Trump desata la polémica por su fiesta en el monte Rushmore

Lucía Leal WASHINGTON/ EFE

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Donald Trump empuñando un bate de béisbol, el pasado 2 de julio en la Casa Blanca
Donald Trump empuñando un bate de béisbol, el pasado 2 de julio en la Casa Blanca Tom Brenner | Reuters

Dará este viernes una «fiesta patriótica» en un lugar sagrado para los indios, que califican el monumento de un «símbolo del supremacismo blanco»

03 jul 2020 . Actualizado a las 08:50 h.

Les robaron un lugar sagrado y tallaron en él los rostros de sus «colonizadores». Para miles de indígenas en Estados Unidos, el monte Rushmore es un «símbolo del supremacismo blanco» que promueve Donald Trump, y ahora esperan como un «insulto» la visita del presidente en pleno debate nacional sobre los monumentos y el racismo.

La famosa ladera de Dakota del Sur donde están esculpidos los rostros de cuatro presidentes estadounidenses, que cada año atrae a dos millones de turistas, recibirá este viernes a Trump para celebrar una fiesta patriótica animada por fuegos artificiales y aviones de combate en la víspera del Día de la Independencia estadounidense. 

«Un insulto enorme»

«El monte Rushmore es un símbolo de injusticia, de desigualdad racial y de supremacismo blanco en Estados Unidos», apunta Nick Tilsen, un miembro de la tribu oglala lakota y activista del colectivo indígena NDN. «Se talló en las tierras sagradas del pueblo lakota con las caras de cuatro hombres blancos que eran colonizadores de los indígenas, que crearon políticas terribles que siguen afectando a los indígenas hoy. Y que el presidente de Estados Unidos venga aquí a buscar votos [...] es un insulto enorme», añade.

Para una decena de tribus indígenas de las Grandes Llanuras de EE.UU., las Colinas Negras -donde está ubicado el monte Rushmore- son un lugar «profundamente sagrado» que consideran el «corazón de la Tierra», explica la antropóloga de la Universidad Estatal de Iowa Christina Gish Hill.

Aunque las Colinas Negras pertenecían a la nación siux, según un tratado de 1868, el Gobierno se las arrebató durante la fiebre del oro del siglo XIX y nunca las devolvió. El Tribunal Supremo dio la razón a los indígenas en 1980 y obligó a EE.UU. a pagarles más de 1.300 millones de dólares, pero las tribus no lo han aceptado. «No queremos el dinero, queremos nuestra tierra», resume Madonna Thunder Hawk, una líder indígena lakota de 80 años.

Esa tierra quedó «profanada», según las tribus, entre 1927 y 1941, cuando los taladros y la dinamita perfilaron en una de sus laderas de granito las caras de los expresidentes estadounidenses George Washington (1789-1797), Thomas Jefferson (1801-1809), Abraham Lincoln (1861-1865) y Theodore Roosevelt (1901-1909). Todos ellos representan algo ofensivo para los indígenas.