El acusado del crimen de Cabana: «Pienso que es el día, ayudad a mis hijos, son buenos chicos, y perdón a todos»

Antonio Longueira Vidal
Toni longueira CARBALLO / LA VOZ

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Cabalar

Julián Gil Pose confesó ayer ser el autor de los tres disparos que acabaron con la vida de su mujer, Ana Belén Varela, el 19 de agosto de 2018

16 jun 2020 . Actualizado a las 12:19 h.

Julián Gil Pose, de 58 años, confesó ayer ser el autor material de la muerte de su esposa, Ana Belén Varela Ordóñez, quien falleció sobre las cinco de la tarde del domingo 19 de agosto del 2018 a los 50 años de edad, tras recibir tres disparos en el domicilio que ambos compartían en Tras da Agra, en la parroquia cabanesa de Canduas. Ahora bien, en lo que difieren la defensa y las acusaciones es si se trató de un homicidio o de un asesinato. El juicio oral, que arrancó ayer en la Audiencia Provincial (sección segunda), se prolongará hasta el próximo martes, día 23.

El Ministerio Fiscal, la acusación particular -que ejerce el letrado Manuel Ferreiro Novo- y la popular -que lleva a cabo la Xunta al tratarse de un delito tipificado como violencia machista- consideran que se trató de un «asesinato». Entienden que la víctima no tuvo capacidad para hacer frente a su agresor porque sufrió tres disparos a bocajarro por la espalda: «A la altura de los riñones, a la altura de uno de los pulmones y ya, en el suelo, en la cabeza». Esgrimen además que este crimen tiene como agravantes, tener la tipología de machista y parentesco, y como atenuante, que el hombre estaba ebrio en el momento de producirse el trágico suceso. La defensa, que lleva la abogada Beatriz Domínguez, habló de 1,47 miligramos de alcohol por litro de aire espirado.

Además, tanto Fiscalía como acusación popular y particular sostuvieron que hubo premeditación en la actuación de Julián Gil Pose. Recordaron que tenía un arma, un revolver marca Rossi, adquirido en su día en Suiza, y que estaba cargado y listo para su uso. Un arma, por cierto, para el que, según las acusaciones, el investigado carecía de permiso, además de que no había sido registrada en España. Un revólver que había sido cambiado de lugar recientemente con intención, supuestamente de ser empleado. Por su parte, el acusado aseguró que su mujer y otras dos personas más del entorno (que no sus hijos) eran conocedores de su existencia e, incluso, de donde se guardaba y dijo que este cambio de ubicación se había realizado «hacía más de un año».

Un tercer elemento a tener en cuenta por parte de las acusaciones es la de ofrecer al jurado popular una imagen del acusado que «insultó, humilló y maltrató» a la víctima de forma reiterada, incluso, en ambientes familiares.

Y un cuarto punto es un mensaje de wasap que el autor confeso envió a un allegado próximo sobre las cinco de la tarde de aquel 19 de agosto del 2018. «Hoy pienso que es el día, ayudad a mis hijos y cuando terminen la carrera, arreglad los problemas. Son buenos chicos. Perdón a todos y gracias a todos». Para las acusaciones, este wasap se envió antes de perpetrarse el crimen, lo que corroboraría la teoría de que se trató de una actuación premeditada y por tanto, de un asesinato. Sin embargo, el acusado aseguró que ese wasap se remitió después de efectuarse los tres disparos, cuando el hijo le arrebató el arma de la mano derecha (con la mujer ya tendida en el suelo), y lo obligó a sentarse en un sofá a la espera de que llegaran las emergencias.

La defensa pretende que este crimen se trate como un homicidio. Es decir, que no hubo premeditación, que el acusado no era un «borracho, no era un maltratador, ni un pendenciero» y que siempre buscó lo mejor para la familia, sobre todo los hijos. La abogada Beatriz Domínguez recordó al jurado popular que Julián siempre trató de resolver sus diferencias matrimoniales de forma pacífica. Eso sí, aquel 19 de agosto del 2018 su defendido se volvió «loco» en «ese momento» y cometió «una locura».

Las acusaciones creen que la víctima quería irse de casa para iniciar una nueva vida, pero el acusado lo negó: «Dormíamos en la misma cama»

«Yo siempre hice vida matrimonial con mi esposa... Hasta primeros del 2018. Íbamos a comidas familiares, tanto en casa de mis padres, como de mis suegros... Mire si hacíamos vida normal que el día anterior a lo ocurrido [el crimen] habíamos ido con mi suegra al Marineda». Y añadió: «Dormíamos en la misma cama, pero no juntos.... Ella rechazaba cualquier intento mío por acercarme a ella». Julián Gil Pose trató de defenderse de las graves acusaciones vertidas por parte del Ministerio Público y de la acusación particular, de persona agresiva, maltratadora y manipuladora, con episodios supuestamente reiterados en los que habría insultos, vejaciones y un control, incluso de la ropa que tenía que poner la víctima y cuándo se la podía poner. «No es cierto, mi relación con mi esposa era impecable»». Incluso apuntó que cuando se enteró de ella mantenía una relación extramatrimonial con otro hombre le dijo: «Vete con él y si no estás bien, vuelve conmigo... Yo también le fui infiel esporádicamente... Simplemente lo acepté».

Pero las acusaciones mantienen otra teoría diferente y muy alejada de la visión comprensiva del marido: Ana Belén ya había tomado una decisión «y no había marcha atrás». Sostuvieron en esta primera jornada del juicio oral que la víctima tenía intención de dejar la vivienda que ambos compartían de forma inmediata: «Incluso habló de hacerlo el lunes siguiente [el crimen ocurrió el domingo por la tarde]». El abogado que ejerce la acusación particular, Manuel Ferreiro Novo, que pide 28 años de prisión para el acusado, ha detallado que el hombre «cosificou a súa muller e considerouna un obxecto» durante años y el día en que ella le dijo que se marchaba de casa «decidiu matala».

La gota que colmaría el vaso, según confesó el propio acusado, se produjo cuando su mujer, supuestamente, le espetó: «Vale más Miguel [el amante] en media hora que tú en toda la vida». Momento en que, según su versión, le dio «un arrebato repentino», cogió un arma y le metió tres tiros a quemarropa.

Controversia por un parte de baja por depresión 17 días antes del crimen

En la primera jornada del juicio salió a relucir una controvertida baja laboral, concedida el día 2 de agosto por un médico de cabecera por un trastorno depresivo del acusado. Para la Fiscalía y la acusación particular se trataría de una estrategia para estar cerca de su mujer y evitar que marchara de casa con la persona con la que había iniciado una nueva relación sentimental. Entienden que el acusado nunca había sufrido trastornos similares y se remitieron a los informes periciales. Es más, dijeron que el día del crimen Julián, estando ebrio y bajo mediación, era «perfectamente consciente» de lo que estaba haciendo en todo momento.

Sin embargo, el acusado y su defensa aseguraron que no solo sufre un trastorno depresivo, sino que a día de hoy continúa con el tratamiento: «Cuando me diagnosticaron y me dieron tratamiento, yo no dormía bien, tenía ansiedad... Incluso, la empresa me pagó el viaje para que viniera a España. Lo de mi mujer no tuvo nada que ver con eso», dijo.