Laura, madre por adopción de embriones: «Es duro ser madre soltera, pero volvería a tenerlos, ¡y tendría dos más!»

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Laura junto a sus mellizos y su madre, Maribel
Laura junto a sus mellizos y su madre, Maribel MONICA IRAGO

«Las familias monoparentales no tenemos cabida», dice esta profesora de primaria tiene a su cargo a tres personas dependientes: su madre, que sufre una arteriopatía cerebral, y sus mellizos de tres años, Isabel y Antonio

02 may 2021 . Actualizado a las 10:01 h.

Laura, que es madre fruto de su voluntad y su esfuerzo, se hace cargo de tres personas dependientes, sus mellizos de tres años Isabel y Antonio, y su madre, Maribel, que padece Cadasil, una arteriopatía cerebral poco frecuente. Su madre recibió el diagnóstico de la enfermedad el mismo año en el que se separó, en el 2004. Laura entonces no tuvo duda; fue saberlo e irse a vivir con ella. «Yo habría deseado ser madre antes, porque conforme cumples años las posibilidades de serlo disminuyen, pero entre la demencia que acababan de diagnosticarle a mi madre y que mis tres abuelos fallecieron a la vez lo dejé pasar, hasta que en el 2017 decidí ir a por ello», relata Laura.

Su madre padecía epilepsia, y en el 2000, al hacerle una resonancia, le detectaron un tumor cerebral. Era benigno, pero a raíz de ese tumor «vieron que la epilepsia que sufría no era la enfermedad, sino un síntoma de Cadasil». Laura tardó en decidirse a cumplir su deseo de traer niños al mundo por las circunstancias y porque primero quería hacerse las pruebas para saber si había heredado la enfermedad o si podía transmitirla. El año en el que murieron sus abuelos, en el 2014, recibió una buena noticia: ella no tiene la enfermedad ni la puede transmitir.

«Yo quería ser madre, madre de cualquier manera», refuerza. «Cuando le dije a la doctora que estaba pensando en adoptar, ella me habló de la adopción de embriones»

A Laura, profesora de primaria, desde que ella recuerda la acompañó el sueño de llegar a tener hijos. «¡Yo querría tener cuatro! Los niños me han gustado desde pequeña. He cuidado a todos mis primos», dice riendo. A los 37, algo en ella hizo clic, se dijo que si quería ser madre tenía que ponerse. Se informó, se sometió a dos procesos de inseminación artificial que no fueron bien, después a una fecundación in vitro y hubo un cuarto intento, con un embrión que quedaba de la fecundación in vitro. «Fue un mazazo. Porque tu cuerpo, con esa medicación de fertilidad, reacciona como si estuvieses embarazada. Lo llevé mal. Lo dejé un tiempo y volví a los médicos. Comentando con la doctora, pregunté qué otras opciones tenía... Iba a echar los papeles para adoptar. Yo quería ser madre, madre de cualquier manera», refuerza. «Cuando le dije a la doctora que estaba pensando en adoptar, me habló de la adopción de embriones. Me contó que no lo ofrecen a la primera porque hay mujeres que tienen que pasar una especie de duelo». A Laura nunca le importó estar sola, tampoco el hecho de que los niños llevasen o no sus genes. «Quería tener hijos y que no fuese uno solo. Fuesen genéticamente míos o no, la que los iba a parir iba a ser yo. Y dije que sí a la adopción de embriones», comparte.

ADOPCIÓN DE EMBRIONES

Le hablaron de la coach Patricia Ferrer Amoedo, que había ayudado a otras mujeres a ser madres. «Me sonó a cuento chino. Pero pensé: ‘¿Qué puede salir mal? Me he gastado un dineral para tratar de ser madre, tengo el cuerpo hecho una porquería, estoy mal psicológicamente... Y probé. Fue la mejor decisión que pude tomar».

Enero del 2017 arrancó con grandes planes. Consultó con la coach: «Salí de allí con otra mentalidad. Ella me dio un empujón en una sesión. Para mí supuso un antes y un después. Me ayudó mucho a trabajar con los sentimientos, a sentirme preparada para todo».

Fruto de la adopción de embriones que decidió llevar a cabo, Laura logró quedarse embarazada de mellizos. «En marzo o abril me llamaron con que había embriones compatibles con mi Rh para, en el momento que yo decidiera, ponérmelos. En mayo me hicieron la transferencia y fue algo indescriptible. En quirófano ves, en una ecografía, a través de un monitor, cómo envuelven a los embriones en una burbujita de aire. Para mí fue precioso, fue como ver dos estrellas fugaces», comparte. De esa primera visión de sus niños ha nacido también un cuento que Laura escribió para sus niños, dos «estrellas» que cría con la ayuda incondicional de su madrina, Mari.

Las estrellas fugaces no desaparecieron, crecieron dentro de Laura y se convirtieron en Isabel y Antonio, llevando por delante los nombres de otras estrellas, sus bisabuelos maternos.

«El parto no fue problema, el problema fue que mis niños estuvieron en neonatos, y tardaron en decirnos cómo estaban. Tuve dificultades por no tener pareja»

La baja de Laura fue larga, empezó con la transferencia de los embriones. «Los síntomas empezaron enseguida. El embarazo fue malo, y el parto lo esperaba como un descanso. La coach me acompañó en todo momento, porque en el proceso de ser madre, mi madrina, mi gran apoyo, mi persona de confianza, debía cuidar a mi madre. El parto no fue problema, el problema fue que mis niños estuvieron en neonatos, y tardaron en decirnos cómo estaban. Tuve dificultades por no tener pareja. Al niño no lo oí llorar cuando nació y se negaron a darle información a mi madrina. En neonatos, durante todo el tiempo que estuvieron ingresados, no dejaron que nadie me acompañase. Es más, el ultimo día me dijeron que si hubiese dicho que mi madrina era mi pareja sí habría podido entrar. Fue el único momento en el que me sentí realmente sola. Me dieron el alta un día, al día siguiente al niño y a los seis días a la niña, con lo que implicó para la lactancia y para poder atenderlos a los dos como quería».

¿Cómo se lleva ser madre en solitario, tener que ocuparse a la vez de dos pequeños y de una madre dependiente? «Ser madre soltera es duro. Como familia monoparental, no tenemos ‘cabida’, por decirlo de alguna manera. No tenemos los beneficios de las familias numerosas. Yo me hago cargo de tres personas dependientes y no se nos reconoce para nada. Yo soy un adulto con tres personas a mi cargo, pero solo me tomarían como familia numerosa si incapacitase judicialmente a mi madre», explica Laura.

Ella tenía la vida muy organizada. Decidió su embarazo de forma consciente, muy meditada: «Tenía pensado cómo hacer con los niños, cómo hacer con mi madre... Pero, como siempre que organizas, al final sale todo al revés. Cuando me iba a incorporar al trabajo, mi madrina era la que iba a quedarse con los niños, pero le salió un trabajo y no podía decir que no. A los mellizos los llevé a la guardería, pero los niños empezaron a coger de todo y fuimos zafando como pudimos, con la hija de mi prima, con mis tíos de O Grove, y así, zafando, sobrevivimos».

¿Concilia? «¿Qué es conciliar? Tienes plan A, plan B y plan C, pero muchas veces se te desbarata todo y no lo entienden. Yo tenía plan A, que era mi madrina; plan B, que era la guardería, y una chica que venía cuando no podía mi madrina, pero me fallaron los tres. Hay una parte importante de imprevistos que te tocan solo a ti, y no siempre se entiende», asegura Laura.

«Al ser funcionaria, pude disfrutar de la maternidad y de la paternidad. Mis hijos tuvieron esa suerte. En otras profesiones y trabajos no se permite»

La pandemia lo cambió todo, no podía llevar a su madre al centro de día ni a los niños a la guardería: «La pandemia me pilló con mi madre saliendo del hospital, tuvo un empeoramiento, se quedaba dormida y tardaba en despertar, me costó llevarlo. Yo estaba de baja. Y fue lo mejor. No sé cómo habría hecho para dar clase y a la vez tenerlos a los tres en casa». Laura, a la que le ayudó «mucho» el haber cambiado de puesto de trabajo, valora el hecho de ser profe de apoyo: «Me permite seguir disfrutando de mi trabajo y de mis hijos. Al ser funcionaria, pude disfrutar de la maternidad y de la paternidad. Mis hijos tuvieron esa suerte. En otras profesiones y trabajos no se permite».

Aunque el camino esté lleno de baches, Laura tiene dos estrellas que no son fugaces, que van creciendo: «Yo volvería a pasar por esto, los volvería a tener, ¡y tendría otros dos más! Cuesta, es mucho esfuerzo, pero mis hijos son lo mejor que me ha dado la vida. De lo único que me arrepiento es de no haber ido antes a por ellos, porque la felicidad y el amor que te regalan cada día te llena de energía».