Así se desentrañó el enigma Diana Quer

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

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Tras la confesión del Chicle, las fuerzas de seguridad lograron localizar el cuerpo sin vida de Diana Quer en una nave abandonada
Tras la confesión del Chicle, las fuerzas de seguridad lograron localizar el cuerpo sin vida de Diana Quer en una nave abandonada CARMELA QUEIJEIRO

496 días de investigación apuntalada en el olfato policial, la calle y la tecnología, y en la que, de inicio, la Guardia Civil no sabía si escudriñaba una desaparición violenta o voluntaria

14 nov 2019 . Actualizado a las 23:46 h.

Incontables datos telefónicos por analizar y una desaparición que podía ser forzada o voluntaria. ¿Por dónde empezar a investigar la ausencia de Diana Quer (agosto del 2016)? Decenas de agentes especializados de la Guardia Civil se implicaron en el caso valiéndose de la mejor tecnología al alcance del Estado. Dio igual, todas las pistas acababan en callejones sin salida durante las primeras semanas. José Enrique Abuín Gey entró en la terna de personajes a vigilar por una denuncia de su excuñada presentada en el 2005 y archivada en el 2007. Le acusó de violarla en circunstancias muy concretas. Su segundo pecado fue traficar con cocaína. Le cogieron con once kilos y no tardó en salir de la cárcel, en recompensa por irse de la lengua.

Made with Flourish

La Guardia Civil ya le tenía calado. Especialmente un agente veterano del grupo de delitos contra las personas de A Coruña que pasó años en la unidad de narcóticos. Le trató con relativa frecuencia y, ya sea por un sexto sentido o porque se le encendió la bombilla, lo situó entre ceja y ceja. La teima le duró semanas y no hizo más que alimentar las sospechas. Ahí germinó la tesis policial. La acumulación de pruebas acabó llegando por el trabajo en equipo y los pecados capitales del Chicle. La vanidad le hizo creerse más listo que nadie aun sabiéndose culpable.

Compareció ante la Guardia Civil para declarar su inocencia: «Accede a dejar su teléfono para que lo analicemos. Deja un teléfono que no es, con un número que no es, y cuando le decimos que ese no es el que queremos, nos deja el suyo. El que llevaba la noche de autos. ¿Qué ocurre? Nos lo entrega reseteado. Argumenta que se le había estropeado y que lo arregló», reveló el coronel de la Guardia Civil Manuel Sánchez Corbí tras la resolución del caso: «El Chicle también accede a que revisemos sus vehículos, viene un equipo de criminalística de Madrid y buscamos algún vestigio de Diana, pero no encontramos nada».

 

Coartada falsa

Abuín incluso lio a su exmujer y excuñados para que blindaran su coartada. De nada sirvió. Su incontrolable apetito sexual volvió a delatarlo. Esta vez en Boiro, el 25 de diciembre del 2017. De no ser por dos chicos que rescataron a la nueva víctima, Abuín hubiese repetido el delirio cometido con Diana. Aquello, gracias a los testigos, fue el principio del fin para él. Cuatro días después fue detenido por la desaparición de la joven madrileña y por los hechos ocurridos en Navidad. «Ahora resulta sencillo concluir cómo actuaba, pero hasta su detención fue muy complejo saberlo», añadió Corbí, entonces máximo responsable de la UCO, para evidenciar la dificultad de un caso resuelto en 496 días.

Ahí empezó la fase judicial que ahora enfrenta al único acusado a la prisión permanente revisable. La reconstrucción de la Fiscalía fue la que más novedades aportó. Abuín «salió de su domicilio, en Rianxo, conduciendo su coche Alfa Romeo 166». El destino era A Pobra do Caramiñal, concretamente la zona entre la rúa Venecia y el paseo Marlés. Allí «fijó su atención en Diana Quer, la cual había iniciado (2.28 horas) el recorrido de regreso a pie a su residencia vacacional» por una zona «apartada, despoblada y escasamente iluminada».

Abuín, en el turismo, «empezó a seguirla lentamente, acechándola hasta llegar al sitio más apropiado para abordarla con la finalidad de agredirla sexualmente, consciente de que nadie podría auxiliarla, cortándole el paso con su coche al tiempo que le decía ‘‘morena, ven aquí’’». Diana estaba absorta enviando mensajes de WhatsApp, pero «en el momento en que fue interpelada por el acusado, logró enviar un mensaje a un amigo de Madrid (2.40 horas): ‘‘Me estoy acojonando, un gitano me estaba llamando’’. El interlocutor respondió: «‘‘Y qué le has dicho’’». El mensaje no obtuvo respuesta, pero sí consta que ella «intentó hacer una llamada a las 2.43 horas. Fue su última comunicación voluntaria».

«Abordó y se abalanzó»

El acusado, «con el propósito de privarla de libertad de movimientos y de comunicación, y de atentar contra su libertad sexual, abordó y se abalanzó violentamente sobre Diana Quer reduciéndola por la fuerza [...] arrebatándole su móvil para que no pudiera pedir ayuda al tiempo que la arrastró hasta su vehículo y la introdujo en el maletero maniatándole pies y manos con bridas y amordazándola con cinta adhesiva». Hizo 17 kilómetros hasta Rianxo con la joven «25 minutos encerrada, atada y amordazada en un lugar de escasas dimensiones para un humano».

Aquí fueron cruciales las geolocalizaciones telefónicas. Lo explicó en La Voz el comandante José Ángel Corral: «Teníamos unas señales de repetidores que nos decían que su coche salía de A Pobra por una zona distinta a la que marcaba el móvil de Diana (lo desbloqueó una empresa israelí asentada en Alemania). Eso no nos cuadraba. Es como un puzle de nueve millones de piezas que vas colocando, pero hay una que no encaja. Hasta el año siguiente, cuando el día de la fiesta de A Pobra se monta el dispositivo más grande que haya visto y se reconstruye la desaparición tomando medidas de todo. Y vemos que estábamos confundidos y que salieron por el mismo sitio». La proeza tecnológica que descifró la imagen de una bola de luz captada por la cámara de una gasolinera, para identificar el Alfa 156 de Abuín, fue su puntilla. Así que de no haber atacado a la chica de Boiro, el Chicle hubiese caído igual y en poco tiempo, pero la realidad policial fue otra.

A las 3.09 horas, verdugo y víctima, llegaron a la nave: «Aparcó dentro, conocía los accesos y sabía que contaba con camas y colchones. La trasladó hasta el sótano, carente de luz eléctrica y natural a esas horas, sórdido, tenebroso y sucio, en donde, teniendo a la joven totalmente a su merced, atada, sometida y aterrorizada», la forzó durante una hora «llegando a colocarle una brida plástica alrededor del cuello hasta matarla por estrangulamiento». Su destino final fue el pozo. Luego, durante los 496 días transcurridos hasta su detención, Abuín Gey pasó a diario por delante de la nave de los horrores sin mostrar arrepentimiento.