La herida abierta del colonialismo alemán

Patricia Baelo BERLÍN

ACTUALIDAD

El país reabre el debate sobre estatuas y calles dedicadas a políticos

29 jun 2020 . Actualizado a las 16:49 h.

Las imágenes de manifestantes derrumbando monumentos de celebridades racistas en Estados Unidos no cesan. Sin duda, el movimiento Black Lives Matter (las vidas de los negros importan) está teniendo eco en todo el mundo. También en Alemania, donde hace poco un grupo de desconocidos vertieron pintura roja sobre la estatua de Otto von Bismarck. Ocurrió en Hamburgo, la ciudad en la que más evidente es hoy la huella del colonialismo germano a través de lugares como la Casa África o el parque Tanzania.

Las autoridades locales han decidido restaurar la mayor figura que existe del bautizado como el canciller de hierro, y al mismo tiempo agregarle carteles que muestren el lado más oscuro de su personalidad. No en vano, Otto von Bismarck auspició en 1884 la Conferencia de Berlín, en la que las potencias europeas se repartieron África a su antojo. Incluida Alemania, que se quedó con amplias zonas de ese continente, al igual que franjas de Oceanía y Asia oriental, hasta que tuvo que cederlas al perder la Primera Guerra Mundial en 1918.

Bajo la batuta de Von Bismarck, los colonizadores germanos reprimieron con violencia varios levantamientos en África. El más grave de todos tuvo lugar en el territorio que hoy es Namibia, donde asesinaron al menos a 80.000 miembros de la etnia herero y a unos 20.000 de la namaqua entre 1904 y 1908, en el que pasó a ser considerado como el primer genocidio del siglo XX. Sin embargo, pocos alemanes mantienen vivo el recuerdo de ese oscuro episodio de su historia, que ha quedado opacado por otros más recientes.

«En un país que sigue enfrentado desde hace décadas a su pasado nazi no hemos logrado avanzar demasiado con el tema del colonialismo, al que sí hicieron frente hace tiempo Francia o el Reino Unido», explica Urte Evert, directora del museo de la Ciudadela del barrio berlinés de Spandau, donde se exponen viejas estatuas que ya no tienen derecho a exhibirse en la vía pública.

A su juicio, la clave está en colocar placas informativas junto a los personajes para «fomentar el debate y contribuir a la memoria histórica».

En cambio, el director de la Universidad de Hamburgo e historiador, Jürgen Zimmerer, apuesta por reinventar los monumentos más controvertidos de una manera creativa. Por ejemplo, «se pueden poner las estatuas cabeza abajo, para instar a la sociedad a investigar su trasfondo», dice. Más allá van en torno a una veintena de asociaciones del país, tales como Berlin Postcolonial, que plantea la posibilidad de cambiar el nombre de algunas calles que fueron levantadas como homenaje a colonos.

No obstante, muchos expertos insisten en que las calles y los monumentos no son más que la punta del iceberg, y exigen analizar a fondo la cuestión de la colonización alemana. «Debemos buscar el diálogo con aquellos que viven con las consecuencias y recuerdos en Togo, Namibia, Camerún, determinadas zonas de Kenia y Tanzania, así como el resto de antiguos territorios germanos», propone Ruprecht Polenz. El político conservador dirige al equipo que trabaja en la mesa negociadora de las reparaciones a Namibia desde hace años.

El país africano solicita un perdón oficial por parte del Bundestag, en el que se hable expresamente de genocidio, además de una indemnización.

Aún falta por concretar la suma y durante cuánto tiempo se pagará la compensación, factores que por ahora se topan con el escepticismo de los afectados. «El momento de poner fin al diálogo y la cuantía de la indemnización dependerá de las restricciones por el covid-19, que están ralentizando el proceso», asegura Festus Ueriuka Tjikuua, líder negociador que representa a los pueblos ovaherero, ovambanderu y namaqua.