La Unión Europea afronta el 2020 con una herencia envenenada sobre sus hombros

ACTUALIDAD

JOHANNA GERON

El brexit solo es la punta del iceberg de una crisis existencial de mayor envergadura

05 ene 2020 . Actualizado a las 10:32 h.

El 2020 ha irrumpido en escena y lo ha hecho a gritos, soportando el peso que deja la legislatura de Jean Claude Juncker sobre sus hombros. A pesar de la inteligencia con la que el luxemburgués dirigió los timones de la Comisión Europea, muchas tareas quedaron pendientes.La más importante: Reconciliar a la familia europea. La supervivencia del proyecto común no está ni mucho menos garantizada si persisten las desigualdades y las pulsiones ultranacionalistas. El brexit, la primera prueba de fuego, solo es la punta del iceberg, es la antesala de una crisis existencial de mayor envergadura en la UE. Su sucesora, Ursula Von der Leyen, tendrá que afrontar estos siete desafíos en los próximos 365 días.

Brexit

El divorcio británico ha consumido toda la energía de Bruselas en los últimos compases de la legislatura. Pero el juego de trileros llega a su fin. Salvo que Westminster vuelva a hacer prestidigitación para aplazar lo inexorable, el Reino Unido estará fuera de la UE el próximo 31 de enero. No se confíen. Lo peor está por llegar.

En cuanto se active el período transitorio, comenzará otra carrera a contrarreloj para cerrar un acuerdo comercial en tiempo récord: Once meses. «BoJo» ha vuelto a prometer lo imposible: Forjar una nueva relación con la UE antes de que termine el 2020. Los gobiernos europeos son más escépticos. La canciller alemana, Angela Merkel, teme que la isla se convierta «en un rival a las puertas». Eso es lo que puede ocurrir si el Reino Unido se inclina por privilegiar las relaciones con Estados Unidos y se aleja del marco regulatorio de la UE.

Deriva antidemocrática

Hungría y Polonia son los baluartes del grupo de países rebeldes a Bruselas. Ni acatan las normas ni respetan los valores fundacionales de la UE. Sus líderes han ido estrechando el cerco a sus sistemas judiciales, activistas y críticos para renacionalizar competencias y concentrar más poder en manos de una pequeña élite codiciosa, xenófoba y ultraconservadora. Se trata de una regresión democrática sin precedentes en la historia de la UE. Uno de los retos de este año será desterrar el mecanismo de toma de decisiones basado en la unanimidad del Consejo para desbloquear dosieres como la reforma del asilo. La palanca para congelar los fondos europeos del 2021-2027 allí donde se viole el Estado de derecho es un arma de doble filo: Puede alimentar el victimismo de sus líderes populistas, que seguirán socavando la democracia con el apoyo de las urnas.

Las cuestiones identitarias y la falta de perspectivas de futuro seguirán siendo los dos principales motores del miedo. El debate sobre la soberanía, los valores y la permanencia lo abrieron los británicos, pero está permeando a buena parte del bloque, sumido en una crisis existencial de difícil salida si no se ataja el déficit democrático en algunos países miembro.

Secesionismo catalán

La sentencia del Tribunal de Justicia de la UE sobre la inmunidad del líder de ERC, Oriol Junqueras, abre el terreno a una nueva batalla política y judicial a caballo entre España, Bélgica y Luxemburgo. El último de los problemas que necesita la UE es que el conflicto promovido por los secesionistas catalanes vuelva a coger aire.

El embrollo judicial también está afectando a los tiempos para formar gobierno en España. La inquietud en Bruselas sigue creciendo. Más si se tiene en cuenta que el país sigue sin unos presupuestos ajustados para reducir la deuda pública y reconducir la senda del déficit. La formación de un Ejecutivo tampoco es garantía de tranquilidad por lo frágiles que son los apoyos con los que cuenta el presidente Sánchez. 

Huracán Trump

Imposición de aranceles y manipulación de divisas. Todo vale para ganar la guerra comercial que se ha desatado entre las potencias del globo. El líder norteamericano, Donald Trump, fue quien prendió la mecha para castigar a China y la UE por sus superávits comerciales. A pesar de los escudos desplegados para proteger a las economías del euro, sectores como la industria y la agricultura ya están sufriendo sus embestidas y pueden ir a peor si el magnate vuelve a apuntar con sus dardos hacia el corazón de la economía alemana: el automóvil.

Podría pasar. Trump se juega este año la reelección en las urnas. Por el momento ya ha dejado claro que no firmará ningún armisticio con China, por mucho que haya destensado la cuerda, y quiere cambios en el modelo de subvenciones de la UE a industrias como la aeronáutica. El pulso va más allá. Washington detesta la idea de que sus socios ganen autonomía invirtiendo dinero en equipamientos de defensa de cuño europeo. La UE tampoco se fía de Pekín, es un «rival sistémico» para la economía y la soberanía digital europeas. No será sencillo buscar el equilibrio, especialmente en el plano geopolítico. El reciente asesinato del general iraní Soleimani amenaza con desatar un conflicto de grandes dimensiones entre Estados Unidos e Irán. El escenario es tremendamente incómodo para la UE, que siempre se ha mostrado dividida ante cualquier conflicto internacional.

Ambición de Macron

La ambición menguante del presidente francés, Emmanuel Macron, todavía puede dar quebraderos de cabeza a la UE. Demostró poca lealtad con sus socios al bloquear el proceso de adhesión de Macedonia del Norte y Albania, echando por tierra el trabajo de años de persuasión para frenar la expansión de los tentáculos rusos por los Balcanes. No es la única salida de tono que ha protagonizado.

Sus pulsos dialécticos con Trump, sus muestras de desprecio públicas, sus críticas hacia la OTAN o su ofensiva contra la comisaria de Competencia, Margreteh Vestager, le han distanciado de sus socios y de Bruselas. En casa también afronta graves problemas. Tras las revueltas de los chalecos amarillos, ahora el galo se bate con los funcionarios por la reforma de las pensiones, una batalla que puede precipitar la victoria de la ultraderechista Le Pen en los próximos comicios y restar fuelle a sus demandas de refundación de la UE.

Arquitectura inacabada

Cuántas veces prometieron apuntalar la zona euro y cuántas veces incumplieron su palabra. Hay tareas inaplazables que todavía no se han acometido en la UE por la resistencia de algunas capitales. El gran tabú sigue siendo la Unión Bancaria, cortafuegos contra futuras crisis. Su último pilar, el fondo de garantía de depósitos, todavía no ha visto la luz. Los halcones del euro (acreedores) han dilatado las negociaciones de forma deliberada para no tener que llegar a un compromiso. Italia también se plantó a finales de año, pero lo hizo porque la propuesta de reforma del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) vincula las ayudas de futuros rescates a un plan de sostenibilidad de la deuda, una magnitud que alcanza el 136 % del PIB en ese país.

También quedan pendientes otros trabajos como la reforma del asilo, empantanada por las reticencias de unos a acoger a los migrantes y las de otros en torno a la gestión de las fronteras. La tarea más urgente sigue siendo la aprobación de los presupuestos 2021-2027. Con la perspectiva de un recorte de los fondos como consecuencia del brexit todo apunta a que habrá nubarrones. A un lado de la mesa se sentarán los “amigos de la cohesión”, entre ellos España. Al otro, quienes desean podar las partidas estructurales y la PAC. El tablero será esta vez diferente porque la hoja de ruta para las próximas décadas apunta en una dirección clara: una UE verde. Buena parte de los esfuerzos de inversión deberán enfocarse hacia una economía más eficiente y menos contaminante. A un alto coste: se cobrará miles de puestos de trabajo, especialmente en sectores industriales, hoy en declive. Otra vértebra importante que habrá que reparar es la de la fiscalidad. El gran reto de conseguir que los gigantes digitales paguen su parte justa de impuestos está en la agenda de la Comisión Europea, torpedeada constantemente por algunos socios que quieren frenar cualquier avance.

Desigualdades

Persisten los problemas para drenar las balsas de desigualdad acumuladas en algunos países como España. La disparidad entre las regiones más ricas y pobres de la UE sigue creciendo once años después del estallido de la crisis. La deslocalización de la producción, la precariedad del empleo y la falta de perspectivas de los más jóvenes podrían revitalizar en el 2020 a la ultraderecha. Pocos dudan de que la gran coalición alemana tiene fecha de caducidad. En Francia, Le Pen apunta alto y los sondeos indican que el xenófobo Matteo Salvini volverá a arrasar con la Liga Norte en Italia, un escenario de viejas pesadillas que provoca sudores fríos en Bruselas, empeñada en mantener a raya la desorbitante deuda alpina. En nada ayuda la cabalgante crisis demográfica que vive el Viejo Continente. La pobreza y la falta de futuro está dejando baldías vastas zonas de nuestra geografía, allí donde los discursos identitarios, de odio y de protección del «modo de vida europeo» frente al de los inmigrantes cuajan mejor. Si no se atajan estos problemas que genera la desigualdad, los años 20 no serán «buenos años», como auguró la canciller alemana, Angela Merkel. Serán la antesala de tiempos mucho más oscuros.