Muere el primer hombre que dio un paseo en el espacio

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN

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Cristóbal García

Alexei Leónov, que falleció a los 85 años, aseguró sentirse como si fuera «un grano de arena» cuando abrió la escotilla. La misión estuvo a punto de costarle la vida

11 oct 2019 . Actualizado a las 19:06 h.

«Al abrir la escotilla vi un cielo lleno de estrellas brillantes y la Tierra completamente redonda. Toda Europa estaba debajo de mí. Había mucho silencio, un silencio absoluto, todo estaba muy quieto. Tenía una sensación muy rara, imposible de imaginar». Cuando Alexei Leónov (Listvianka-Rusia, 1934) observó la Tierra desde el espacio se sintió «como si fuera un grano de arena». La suya fue una visión única, porque en ese momento, el 18 de marzo de 1965, se convirtió en el primer hombre en dar un paseo por el espacio. Fue una caminata de 12 minutos y 9 segundos, en la que estuvo sujeto a la nave nodriza por una correa de 5,35 metros, que pasó a la historia. Una gesta que convirtió a Leónov, en plena guerra fría, en héroe de la Unión Soviética. Fue una hazaña cuyo eco no se ha apagado ni con su muerte, a los 85 años después de una larga enfermedad. Siempre quedará como un héroe de la exploración espacial.

El cosmonauta soviético, el undécimo de esta nacionalidad y el primero en realizar una caminata espacial, formó parte de la expedición Voskod-2. Su momento llegó cuando la nave espacial se situó a 500 kilómetros de la Tierra el 18 de marzo de 1965. A su regreso a Tierra fue aclamado por la nación y la propaganda soviética lo utilizó como un arma para herir aún más el orgullo estadounidense. Solo que su aventura distó mucho de ser una plácida caminata. La verdadera historia de su paseo se ocultó durante años porque, en realidad, estuvo a punto de perder la vida y de que toda la misión se fuera al traste.

Aparentemente todo iba bien. Su camarada Belyayev le dio una palmada de ánimo cuando se preparaba para abrir la escotilla. Y una cámara registró el momento histórico en el que Leonov puso un pie en el espacio. Pero al poco tiempo su traje empezó a inflarse como un globo. «Mi traje estaba completamente deformado, se me habían salido las manos de los guantes, mis pies se salieron de las botas. El traje se sentía flojo alrededor de mi cuerpo. Tenía que hacer algo», confesó muchos años después a la BBC. Su traje había sufrido un aumento de presión con el que nadie contaba. A medida que iba dejando escapar oxígeno, para reducir la presión, comenzó a sentir los primeros síntomas de la descompresión.

«Comencé a sentir un homrigueo en mis piernas y manos. Estaba entrando en una fase peligrosa y sabía que podía ser fatal», relató a la BBC. Pero superó el contratiempo y, finalmente, después de una serie de complicadas maniobras, logró entrar en la nave. «Perdí cinco kilos con el esfuerzo que tuve que realizar», dijo.

Pero los problemas no se habían acabado. Dentro de la nave, los indicadores comenzaron a mostrar que el oxígeno estaba descendiendo de un modo alarmante y, con el aumento de la presión, la cabina se volvió altamente inflamable. Los astronautas tuvieron que trabajar sin descanso para bajar la temperatura y la humedad para rebajar la presión. Finalmente lo lograron. Y empezaron a preparar el regreso a tierra.

Tanto Leónov como su colega Belyayev aterrizaron en Siberia, en un bosque de abetos y abedules. Tocaba esperar que vinieran a buscarlos. Y el peligro acechaba. Allí vivían lobos y osos y era marzo, en plena temporada de apareamiento, cuando estos animales se vuelven más agresivos. Fuera de la cápsula, las temperaturas eran de -25 grados. Tras horas de angustia, los astronautas se despertaron con el sonido de las personas que habían ido a rescatarlos. Misión cumplida. Pero aún tenían el susto en el cuerpo.

La versión oficial que ofrecieron las autoridades fue que la misión había sido todo un éxito. Para nada se habló de los sufrimientos de Leónov y de su compañero Belyayev. La verdad tardó años en conocerse. Pero el nuevo héroe nacional soviético lo dio todo por bien empleado. «Si hay alguna gente -dijo años más tarde- que cree que lo que hicimos era primitivo, poco interesante o valioso, dejemos que vayan al espacio, que hagan una caminata espacial y que vean cómo se sienten cuando el traje empieza a perder oxígeno, o cuando la escotilla se niega a cerrarse. Así entenderán que merecemos sentirnos satisfechos y orgullosos».

Alexei Leonov también fue comandante de la parte soviética en la misión Apolo-Soyuz de 1975, la primera que realizaron conjuntamente Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos rivales de la guerra fría. Esta misión marcó el inicio de una colaboración que todavía se mantiene en la actualidad.