El hallazgo del Nobel de Medicina, Svante Pääbo: Así eran nuestros primos los denisovanos

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN

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Mayan Harel

El análisis genético a la punta de un dedo meñique de hace 50.000 años permitió identificar los rasgos de la especie humana más misteriosa

04 oct 2022 . Actualizado a las 10:30 h.

El fragmento de un dedo meñique, tres dientes y una mandíbula inferior. Son los únicos restos fósiles que se han encontrado de los denisovanos, una especie de homínidos que convivió hasta hace 50.000 años en parte de Europa y Asia con nuestros antepasados sapiens y con los neandertales. Salvo que los tres grupos se cruzaron en más de una ocasión y que fruto de este intercambio sexual los humanos modernos de Australia, islas del Pacífico y este de Asia conservan en su legado genético parte del ADN del Hombre de Denisova, poco más se sabe de esta especie que fue descubierta hace relativamente poco tiempo, tras el hallazgo en el 2008 de un fragmento de hueso en los montes de Altai, en Siberia. ¿Cómo eran?, ¿cómo vivían?, ¿por qué se extinguieron? Son preguntas que continúan la respuesta. Salvo la primera, ya que una nueva técnica de análisis genómico permitió reconstruir por primera vez el aspecto físico de esta población humana aún totalmente desconocida. El equipo de investigadores liderado por el Nobel de Medicina, Svante Pääbo, fue el primero en secuenciar el ADN extraído del hueso del dedo, lo que reveló la existencia de un ancestro común entre el homínido de Denísova y el hombre de Neandertal.

Los resultados obtenidos en una investigación posterior, publicada en la revista científica Cell y en la que participó el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el CSIC, revelaron hasta 56 rasgos físicos de los denisovanos, que se identificaron solo a partir de los datos moleculares extraídos del ADN del fragmento del meñique. «Por primera vez podemos hacernos una idea de cómo eran los denisovanos solo a partir de datos moleculares. Este trabajo es un ejemplo de cómo el conocimiento biomédico puede aplicarse a la evolución para ayudarnos a descifrar cómo eran nuestros ancestros», destaca Tomàs Marquès-Bonet, uno de los autores del estudio y director del Instituto de Biología Evolutiva. Y es, también, el mismo investigador que hace unos años permitió identificar por primera vez a la especie a partir de un análisis genético.

«Por primera vez —insiste— hemos puesto cara al misterioso denisovano, del que no sabíamos nada sobre su morfología facial. La tecnología que hemos desarrollado abre un campo nuevo. De hecho, que un estudio evolutivo acabe publicado en la revista Cell creo que habla un poco de la relevancia de este proyecto, que es muy importante por el hecho de predecir caracteres morfométricos, es decir, cómo éramos exactamente, de una especie extinta. Es la primera descripción morfométrica que se hace de un individuo extinto a partir del ADN».Y no se hizo de una especie cualquiera, sino de un denisovano que, junto con los neandertales, son los grupos más cercanos al hombre actual. «Son nuestros primos hermanos», subraya el investigador.

Pero, ¿cómo era el enigmático Hombre de Denisova? «En muchos rasgos se parecen a los neandertales, por ejemplo, en su frente inclinada, cara alargada y pelvis grande», responde David Gokhman, el primer autor del estudio e investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Pero la especie también presenta otros rasgos fascinantes, como «su gran arco dental y cráneo muy ancho, único entre los homínidos», añade. «Tenía una cara más redonda y robusta que la nuestra», agrega Marquès-Bonet.

Cell

El novedoso método de análisis genómico que utilizó el equipo permite asociar cambios en la actividad de regulación genética en fósiles con cambios anatómicos entre grupos para predecir su apariencia física. Para ello, los investigadores también emplearon información sobre el efecto de las enfermedades monogenéticas, que afectan a un solo gen, en la anatomía de las poblaciones homínidas conocidas. Es decir, los investigadores no solo se han fijado en la información que puede ofrecer el ADN, sino que han extraído datos fundamentales a partir del estudio de los genes que estaban activados o no.

Para comprobar la eficacia del método, los científicos demostraron primero que la técnica reconstruye con precisión la anatomía de los neandertales y los chimpancés, ampliamente descritos. Sin embargo, la mayor confirmación llegó con el descubrimiento de la primera mandíbula de denisovano en una reciente expedición, que se localizó cuando ya se había enviado el trabajo actual para su publicación en Cell. «Comparamos el hueso con nuestras predicciones para descubrir que coincidían perfectamente. Por tanto, sin siquiera planearlo, recibimos una confirmación independiente de nuestra capacidad para reconstruir con precisión los perfiles anatómicos basados en un poco de ADN de la punta de un dedo meñique», subraya el profesor Liran Carmel, otro de los responsables del trabajo. «Siete de los ocho parémtros de la mandíbula los describimos nosotros a ciegas, sin tener conocimiento de que se había encontrado», resalta Tomás Marqès-Bonet.

Hasta ahora el análisis de ADN había revelado que los denisovanos se aparearon con los antepasados modernos que viven hoy en Australia, las islas del Pacífico, el este de Asia y el sudeste asiático. El ADN denisovano probablemente contribuyó a la capacidad de los tibetanos para vivir en grandes altitudes y la habilidad de los inuits para sobrevivir en regiones polares, ya que se cruzaron con las poblaciones de estas regiones hace decenas de miles de años.

«Nuestro estudio abre una ventana para comprender cómo estos humanos se adaptaron y qué nos defierencia de ellos», señala Marquès y Bonet.

La investigación ha sido impulsada por 'la Caixa' y el Howard Hughes International Career, entre otras instituciones.