María: «Tengo 63 años, él 46, y estamos enamoradísimos»

ACTUALIDAD

MARCOS MÍGUEZ

María y Juanjo llevan doce años juntos y son la prueba de que el amor no tiene edad, aunque han tenido que defenderse de los prejuicios. «Cuando el hombre es mayor no hay problema, pero si somos nosotras cambia la cosa», dice María que ahora no se imagina la vida sin él

08 feb 2023 . Actualizado a las 13:16 h.

Hay muy pocas parejas como Juanjo y María. Muy pocas que después de doce años sigan tan enamoradas como el primer día y muy pocas, poquísimas, en las que ella sea 17 años mayor que él y que, pese a todo, haya sido capaz de anteponer su amor a los prejuicios. «Yo los tenía, era de las que decía que jamás estaría con una persona más joven que yo, y mucho menos de la edad de mis hijos» —confiesa María, que acaba de cumplir los 63 y empezó con Juanjo cuando ella tenía 51 y él 35. Pero cuando el amor llega es imparable y arrasa incluso con aquello que creíamos inimaginable. «Yo me casé por primera vez a los 17, jovencísima, tuve a mis dos hijos enseguida, pero después nos separamos», cuenta María echando la vista atrás y resumiendo una vida intensa, en la que ella ha destacado por su fortaleza. Es una luchadora que estuvo 34 años al frente de negocios relacionados con la peluquería, con rachas «muy buenas, otras regulares, y otras peores», pero jamás dependió de un hombre para vivir.

«Después de separarme, tuve algunas relaciones cortas y, pasado un tiempo volví a casarme con uno diez años mayor que yo. Esa persona me arruinó totalmente y tuve que remontar, así que, como te puedes imaginar, con más de 50 años, yo no tenía ganas de tener una relación con nadie. Estaba en ese punto de mi vida en que tenía mis negocios, mi casa, mis hijos y no buscaba nada», avanza María con una sonrisa en la boca que delata esa sorpresa que la vida le iba a deparar. «Yo siempre le decía a una amiga que es como una hermana: 'Sister, yo quiero un hombre que me quiera, no que me llene la nevera, que ya me la lleno yo, pero tampoco que me la vacíe», explica.

"Lo mío con María no se puede explicar, fue de 'ya para ya', yo solo veía y veo a una mujer guapísima, cariñosíma y alegre, la edad nunca me ha importado y lo que digan los demás no me afecta"

«Nos conocimos en el centro comercial en el que yo tenía el negocio. Él trabajaba en otro local y todo fue muy poco a poco, pero jamás en ese tiempo se me pasó tener una relación con él. Tomábamos café, nos contábamos las cosas, y desde el principio me pareció un chico encantador, especial, porque todo el mundo que conoce a Juanjo se queda prendado, tiene don de gentes, y yo en ese momento lo veía como un amigo, esa es la verdad». Esa amistad se fue estrechando y estrechando más hasta que, desde noviembre que empezó todo al verano en que se hizo evidente ese amor, Juanjo ya dio muestras más que palpables de su interés por ella. «Me fue trasteando, pero yo, en cuanto él daba un paso, le ponía el freno de la edad», cuenta María, que se deshace ahora en atenciones a su amor. «A mí nunca me importó —aclara Juanjo—; yo venía de otra relación rota, tenía un hijo de 7 años, pero no pensaba en la edad de María, solo veía a una mujer guapísima, cariñosísima, alegre, vital, y lo cierto es que yo no soy de hacer caso al qué dirán. Nunca me ha importado. Pero lo mío con María no se puede explicar, puede sonar a niñería, pero para mí fue de ‘ya para ya’ desde el primer día. Piensas que lo que te pasa es como de cuento de Disney, quise estar a su lado desde el primer momento», confiesa Juanjo, que cumplirá a finales de noviembre los 47.

MARCOS MÍGUEZ

«LO PASÓ PEOR ELLA»

«Lo pasó peor ella que yo, le pesaba lo que podía pensar la gente, sus hijos... En eso siempre tienen más cortapisas las mujeres porque hay más prejuicios», apunta Juanjo, mientras María hace una defensa de su relación. «Ahora estamos superfelices y nos la trae al pairo, pero es cierto que somos nosotras mismas, las mujeres, las que ponemos las barreras. Yo estuve con un hombre diez años mayor y eso no se veía raro, no había una mirada distinta hacia él. Y, mira, si yo no hubiera hecho caso al corazón, no estaría ahora tan feliz como estoy. A mí un día me falta Juanjo y yo no sé qué hacer de mi vida. Y te lo dice una mujer que acaba de cumplir 63 años —confiesa emocionada—. Pero él me ha dado paz, tranquilidad, ha hecho que me valore más y sobre todo me ha ayudado a ser mucho más familiar, él es muy entregado en eso».

¿Y tus suegros? ¿Tu suegra? ¿Cómo se lo tomaron? «Fue muy bien todo desde el comienzo, él está muy unido a ellos y jamás nos han puesto un problema, todo lo contrario. Mi suegra dice que soy el motor de la familia, porque no paro, soy un torbellino, pero lo cierto es que siempre han estado ahí apoyando», cuenta María, que vuelve atrás para contarme cómo fue ese primer empujón para que la chispa se hiciera hoguera.

«EL BESO DE MI VIDA»

«Salimos una noche aquel verano de hace doce años y primero fuimos a cenar a un local de Matogrande. Recuerdo que me puse unos vaqueros, una camiseta blanca básica y unos taconazos, pero cuando lo vi llegar a él, de sport, porque yo estaba acostumbrada a verlo de traje en el trabajo, pensé: ‘Es todavía más crío, me pareció muy, muy joven vestido con su camiseta’. En esa conversación le dije que me encantaban las verbenas, que soy muy de aldea, que se quitara esa imagen de pija que decía que aparentaba, y con esa información, cuando acabamos de cenar, me soltó: ‘En Lorbé hay verbena, ¿vamos?’ Y allí nos fuimos. En el coche iba tan nerviosa que no paraba de hablar y hablar y hablar, así que en el camino él se echó a un lado en el arcén, apagó el motor y me dio un besazo. Fue el beso de mi vida. Desde ese día no nos hemos separado nunca más. Luego fuimos a bailar y ya fue todo rodado», recuerda María abrazada a Juanjo.

"Desde hace un par de años he notado el bajón físico, pero él siempre me anima en eso: me ve con los ojos del alma, del corazón"

En este camino de rosas, ha habido dificultades, pocas, pero las ha habido. «Al principio es complicado —apunta él—, es impactante para los demás, y bueno, yo tenía un hijo pequeño, que ahora ya va a cumplir 19, y no siempre nos lo puso fácil. Al padre de María también hubo que ganárselo, pero como yo soy muy natural, se hizo muy sencillo. Recuerdo cuando conocí a los hijos de María en una fiesta, solo le llevo 3 años al mayor, y esas situaciones no son cómodas de arranque, sin embargo, la mirada de extrañeza está más en los otros, para mí no hay esa barrera en absoluto. Ella, de un tiempo para aquí, está muy obsesionada con el paso del tiempo, pero no sé por qué», señala él. «¡Pues porque ya no es lo mismo, desde hace dos años he sentido un bajón físico y ahora me cuelga todo», bromea María, que no deja de reconocer que Juanjo la anima siempre en ese aspecto. «Él me ve con los ojos del alma, del corazón, y no le importan las arrugas y eso es maravilloso».

¿Alguna vez os han confundido con madre e hijo? «Sí, sí. A mí alguna conocida me ha venido con mala baba en plan: ¿Ay, es tu hijo? Y yo le he respondido con normalidad: ‘No, es mi pareja’. Aún hay gente muy entrometida, pero afortunadamente a estas alturas me da igual. Es como ese tópico de que es mejor tener al lado a un hombre mayor porque te va a proteger más. Pues no, yo he estado con alguno de mi edad y otro de mucha más y con quien me he sentido más cuidada y protegida ha sido con Juanjo», alza María.

«A mí ella me ha dado paz, tranquilidad y ganas de volver a casa, que eso es la vida para mí, quiero estar siempre a su lado», le sonríe él mientras ella hace evidente su diferencia de edad. «A veces de broma le digo: ‘Cariño, cuando yo me casé por primera vez tú aún no andabas», ja, ja, ja, se ríe a carcajadas María, que rompe una lanza por las mujeres que se la juegan por amor. «Algunas analizan tanto la situación que no dejan cabida a que surja, y desde aquí lo digo: ‘Nunca es tarde’». Si el amor no tiene edad, ¿estarías con alguien 16 años mayor que tú, entonces?, le azuzo a María. «Quita, quita. Eso ponlo clarito: ‘Siempre con uno más joven, chicas, en eso salimos ganando’», responde triunfal mientras se abraza a Juanjo que la coge en el colo de un salto después de hacerse la foto. Después de ver cómo se miran, decir que son felices es poco.