La policía culpa a un ejército de 4.500 «indepes» y antisistema de la violencia en Cataluña

La Voz REDACCIÓN

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Grupos violentos armados con piedras y mobiliario urbano, el viernes en Barcelona
Grupos violentos armados con piedras y mobiliario urbano, el viernes en Barcelona Jesús Diges | EFE

Los investigadores detectan la llegada de veteranos de las peleas antiglobalización y los chalecos amarillos

20 oct 2019 . Actualizado a las 15:56 h.

Una fuente ministerial confirmó al Canal 24 Horas de RTVE lo que era un secreto a voces entre los policías que luchan contra los disturbios en las calles de Cataluña: las fuerzas de choque del independentismo están formadas por un colectivo de unas 4.500 personas que proceden fundamentalmente del movimiento antisistema -okupas, anarquistas y antiglobalistas- y jóvenes simpatizantes independentistas que utilizan la violencia callejera como una especie de bautismo de fuego con el que acreditar su antiespañolismo.

Los servicios de inteligencia del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil -también los de los Mossos d’Escuadra, aunque sin compartir información con los cuerpos dependientes del Ministerio del Interior- han empezado a cruzar los datos de los casi doscientos detenidos en las cinco noches de combates en las calles de Cataluña para establecer los nexos entre los diferentes colectivos e iniciar la desarticulación de este fuerza de choque que ha provocado un sinfín de daños materiales en las calles de Barcelona y Gerona, pero también en algunas otras localidades. 

La infantería «indepe»

Jóvenes estudiantes. Forman el grueso de los detenidos, víctimas de su inexperiencia en los conflictos callejeros y su afán de hacer méritos en el mundo de los secesionistas. «Si vienen a tirar una piedra con el móvil en la otra mano para grabarse», relata con cierto malestar un policía gallego que lleva años de servicio en Cataluña. «Son un poco descerebrados. Confunden estos choques con la policía con una especie de fiesta universitaria y se arriesgan a sufrir graves daños o a pasar por el juzgado», añade con un punto de malestar al recordar una conversación captada a un grupo de estos jóvenes en el que uno le contaba a sus amigos que tenía que irse a casa que ya eran las diez de la noche. 

Se comunican a través de las redes sociales y de los sistemas de mensajería encriptada más avanzada para evitar que sean interceptados sus mensajes. Tsunami Demòcratic es el último ejemplo de coordinación de este colectivo y se encuentra ya bajo el punto de mira de las fuerzas de seguridad para intentar conocer quién mueve los hilos de esa plataforma de coordinación de los sectores más violentos del independentismo catalán.

Un peldaño por encima en cuanto a organización y disciplina se situarían los CDR, la auténtica fuerza de choque del independentismo. La detención el pasado mes de septiembre de varios miembros del llamado Equipo de Respuesta Táctica que estaban preparados para crear explosivos caseros y artefactos ha minimizado hasta ahora su impacto en las movilizaciones.  

Los más experimentados

Okupas y antisistema. Desde comienzos de los noventa, Barcelona se ha convertido en uno los territorios preferidos de los movimientos de okupas y anarquistas. Numerosos edificios del centro y de la periferia de Barcelona están tomados por estos colectivos y sus peleas con las fuerzas de seguridad ante cada intento de desalojo suelen saldarse con decenas de heridos y detenidos. Disponen de un arsenal de armas caseras peligrosas. Cuchillos, palos de grandes dimensiones, lanzadores artesanales de objetos como bengalas o tirachinas para bolas de acero forman parte de su equipo de combate. Se mueven en grupos poco numerosos y hacen del conocimiento del territorio un arma más con la que despistar a las fuerzas de seguridad.

 Algunas fuentes colocan al grupo anarquista Bandera Negra como ejemplo de este grupo de violentos, pero las subdivisiones en ese mundo hacen que sean docenas los colectivos que operan bajo la coordinación del interés común en los disturbios.

En los últimos días, en el Ministerio del Interior se han hecho eco de un manual de actuación en el que se describe la indumentaria, las herramientas a utilizar, los argumentos a emplear en caso de ser detenidos y una serie de lugares comunes importados de actuaciones similares en lugares tan dispares como Francia o Hong Kong.

Los más violentos

Refuerzos del extranjero. El movimiento antiglobalización tiene sus propios códigos. Son los más violentos de los 4.500 elementos peligrosos identificados por las fuerzas de seguridad. Acumulan experiencia en disturbios de gran intensidad con motivo de cualquier gran evento internacional como las cumbres del G8 o el Foro de Davos. Su última gran cita ha sido durante los últimos meses la pelea de los chalecos amarillos franceses, que dejaron escalofriantes imágenes de destrozos callejeros en el corazón de París, muy similares a los que ahora se pueden ver en Barcelona.

 Son especialmente temidos por las fuerzas de seguridad porque actúan como comandos perfectamente coordinados. En algunas de las imágenes que los investigadores están estudiando para esclarecer la identidad de los violentos, se puede ver que su funcionamiento está perfectamente jerarquizado. Se mueven en grupos reducidos y el cabecilla se sitúa en el centro para dar las órdenes. Incorporan a su arsenal piolets y picos de pequeñas dimensiones para romper aceras y adoquines y usarlos como armas arrojadizas.

La duda entre los investigadores radica en conocer el nivel de coordinación entre estos grupos, los okupas y los CDR. El kit de combate incluye cuchillos, palos, adoquines y hasta piolets para lanzar a la policía.

«Nos han disparado unos Mossos», recuerdas varias gallegas asistentes a un congreso médico en Barcelona

Laura G. del Valle

«Nos han disparado unos Mossos». Así empezaba la nota de voz que la coruñesa Ana envió a sus amigas la noche del viernes cuando, por fin, estuvo a salvo. Como Barcelona intenta seguir girando, el fin de semana esta médico de 27 años que trabaja en el Hospital Álvaro Cunqueiro (Vigo) debía acudir a un congreso de gastroenterología. Pudo asistir. Pero tras sufrir unos incidentes que jamás habría esperado vivir en ninguna ciudad, pero menos en la capital catalana.

Frases como «¡qué barbaridad!» o «esto es una batalla campal sin fin» se intercalan mientras relata las angustiosas horas que vivió en la que fue la quinta jornada de disturbios. Había quedado con unos amigos, también gallegos, por la zona en la que vive uno de ellos, vía Laietana (precisamente donde el viernes por la tarde un manifestante golpeaba a un cámara de TVE). Este fue, según comenta, el error que desencadenó los peligrosos momentos que vivieron posteriormente en el Arco del Triunfo, donde decidieron parar a cenar y zona a la que se habían trasladado las barricadas. «Cuando intentamos salir del restaurante en el que estábamos, los trabajadores nos dijeron que mejor nos quedáramos dentro en cuarentena, porque no era seguro estar en la calle», explica la joven coruñesa. Casualmente, justo mientras esperaba a que amainase la situación, recibía un mensaje de su madre, que le pedía que tuviese cuidado. «Cuando por fin nos fuimos y empezamos a caminar entre las hogueras y las calles cortadas, unos policías que estaban medio escondidos en una esquina nos dispararon pelotas de goma. Entonces un amigo dijo que si poníamos las manos en alto no iba a pasar nada, y eso fue lo que hicimos», relata.

El enorme susto fue lo único que tuvieron que lamentar, pero el peregrinaje de vuelta a casa (Ana había decidido dormir con un amigo porque le resultaba imposible regresar al hotel) se convirtió en otra odisea. «Todas las bocas de metro estaban cerradas y todas las vías principales tenían un cordón policial; era una locura, así que fuimos a hablar con un policía a ver si nos dejaba pasar para poder avanzar, y nos dijo que solo si nos registraba». Todo lo que encontró fue un fonendo en una de las mochilas de los miembros del grupo. El chico, claro, era médico. Finalmente Ana cuenta que logró encontrar una boca de metro abierta y que ahí terminó el calvario. Este sábado asistió al congreso.