Ana Julia Quezada dice por primera vez que pretendía dejar el cadáver de Gabriel y suicidarse

La Voz REDACCIÓN / AGENCIAS

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Declara que no tenía intención de matar al niño, sino solo hacerlo callar, pide perdón y asegura que «todo fue un accidente» y que es «inocente»

10 sep 2019 . Actualizado a las 19:53 h.

Ana Julia Quezada, la homicida confesa del pequeño Gabriel Cruz, ha declarado este martes, en la segunda sesión del juicio por el crimen, que transportó el cuerpo del menor desde la finca de Rodalquilar en la que lo había enterrado 12 días antes hasta su vivienda en Vícar (Almería) con la intención de dejar su cuerpo en el garaje, subir a la vivienda, escribir dos cartas -una para el padre del niño y otra para su hija- y tomar todos los medicamentos que transportaba para echarse en el sofá.

Se trata de la primera ocasión en la que la acusada del asesinato del pequeño Gabriel ofrece esta versión sobre su actuación, recoge Europa Press. A preguntas de la fiscal Elena Fernández, ha negado que en la mañana del 11 de marzo del 2018 acudiera a desenterrar el cuerpo de la víctima por sentirse «presionada» o tener constancia de que la Guardia Civil ya la había identificado como principal sospechosa.

«Pensaba dejarlo en el garaje de Vícar. Que me perdone todo el mundo», ha dicho la acusada, quien se ha echado varias veces a llorar durante el interrogatorio en el que ha afirmado que tenía la intención de explicar en sus cartas «todo lo que había pasado» así como pedir «perdón» por lo ocurrido, que nuevamente ha enmarcado en un accidente y no en una actuación premeditada según sostienen las acusaciones. «Perdóname hija mía, perdóname Ángel y toda la familia, que me perdone Dios por lo que he hecho, pero todo fue un accidente», ha dicho Quezada mirando directamente a la cámara dispuesta para grabar la vista oral.

La acusada, que se enfrenta a una petición de prisión permanente revisable, ha descartado además que los archivos hallados en su ordenador durante la investigación relativos al uso de plantas venenosas estuvieran ligados a una posible intención de matar al menor. «Mi sobrina es esteticien y hace mascarillas con esas plantas», ha dicho para explicar sus búsquedas días antes del fallecimiento de Gabriel.

Así, y tras rechazar también que le habría propuesto al padre casarse una vez que apareciera el pequeño, Quezada ha insistido en que solo recuerda haber puesto la mano «en la boca y en la nariz» del niño «para que se callara», de forma que se quedó «bloqueada» cuando se dio cuenta de que el menor no respiraba, según su versión. «Me quedé allí un rato, me puse a fumar como una loca, salía y entraba, salía y entraba, no sabía lo que hacía», ha explicado en relación al día de los hechos.

Quezada ha narrado que fue entonces cuando decidió coger una pala que había en el jardín y cavar un agujero junto a la alberca que había en el exterior, donde introdujo al niño y trató de enterrarlo, para lo que previamente le desprendió de sus ropas salvo los calzoncillos y los calcetines; una actuación para lo que no ha podido ofrecer una explicación. «Fue entonces cuando lo cojo de los dos bracitos y lo saco fuera y lo meto en el agujero», ha dicho tras haberle exhibido la pala con la que hizo el hoyo.

Un hacha para ocultar el cadáver

Tras reconocer que no hizo el transporte del cuerpo «con cuidado», ha detallado que decidió entrar de nuevo a la vivienda y recuperar el hacha por la que supuestamente había discutido de forma previa con Gabriel, para terminar de ocultar el cadáver, ya que «le quedó una manita fuera» y «quería que quedara enterrado». «Creo que le di un golpe, con la cabeza mirando así porque no era capaz», ha dicho la acusada, quien posteriormente se hizo con la ropa y la metió en una bolsa para llevarla a casa de la abuela de Gabriel.

Aunque ha mantenido la versión del accidente y no ha podido explicar por qué ocultó las ropas del niño, Quezada tampoco ha podido ofrecer una explicación sobre los motivos por los que no dio aviso a los servicios de emergencia. «No pude llamar a nadie. Llamé a mi hija y a un montón de gente, pero no pude, no pude decirle a nadie lo que había pasado», ha reiterado.

Tras explicar su actuación durante la búsqueda, en la que ha reconocido que usó una camiseta de Gabriel para dar una pista falsa y que así le «atraparan» y haber estado en la finca en al menos otras cuatro ocasiones con distintas personas, ha detallado que finalmente se dirigió a la finca el domingo 11 de marzo por la mañana con su perra para desenterrar el cadáver.

«Quité la madera y todo lo demás, destapo a Gabriel y lo intento tocar, pero no puedo», ha indicado antes de especificar que sacó del coche, que había aparcado junto a la alberca, una toalla que llevaba habitualmente para evitar el pelo del perro y con ella envolvió el cuerpo del menor para meterlo en el maletero y poner rumbo a Vícar. Antes de marcharse, volvió a hablar por teléfono con el padre de Gabriel para decirle que estaba en la playa.

La acusada ha negado reconocerse en la grabación efectuada por la Guardia Civil en el interior del vehículo en la que pronunciaba expresiones como «¿Quieren un pez? Le voy a hacer un pez, mis cojones» y se cuestionaba si podría dejar el cuerpo en algún invernadero, aunque se ha reconocido en las fotografías que se le han mostrado de su último paso por la finca.

Se ve «inocente»

Ana Julia Quezada ha admitido previamente que «no quería matarle» y que «simplemente le tapó la boca para que se callara». La acusada por delitos de asesinato y lesiones psíquicas a los padres ha afirmado que se ve «inocente», tal como señaló en su relato previo, en el que sostuvo que mató a Gabriel de forma accidental.

«Estaba chillando 'negra, fea, tú no me mandes que no eres mi madre, quiero que mi madre se case con mi padre, no quiero que esté contigo, vete a tu país' y yo estaba muy nerviosa, solo quería que se callara pero no quería matar al niño, simplemente le tapé la boca», ha dicho para derrumbarse con las manos en la cara. Ha asegurado que le puso a Gabriel, quien según su versión portaba un hacha cuando supuestamente se enfrentó a ella, «la mano sobre la boca y la nariz» porque «solo quería que se callara». «Que me dejara de decir esas cosas», ha añadido.

La camiseta de Gabriel

Quezada también ha precisado que «colocó deliberadamente» la camiseta del niño Gabriel Cruz en un cañaveral al quinto día de la desaparición y muerte del menor porque quería que la atraparan. «Quería que me encontraran, no podía más, no podía aguantar más ese secreto y no podía decírselo con mis propias palabras a nadie», ha dicho a preguntas de la fiscal.

Frente a lo sostenido en sus declaraciones ante el juez instructor, donde afirmó que lo hizo «porque quería darle esperanzas» al padre de Gabriel Cruz y entonces su pareja sentimental, ha dicho que colocó la camiseta porque llevaba «a gente a Rodalquilar para intentar decirles lo que había pasado y no podía». «No sabía qué hacer», ha trasladado cuando la fiscal Elena Fernández le ha señalado que estaba incurriendo en una notoria contradicción.

Con anterioridad, ha indicado que intentó decirle a su hija, que se desplazó de Burgos hasta Almería para participar en el dispositivo de búsqueda, «lo que había pasado» e, incluso, a una prima del pequeño de tan solo diez años a la que también llevó a la finca de Rodalquilar en la que había enterrado al menor.

«Quería decirles: esto es lo que ha pasado, pero no pudo decirlo ni siquiera a mi hermana. Tampoco a Ángel. Los llevaba allí para eso. Quería que me atraparan, que me cogieran para calmar mi conciencia», ha remarcado.

Quezada, que solo ha respondido a las preguntas de la Fiscalía y de su abogado, ha roto a llorar desconsolada al oír su voz en una escucha teléfónica en la que insultaba a la madre del pequeño, Patricia Ramírez, llamándola «hija de puta, mala persona» después de que, de manera reiterada, haya afirmado que no «tuvo ningún problema» con ella. Está previsto que Ramírez declare a puerta cerrada durante la sesión de este martes.

Su relación con el pequeño y sus padres

La procesada ha relatado cómo llegó a Las Negras, en Níjar (Almería), junto a una anterior pareja de Burgos, y que conoció a Ángel Cruz, el padre de Gabriel, en el bar que había montado con su expareja en la Nochevieja del 2016, e inició su convivencia en la casa del progenitor en Vícar (Almería) en septiembre del año siguiente.

Quezada ha indicado que los martes por la tarde recogía a Gabriel del colegio porque Ángel «tenía que ir a trabajar y a las ocho de la tarde lo llevaba el padre con su madre», ya que el régimen de visitas establecido entre los progenitores establecía que este tuviese al niño los fines de semana alternos, martes y jueves. Ha añadido que pasaban tiempo de forma habitual en la casa de la abuela del menor en Las Hortichuelas Bajas, en Níjar, porque al niño «le gustaba» el sitio.

Asegura que no conocía a Patricia Ramírez, aunque sí que había coincidido alguna vez con ella en su casa después de entablar la relación con Ángel, añadiendo que la relación entre los progenitores era «buena».

Con la madre del pequeño asegura no haber discutido nunca ni responderle mal nunca, manteniendo que es «mentira» que se enfrentase con ella en la Comandancia de la Guardia Civil por su relación con los medios durante la búsqueda.

Ha afirmado que su propia relación con el niño era «buena» y que no tuvo problemas con él, que únicamente una vez le dijo: «Qué nariz más fea tienes, parece que tengas una hostia en la nariz, pero no se lo tuve en cuenta, me reí».

La hija de Quezada dice haberse sentido utilizada por su madre

Judith, la hija de la acusada, ha declarado, por su parte, que se ha sentido «utilizada» por su madre tras conocer todo lo ocurrido en relación a la desaparición y fallecimiento del niño de 8 años. Así lo ha indicado Judith a preguntas de la fiscal, Elena Fernández, al declarar como testigo por videoconferencia desde Burgos en la vista oral contra su madre, a la que se niega a ver en cualquier circunstancia, según ha advertido al inicio de su testimonio.

Sobre la supuesta utilización que hizo de ella su progenitora, ha indicado que efectivamente le dijo que hablase con el psicólogo clínico de la madre de Gabriel para decir que Sergio, una expareja de Quezada, era un «hijo de puta».

Precisamente, Quezada había colocado una camiseta del menor a escasa distancia de donde reside su expareja, según la Guardia Civil para intentar inculparlo, simulando el hallazgo de la prenda el 3 de marzo del año pasado.

También ha sostenido que le pareció extraño que su madre hablase de sus cuidados físicos durante la búsqueda, porque incluso ella se sintió como «una mierda» sin «conocer de cerca al niño» por lo ocurrido.

Sin embargo, ha mantenido que al margen de eso no notó ningún comportamiento extraño que le hiciera pensar que tuviera relación con los hechos, si bien ha admitido que su progenitora no le explicó cómo había encontrado la camiseta. Ha aclarado además que antes de trasladarse unos días a Almería desde Burgos, la relación con su madre era «distante», sin la «confianza y apego» que suele existir entre madres e hijas.