¿Demasiado estrés? Practica «niksen»

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DALE AL PAUSE si la ansiedad aprieta, si sigues en la rueda hiperactiva del hámster hasta en el tiempo libre. Un psicólogo y un filósofo nos guían en un arte difícil que ha vuelto a poner de moda un término neerlandés. Y que tiene su lado bueno y su lado malo...

26 abr 2021 . Actualizado a las 09:22 h.

Hay pocas cosas que molesten tanto a un hiperactivo como no hacer nada. Una es ver cómo otros hacen nada felizmente. Hay quienes siempre han disfrutado del dolce far niente, de paponear o pasmar (como decimos en Galicia), del confort mental del tiempo sin agenda, que se ha puesto de moda vestido del término neerlandés niksen. El concepto que triunfa en redes sociales no es nuevo, aunque suene a novedad la palabra. «El niksen es el no hacer nada de toda la vida, algo difícil. El problema es que, cuando te pones a no hacer nada, te vienen a la mente angustias», dice el psicólogo Pedro Moreno, autor de Ansiedad crónica. Guía para pacientes e impacientes. «La idea del niksen, de no hacer nada, está bien y está mal -detalla para ofrecer un punto de partida-. Es una idea tan abierta que se presta al peligro de llenarla de cualquier cosa, como tirarte en el sofá, poner series y pasar la tarde. Y ya que estás te haces unas palomitas... Has hecho nada, ¿no? Y al final te sientes culpable». Pero esta escena que plantea el experto sería en realidad lo opuesto al niksen, que te propone algo más parecido al mindfulness, a la necesidad de perder de vista los grupos de wasap, la última actualización de una noticia, la tarea pendiente en casa, el afán de ver la serie de moda o llenar el tiempo de lo que sea. «El problema es el cómo, ¿cómo llevo a la práctica ese no hacer nada? Yo tengo dos perros, siete gatos y una tortuga... Miro a mis animales, veo cómo llevan una vida nada perra. Los miro y digo: ‘Esto es hacer nada’, ver la vida pasar sin preocupación, como mis perros y mis gatos», opina Moreno. Nosotros, en general, lo tenemos más difícil. «Ahora, compara la renta per cápita de Holanda con la de España, observa la diferencia», plantea el psicólogo. ¿Podemos vivir despreocupadamente? No estamos en los Países Bajos, con los mejores índices de bienestar del mundo, con su relación flexible y equilibrada entre la vida laboral y la familiar. 

El secreto de la felicidad de los daneses, el hygge, que se traduce en situaciones como estar tranquilamente tumbado frente a una chimenea en una tarde de frío, se parece un poco al niksen tal como lo describe Annette Lavrijsen en Niksen. El arte neerlandés de no hacer nada.

MENOS DESEO Y MÁS PLACER

La clave para salir de la rueda de la ansiedad crónica está, según Moreno, en saber desconectar a diario, en parar a preguntarse: «¿La felicidad está en el piso de arriba?, ¿sabemos realmente lo que nos hace felices?». La cuestión es saber dejar a un lado esa presión por ser o tener más que viene de fuera», dice el experto, que, tras su experiencia en consulta, invita a huir del «síndrome del jardín del vecino está más verde» para atender el propio. No hacer nada serviría de diván para aclarar los pensamientos y las prioridades de nuestra vida, desconectando inercias.

Según José Carlos Ruiz, autor de Filosofía ante el desánimo, uno de los hábitos vitales para nuestra salud, para una correcta «higiene mental», es la desconexión. «Y a desconectar nos ayuda el hecho de priorizar el placer frente al deseo. El deseo es proactivo, te estimula a hacer, el placer, en cambio, te estimula a contemplar. Y si dejamos la contemplación acabamos siendo hiperactivos hasta en el tiempo de ocio. Acabamos sin ese tiempo de reposo que necesita, por ejemplo, la creatividad», dice Ruiz. No hacer nada nos haría menos productivos pero más creativos, y a veces para no sabotear ese momento despejado y pasmón se necesita un ambiente propicio, relajado, con el móvil, por ejemplo, en modo avión.

En una sociedad impaciente, el niksen está en las afueras, en los dominios de la paciencia. «El paciente vive el paso del tiempo sin molestar, sin interrumpir el sentir del tiempo de otra persona -diferencia José Carlos Ruiz-. El impaciente, en cambio, interrumpe el sentir del tiempo suyo ¡y el del otro! ¿Por qué? Porque es incapaz de tolerar ese paso del tiempo».

El secreto del niksen no está en una holganza perpetua, ni siquiera en el horizonte de un largo fin de semana o de unas vacaciones, sino en las pausas pequeñas, para la tranquilidad, de la vida cotidiana, según la autora que ha reivindicado recientemente el concepto, Anette Lavrijsen. Se puede poner en práctica con 20 minutos diarios de meditación. También valen un baño de bosque, un paseo después de comer o lo que Pedro Moreno llama «el paseo del abuelo», que receta ante la ansiedad y el estrés crónicos. Consiste en pasear a la manera de los mayores cuando no están atados a la rutina de cuidar, día a día, a sus nietos. Se trata de reservar de 15 a 30 minutos al día para dar un paseo, sin escuchar música (¡sin cascos!) ni mirar el móvil (como mucho, en modo avión), con el objetivo de «desconectar de rutinas emocionales» y necesidades ajenas. En este paseo hay que dejar que «el cuerpo marque el ritmo de la marcha y poner la atención en cada momento, en lo que vas viendo y oyendo a tu paso, en el sonido de los pájaros o el del mar... Si tu cabeza se va, la vuelves a traer de vuelta», orienta Pedro Moreno. Es bueno, incluso, poner una alarma el reloj que te avise de que el tiempo del paseo, ese tiempo de no hacer nada, vital para la calma, ha terminado.

El niksen como palabra pasará de moda, no los beneficios de conectar con el aquí y ahora, para vivir solo, y plenamente, el momento. «Somos maestros en el arte de complicarnos la vida», dice Moreno. El niksen viene a ser el remedio neerlandés contra el mal que apuntó Pascal: nuestras desgracias derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentados solos en una habitación.