Su tiempo debería estar ocupado por el juego libre, y es lo que menos hacen. No podemos cambiar la sociedad, pero sí debemos buscar la forma de liberarles de carga.