La velutina causa una tercera parte de las muertes de abejas

m. s. REDACCIÓN / LA VOZ

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Miembros del equipo investigador recogen datos en las colmenas, protegidas con arpas eléctricas
Miembros del equipo investigador recogen datos en las colmenas, protegidas con arpas eléctricas UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA

Un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona constata la eficacia de las arpas eléctricas para defender las colmenas de la avispa asiática

14 oct 2022 . Actualizado a las 11:00 h.

La experiencia cotidiana de los apicultores gallegos, que llevan ya casi una década haciendo frente a la velutina, les había demostrado que esta especie invasora de avispa causaba graves daños a sus colmenas. Con el tiempo, el método de prueba y error les había revelado que las arpas eléctricas que comenzaron a colocar ante sus colmenas para protegerlas daban buen resultado. Ahora, una investigación desarrollada por un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona ha confirmado con datos científicos lo que el sector gallego había descubierto sobre el terreno.

Este equipo realizó durante dos años, entre marzo del 2019 y febrero del 2021, el seguimiento de un apiario experimental que llamaron UABee, que inicialmente estaba compuesto por seis colmenas pobladas con abeja autóctona española, apis melifera iberiensis. Este colmenar se convirtió en el primero plenamente monitorizado en España, y fue y continúa siendo seguido tanto por medios manuales como por sensores.

En esas colmenas se aplicaron los tratamientos sanitarios habituales, como los que se utilizan contra el ácaro varroa en momentos en los que no hay cría. Por lo demás, el equipo investigador registró el peso y tomó nota de todas las incidencias, captó imágenes de la actividad de las abejas y la relacionó con las condiciones meteorológicas de cada momento. Para completar el estudio, se realizaron análisis del polen y se estudió la procedencia del néctar utilizado para producir la miel.

A partir de esas observaciones, cuyas primeras conclusiones acaban de hacerse públicas, el equipo pudo comprobar que los ataques de avispa velutina representaron la mayor amenaza para las colmenas entre los meses de junio y noviembre. La presencia de esta especie de avispa, explican, limita la salida de abejas durante todo el día y es responsable, concluyen, de una tercera parte de las bajas totales de abejas en las colmenas.

Para evitar esa mortalidad, los investigadores instalaron arpas eléctricas para proteger las colmenas y comprobaron que cada uno de estos dispositivos abatió como media más de cuatro velutinas al día. La estimación es que la colocación de estas arpas evitó la predación de más de 14.000 abejas en la campaña del 2020. Como efecto negativo, las protecciones eléctricas tuvieron efectos colaterales para las propias abejas y para otras especies.

Para el director de este proyecto, Gerardo Caja, profesor del departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos de la Universidad Autónoma de Barcelona, controlar la expansión de la avispa asiática es esencial para mantener las poblaciones de abejas: «Todo indica que en España y en Europa se está frenando el declive de las abejas domésticas, y nuestro trabajo demuestra que con buen manejo y control de la nueva plaga de avispa asiática se podría mantener la población y la producción de las colmenas».

La mortalidad provocada por el ácaro varroa fue de una de cada seis colmenas

Si proteger las colmenas contra la velutina es importante, también lo es hacerlo contra la varroa. La mortalidad ocasionada por este ácaro en las colmenas monitorizadas por el equipo de la universidad catalana y tratadas contra esta plaga, fue menor que la producida por la velutina. Concretamente, fue del 17 % anual o, lo que es lo mismo, fue de una de cada seis colmenas, una cifra por debajo de la media española.

Este estudio también ha demostrado que el peso de las colmenas y la actividad de las abejas aumenta con la temperatura en invierno y primavera y disminuye de forma notable durante el verano y tras la cosecha de miel, en otoño. Por eso el equipo recomienda a los apicultores hacer cosechas tempranas en primavera que permitan a las abejas aumentar sus reservas de miel y polen para pasar después el verano y el invierno. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el apiario en el que se ha centrado esta investigación está localizado en un entorno de clima mediterráneo, concretamente en una zona de bosque del campus universitario de la UAB, de manera que sus conclusiones sobre estos aspectos relacionados con las condiciones climáticas podrían no ser trasladables al caso gallego.

En todo caso, la investigación sí demuestra que la actividad pecoreadora, esto es, de recogida de polen y néctar, de las abejas obreras depende de la temperatura. El máximo de actividad, concluye, se produce a 19,4 grados, y disminuye mucho si los termómetros bajan de los siete grados o si se elevan por encima de los 31.

El proyecto llevado a cabo por este equipo universitario continuará con una segunda fase centrada en el monitoreo electrónico, que permitirá realizar estudios más detallados en las colmenas, cuyo número se ha ampliado ya a diez. En cuanto a la primera etapa, ha permitido, dice Gerardo Caja en un comunicado, «identificar las colmenas que tenían problemas o aquellas en las que las abejas se estaban marchando y recuperar los enjambres para reforzarlas y mantenerlas activas».