En el tren: «Póngase la mascarilla, por respeto hacia los demás»

Francisco Brea
Fran Brea A CORUÑA / LA VOZ

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F. Brea

El uso es obligatorio desde que se entra en las estaciones y durante todo el viaje

18 jul 2020 . Actualizado a las 19:48 h.

Una mayor movilidad de la población lleva aparejado que las estaciones de tren vuelvan a recibir un importante flujo de viajeros. Viendo que varios brotes se están produciendo en el transporte público, nadie duda de que es vital extremar las precauciones de seguridad.

El uso de la mascarilla es obligatorio desde el momento que se cruzan las puertas de acceso a las instalaciones. Tanto en los paneles informativos que hay en los andenes para anunciar la llegada de los trenes como por la megafonía los avisos son constantes. Por norma general, los usuarios cumplen con esta norma, aunque no falta quien intenta saltársela.

Basta con hacer un trayecto corto, que puede ir de los 28 a los 40 minutos, como el que une Santiago de Compostela con A Coruña para darse cuenta de que todavía hay quien no lleva demasiado bien tener que cubrirse boca y nariz. Porque la mascarilla está presente, pero no siempre como debe.

En Compostela, muchos trenes que llegan de Ourense o Vigo con dirección A Coruña entran por la vía cinco, la más alejada de la entrada. Allí, mientras se espera la aparición del convoy, se ven mascarillas en la barbilla, por debajo de la nariz o en la mano. Ya en el vagón es casi generalizado su buen uso, aunque no es la primera vez que se oye al revisor pedir al pasajero que se la ponga. En una ocasión, le soltó a una mujer un argumento irrefutable: «Por respeto hacia los demás».

Higiene y distancia

«Prefiero ir a ventanilla para comprar el billete antes que utilizar las máquinas táctiles», comentaba ayer una mujer en la estación coruñesa de San Cristóbal antes de poner rumbo a la capital de Galicia. Pero, dependiendo de la cola y del tiempo que falte para que salga el tren, no siempre es posible. Al lado de estos puestos de venta está instalado un punto de desinfección de manos que es automático, por lo que no es necesario tocar ningún botón para que se active.

Para guardar la distancia social mientras se espera se han precintado asientos y esto se respeta. Cuando se forman colas para acceder a los andenes también corre el aire. Otra cosa es en el interior del vagón. Aunque a veces los coches vayan casi vacíos, Renfe parece empeñado en acortar distancias y acercar personas, como rezaba en una campaña publicitaria. Si todos los pasajeros hicieran caso del asiento asignado se hacinarían en una mitad del vagón y dejarían la otra completamente libre.

Esto ha provocado nerviosismo en algunas ocasiones. En un viaje de A Coruña a Santiago, una pasajera no dio una bienvenida muy calurosa al que debería sentarse a su lado. En ese momento el tren iba bastante lleno y el viajero decidió esperar pacientemente para ver qué sitios quedaban libres.

Otro día se oyó una excusa que, podría ser cierta o no, pero tenía cierta lógica. Una mujer mayor dijo: «Prefiero ir sola, que acabo de estar en el hospital por una operación». En este caso, por lo menos, ella misma se ofreció a buscarse otro asiento.