Carlos Sobera, presentador de «El Precio Justo»: «Regateando soy un inútil»

ACTUALIDAD

Mediaset

Campechano, guasón, retranqueiro, transparente y algo tozudo: «Pero tengo pocos defectos, que soy de Bilbao», dice. Así es Carlos Sobera, que estrena «El Precio Justo», aunque reconoce que tiene la mano más suelta de lo que debería.

05 abr 2021 . Actualizado a las 19:51 h.

Tarará, tararará... más de 30 años después, los que hemos visto El Precio Justo del querido Joaquín Prat seguimos tarareando la melodía de un programa que hizo historia en la televisión de la época. Este lunes llega de la mano de otro presentador también muy querido, Carlos Sobera (Baracaldo, 1960), que nos atiende justo antes de empezar una sesión de fotos dentro de la promoción del programa: «Me están esperando y se ponen nerviosos», bromea el de Baracaldo, que parece estar más que acostumbrado a estos quehaceres y nos atiende con la misma simpatía con la que atraviesa la pantalla en infinidad de ocasiones.

—Creo que el primer día de grabación ha sido un poco accidentado...

—Tuvimos una maravillosa anécdota con una señora estupenda que se llama Juliana. Yo le indiqué erróneamente un sitio por donde tenía que tirar de la ruleta y se la cargó [se ríe]. Tuvimos que parar prácticamente una hora hasta que pudimos retomar la grabación, pero fue culpa mía. Las cosas como son.

—Pero igual os trae buena suerte...

—Pues mira, ¡quién quiere buenos comienzos!, como dice el refrán. Yo creo que puede ser un símbolo de buena suerte. ¡Ojalá! Así lo espero, desde luego. Fue muy simpática la anécdota y nos hizo pasar a todos un momento divertido, relajarnos, soltar la tensión y disfrutar más si cabe de El Precio Justo

—Es inevitable hablar de «El Precio Justo» y no mencionar al querido Joaquín Prat, ¿hay algún homenaje a él?

—Sí, y yo lo pedí además porque tenía un gran recuerdo de Joaquín y de El Precio Justo que él hizo y quise conservar el ‘¡A jugar!' desde el principio. Incluso en el cásting ya lo estaba haciendo como una manera de homenajearlo y luego lo he mantenido. De hecho, a los cuatro primeros concursantes, que son los primeros en bajar y ocupar los sitios, yo los llamo con esta coletilla que hizo famosa Joaquín y luego también a Luis, como voz en off, utiliza también el ‘¡A jugar!'. Yo creo que es un buen homenaje hacia un formato, una época histórica de la tele y un gran presentador como fue Joaquín. Sin duda.

—No sé si su hijo te ha dicho algo, de si le hacía ilusión...

—No he hablado aún con él, estaré  en breve, que haremos promoción del programa y tendré oportunidad de charlar porque ahora los dos estamos inmersos en el día a día y no tenemos tiempo ni de decirnos buenos días. Pero estoy seguro de que a él le tiene que hacer mucha ilusión porque de alguna forma la figura de su padre está ahí, siempre rondando, y eso lo único que quiere decir es que lo hizo muy bien y que es un gran tipo porque si no, no hubiera dejado un recuerdo tan perdurable y tan hermoso entre la población. Yo así lo veo.

—¿Y tú como eres, te gusta pagar el precio justo o tienes la mano más suelta?

—La verdad es que cuando algo me gusta tengo la mano suelta. Solamente me pongo roñoso cuando el precio no es bueno. Si me piden mucho más de lo que yo pensaba que valía digo: ‘¡Coño, que no quiero renunciar a esto! Vamos a ver si podemos negociar'. Pero regateando soy un inútil. Cada vez que me ha tocado ir a algún país en el que hay costumbre de regatear, como Marruecos o Turquía, lo único que hago es palmar dinero y luego llego al hotel y descubro que he pagado por una cartera de piel cinco veces más que mis compañeros. Se me queda cara de tonto. ¡Qué voy a hacer! No tengo remedio.

—Le das a todo: «Supervivientes», «First Dates», ahora «El Precio Justo»...

—Creo que está bien hacer cosas muy distintas y crecer como profesional. Y luego hay quien dice que prefiere caras nuevas y hay quien quiere tener a su lado a gente a la que conoce y que le inspira confianza. Yo prefiero pensar esto último y en eso me baso para decir que no creo que la gente se vaya a cansar de mí porque también soy un poquito de confianza. Me gustaría que conmigo pasara como cuando estoy en el extranjero y de repente veo un avión de Iberia y digo: ‘España, mi casa'. No quiero ser pretencioso, pero ojalá que la gente cuando me ve diga eso, que estamos en casa. Para mí sería el mayor premio y la mayor recompensa que podría tener como comunicador.

—Se puede decir que eres el Richard Gere español... por las canas me refiero.

—Jajajaja. Es en lo único que me parezco a Richard Gere, en las canas [se vuelve a reír]. En las uñas de los pies también, pero poquito...

—Te das un aire, y encima con las canas más.

—Ya me gustaría a mí darme un aire a Richard Gere, pero no, para nada. Fíjate, yo me conformaría con darme un aire a Alfredo Landa, me parecía que era el referente tierno del hombre medio español de toda la vida, o José Luis López Vázquez.

—La fama te ha llegado con la madurez, ¿en tu caso ha sido una ventaja?

—A mí el éxito me pilló con 39 o 40 años, así que me vino muy bien que me llegara con esa edad. La tele es un medio muy exigente, muy competitivo, y el ir madurando, a veces, es una virtud y, a veces, es un defecto que se vuelve en tu contra. Pero en mi caso, siempre lo he tenido a favor.

—Con solo ver tus referentes, Alfredo Landa o José Luis López Vázquez, ya se ve que te encanta reírte.

—Sí, soy guasón. Y tengo retranca, británica o gallega, no estoy seguro de cuál es, pero la tengo, y el humor me parece fundamental. Admiro a toda esta generación de actores que eran brutales. Podría añadir a José Sacristán, a Concha Velasco, a Tony Leblanc, Fernando Fernán Gómez... cantidad de ellos. Bueno, es que este país ha estado lleno de genios absolutos y para mí son unos referentes. Y hasta a veces trato de imitarlos: ‘Un esclavo, un siervo, una admiradorrr...', como decía José Luis López Vázquez. Son inspiradores, que transmiten alegría, ganas de hacer cosas y un modelo de hacerlas también muy sano.

—¿Y eso de la retranca gallega lo dices por algo en especial?

—Aparte del marisco, a mí Galicia me vuelve loco. Y mi mujer Patricia nació en Asturias, pero colindante con Galicia y tiene familia asturiana y gallega. Entonces, claro, para mí Galicia es un punto de referencia, casi tan importante como el País Vasco, que es donde nací, y la tengo muy presente. Yo creo que incluso más porque claro mi mujer manda más que yo en casa.

—¿Por dónde te gusta dejarte caer?

—Me gusta mucho A Coruña y Santiago, pero Ourense, Lugo, Pontevedra, las rías..., me parece todo maravilloso.

—Por lo que veo la conoces bien.

—Sí, he estado muchas veces. Y luego de gira también y la disfruto mucho. Además tiene algo que a mí me encanta que es la gastronomía, que me vuelve loco. Entonces, soy un entusiasta de Galicia. Lo único que no me gusta es el clima, que es como el de Bilbao.

—Esa vena campechana no lo has perdido.

—Sí, sigo siendo igual. En ese sentido no he cambiado. Cuando estoy delante de una cámara actúo exactamente igual que cuando estoy en la calle. No puedo evitarlo. Soy incorregible. Para lo bueno y para lo malo sigo siendo el mismo en esencia. Y cada vez soy más yo. Según van pasando los años, me voy deshaciendo de lo superfluo y me voy quedando con lo más importante, que es ser uno mismo hasta la médula. Esa es la mejor manera de ser feliz incluso en el trabajo.

—Ya que dices que eres incorregible, dime un defecto tuyo... o dos...

—Tengo muchos. Como buen actor soy egocéntrico, luego soy muy hipocondríaco, también como buen actor. Esto lo heredé de Molière. Soy hipocondríaco hasta la muerte, es una cosa tremenda. Y también soy tozudo, que esto yo creo que me lo da mi signo Leo, que por una parte me da energía para abordar cualquier proyecto, pero por otra me da tozudez para no dar mi brazo a torcer cuando creo que estoy del lado de la justicia. O sea, que algún defecto sí que tengo, pero pocos porque soy de Bilbao y pocos podemos tener, pero alguno hay.

—Lo estarás pasando mal como hipocondríaco...

—Pues tuve mucha suerte, porque tuve covid de forma asintomática y eso que soy diabético tipo 2 y, por tanto, de riesgo, pero lo pasé sin enterarme y di gracias porque no he sufrido ni he hecho sufrir a nadie. Porque mirabas a tu alrededor y a mí se me caía el alma a los pies. Ha sido un año devastador. Y las imágenes y las pérdidas... devastador. Y en ese sentido he sido muy afortunado.

—Un deseo para este año.

—Que llegue la vacunación lo más rápido posible y podamos recuperar la salud y con ella la normalidad. Poder volver a vivir como vivíamos antes. Es lo que necesitamos para ser felices otra vez.