El BCE no puede inmunizar la economía

Cristina Porteiro
c. porteiro REDACCIÓN / LA VOZ

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FRANCOIS LENOIR

Lagarde exige a los Gobiernos que reaccionen de urgencia para evitar un colapso financiero

12 mar 2020 . Actualizado a las 08:47 h.

Al Banco Central Europeo (BCE) todavía le queda magia en la chistera, pero no puede inmunizar por sí solo a las economías del euro si los gobiernos no arriman el hombro. Ese es el mensaje que envió en las últimas horas la presidenta del organismo, Christine Lagarde. La francesa, como hizo su predecesor -Mario Draghi-, está dispuesta a hacer todo lo que sea necesario para evitar que el coronavirus provoque una hemorragia económica en la zona euro, pero no será suficiente. Si no se actúa de forma urgente y coordinada «asistiremos a un escenario que nos recordará a muchos de nosotros a la gran crisis financiera del 2008», alertó el pasado martes, según reportó Bloomberg.

Francfort prepara la caja de herramientas. Los mercados esperan que abra este jueves el grifo de los estímulos monetarios con una inyección de dinero «super barato» y bajada de tipos, a pesar del escaso margen de maniobra que le queda y las presiones de Berlín para evitar que desenfunde la artillería. Como ocurrió hace una década, el eurobanco vuelve a ir a remolque de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra, que ya han recortado sus tipos al 1-1,25 % y el 0,25 % respectivamente. El Gobierno británico también ha propuesto abaratar los préstamos y aumentar el gasto público en los próximos cinco años a expensas de sus objetivos de equilibrio presupuestario.

De forma paralela, la Comisión Europea trabaja en un paquete de medidas similares. Bruselas anunciará antes del fin de semana una nueva hoja de ruta para flexibilizar los objetivos de déficit y deuda. Una medida que podría aliviar la carga a algunos países altamente endeudados y con escaso margen fiscal, como Italia o España. En esta línea, la intención de la presidenta del Ejecutivo comunitario, Von der Leyen, de movilizar hasta 25.000 millones de euros (solo 7.500 millones frescos procedentes de los fondos estructurales) podría caer como un bálsamo en los países donde la epidemia amenaza con colapsar los centros hospitalarios y con estrangular la cadena de producción y suministro, todo dependerá de lo farragosa que sea la burocracia europea y de las condiciones para poder desembolsar las ayudas.

A la espera de conocer la letra pequeña, las responsables de la Comisión y del BCE insisten en lo mismo: Cualquier ayuda que puedan prestar, no será suficiente, los países que tienen margen fiscal deben aumentar el gasto público. Un mensaje que tiene como destinataria a Alemania. El Fondo Monetario Internacional (FMI) va más allá.

Ayer mismo urgió también al Gobierno español a no escatimar en gastos a la hora de proteger al sector sanitario y de levantar barricadas para contener daños mayores en la industria y servicios: «El Gobierno tiene que garantizar los recursos suficientes para el sector de la salud además de prestar apoyo dirigido a los más afectados», sostuvo en un informe en el que defiende que, de ser necesario, las medidas «extraordinarias» deberían ir más allá «para prevenir y contener el virus así como mitigar su impacto económico». ¿De qué manera? Sufragando el coste con dinero público, desde las caídas de ingresos en las familias más vulnerables a la aprobación de ayudas de Estado excepcionales para aliviar el peso a las empresas., sin olvidarse de ofrecer flexibilidad horaria a trabajadores públicos y privados.

Lecciones del pasado

La lección que debieron aprender los gobiernos europeos de la crisis financiera que estalló en el 2008 es que hay que actuar rápido y de forma contundente, de lo contrario, los problemas seguirán macerando y creciendo a costa de la incertidumbre. Es algo que tienen bien aprendido en Bruselas. El estrangulamiento del crédito a la economía y los estratosféricos costes de financiación sumieron a España y otras economías del euro en una profunda recesión. Los estímulos llegaron tarde y solo a cuenta del BCE. ¿Por qué? Por las reticencias de gobiernos como el alemán. Una década después, la historia amenaza con repetirse. Berlín rechaza intervenir de forma abrupta. De puertas para adentro ha dado pasos tímidos aumentando la liquidez a sus empresas y la previsión de gasto público en unos niveles (3.100 millones de euros anuales hasta 2024) irrisorios. Sus autoridades han dejado claro que solo irán más lejos en las medidas fiscales «cuando sea apropiado». Un gesto que no ha sido bien recibido por parte de sus socios, especialmente después de darse a conocer que las autoridades germanas restringieron la exportación de mascarillas a los países vecinos.