Verónica Fernández, coach educativa y familiar: «Que un niño no sea obediente, tiene su lado bueno»

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MARCOS MÍGUEZ

Asegura que cada vez hay más padres que educan de una manera consciente y señala que es necesario, siempre que se pueda, salir de la crianza para disfrutar más de ella. «Por mucho que tengas una afición que te apasione, no puedes dedicarte 24 horas a ella»

07 jun 2021 . Actualizado a las 18:34 h.

Hace unos meses que Verónica Fernández (A Coruña, 1981) puso en marcha un proyecto personal, Microescuelas, que en principio tenía intención de ser presencial, pero con el covid ha arrancado online. Desde este gabinete proporciona a las familias herramientas para llevar a cabo una crianza más respetuosa con los menores.

  —¿Acuden a ti muchos padres preocupados por sus hijos?

—Normalmente la preocupación es hacia los hijos. Ese es el comienzo, para reducir los conflictos, o porque se sienten culpables, a mí también me ha pasado, porque no los tratamos con el respeto que se merecen, y vienen para buscar herramientas para mejorar la convivencia y disfrutar. Antes de tener hijos, partimos de un concepto un tanto idealizado de la maternidad /paternidad. Te imaginas todo superbonito, disfrutando de tus hijos, jugando con ellos, acompañándolos... pero la realidad es otra. Tenemos prisa para acostarlos, para levantarlos, vamos corriendo a todas partes, con todos estos apuros no estamos muchas veces emocionalmente estables, y no respondemos de la manera más adecuada. Y por otro lado, sobre todo en mi generación, y alguna después, lo que se premiaba en la educación era la obediencia. Un niño educado era al que le decías: «Estate quieto», «estate sentado», el que se comportaba bien, lo que socialmente está bien visto. Pero cuando tienes hijos, te das cuenta de que tienen sus propias necesidades, no solo físicas, sino también emocionales. Y es tan importante que se sientan queridos y respetados como comer.

 —Muchas veces la teoría la tenemos clara, pero la clave está en llevarlo a la práctica. ¿Es necesaria una estrategia?

—La teoría la tenemos clara, algunos, porque otros siguen en eso de la obediencia, pero una vez que das ese paso, que dices: «Quiero ser una buena madre para mis hijos y respetarlos», viene el cómo lo hago. Efectivamente, muchas veces nos faltan esos recursos, herramientas, que no tenemos porque nadie nos ha enseñado. Por eso en los procesos de coaching, que es lo que hago yo, generalmente el trabajo es con los padres, porque primero tienes que generar ese cuestionamiento interno del que hablábamos para crear tu propio criterio y tomar las decisiones adecuadas. Yo lo combino con la disciplina positiva, que parece un poco antagónico, pero se basa en el respeto. Una vez que tienes la teoría, es como un músculo, hay que entrenarlo. Muchas veces necesitas un apoyo, porque si no, lo dejas. Es como quien se apunta al gimnasio y no va, a mí me ha pasado, pero igual si vas a unas clases más pequeñas, está el profesor y te ayuda. Ese entrenamiento, aparte de la hoja de ruta, depende de cada persona, no hay una manera perfecta, cada uno lo tiene que modular en base a sus valores personales.

 —Hay que adaptarlo a cada familia.

—Claro, no hay una fórmula. A veces hay cosas superimportantes para algunas familias, que no se pasan, y otras que no tienen mayor importancia, y estas mismas muchas veces son las relevantes en otras. Primero, ellos mismos tienen que saber cuáles son sus valores y sus necesidades primarias, y en base a eso, acompañarlos con respeto.

 —¿Al final, que sean obedientes no es lo más importante?

—Vivimos en una sociedad donde nos tenemos que adaptar a unas normas, y los niños generalmente lo hacen: tienen un horario establecido para acostarse, levantarse, saben que el cinturón en el coche es obligatorio... Hay cosas que no nos podemos cuestionar. Lo que pasa es que la obediencia en sí no tiene mucho sentido, porque muchas veces nos encontramos en la edad adulta con crisis vitales en las que te cuestionas todas las decisiones que has tomado y por qué llegas a ese momento. Has tomado decisiones en base a las necesidades de otras personas, de tus padres, de la sociedad... Por eso, permitir y desarrollar el cuestionamiento interno desde pequeños, que puedan valorar cosas tan simples como qué ropa me pongo es importante. Sé que puede parecer muy absurdo, pero ellos tienen sus propios gustos, y la ropa te representa, refleja tu personalidad... Si ellos no pueden tomar decisiones sobre eso, no van a saber cuando sean mayores lo que tienen que hacer o cómo repercuten sus decisiones en su entorno. Por ejemplo, si mañana mi hijo decide ir con ropa de verano al cole, o con una gorra ridícula, y se ríen de él, va a saber qué repercusión tienen sus actos en el colegio, en su vida. Sin embargo, si no lo ha experimentado, porque yo siempre le he dictado lo que tiene que hacer, el día de mañana le va a ocurrir eso con cosas más importantes.

 —Entonces, desobedecer incluso puede tener su lado bueno.

—Es que tiene su lado bueno, ellos se están manifestando como personas, desarrollando su personalidad, y esto se destaca muchísimo en la adolescencia. La labor de un adolescente es hacerse una persona, y lo hace por medio de separarse de sus padres. Los padres tenemos que aprender a gestionar todo eso, a entender que ellos tienen sus propias decisiones, enseñarles y ayudarles a que las tomen... ¿Que no obedezcan puede ser positivo? Para mí sí, ya sé que es incómodo y difícil de llevar, pero es positivo.

 —¿Educamos de manera inconsciente?

—Creo que está cambiando, pero muchas veces sí. A mí me pasó que empecé a educar de otra manera a raíz de tener a mis hijos porque pensaba que la educación era otra cosa.

 —¿Por ejemplo? ¿En qué cambiaste?

—Cuando nació mi hija no podía cogerla en el colo porque todo el mundo me decía que se acostumbraba. Pero yo sentía que la quería coger, no tenía nada de malo, de hecho, dormía 13 horas seguidas. Cosas tan absurdas como esas. Y luego el tenerlos en cuenta. Yo tengo alguna amiga que pensaba: «Ay, voy a tener una hija y le voy a poner un lacito...». Pensaba que iba a tener una muñeca, luego nació, y resulta que a la niña no le gustan para nada ni los lazos ni el rosa. Cambias, en algunos casos, porque empiezas a entender que quieres que se respeten sus decisiones, pero también hay personas que no se lo cuestionan. Está cambiando, creo que cada vez somos más conscientes.

—Cada vez hay más escuelas de disciplina positiva, ¿cuando surgen tantas es porque ahora hay una necesidad que antes no había?

—Cada vez somos más padres y madres los que somos conscientes de lo que queremos para nuestros hijos, entonces necesitamos esos recursos, por eso la proliferación del acompañamiento. No es que antes no hubiera una necesidad, es que no éramos conscientes de que había otra manera de hacer las cosas, y ahora se está aplicando, porque sabemos que hay herramientas y que pueden funcionar.

 —¿Cuando somos padres tendemos a repetir el guion de cómo nos criaron?

—Eso o todo lo contrario. Está la repetición, porque es lo que hemos aprendido y creemos que está bien, o la reparación, hacer justo lo contrario.

 —¿Por una mala experiencia?

—Sí, es más por rebeldía. Es la otra cara de la misma moneda. Si tu actúas repitiendo o reparando estás actuando en base a tus padres, se trata más de hacerlo desde otro punto, según tus propios criterios. Pero, yo he visto a gente que quería hacerlo totalmente diferente a nuestros padres, y es lo que se ve por fuera, porque realmente lo hacen exactamente igual. Es una carcasa.

 —¿Cuál es el equilibrio entre dejar que tomen sus propias decisiones y ejercer como padres?

—Sobre todo con niños pequeños, porque también tienen que aprender a tomar sus propias decisiones, hay que empezar por cosas muy pequeñas, y el truco está en darles opciones. Yo sé que tienen que tomar fruta, pero a mis hijos no les gusta, por ellos no tomarían, puedo no darles, pero también puedo hablar con ellos. «Vas a tomar tres piezas de fruta al día. Si te gusta el zumo de naranja por la mañana, una, la otra, ¿qué prefieres llevarla al cole o tomarla de merienda? ¿Qué te apetece más? ¿Plátano o fresa? Ven a comprarlas conmigo. Que formen parte, porque al final no estamos en una dictadura, y estas pequeñas cosas les dan relevancia, van a entender que son importantes y que tienen poder en su propia vida.

 —Y en un modelo como el que señalas, entra un grito también, ¿no?

—Es que somos personas, y nos equivocamos, podemos tener todas las estrategias, podemos haberlas practicado, pero a veces reaccionamos y no pasa nada. Es importante que los padres nos tomemos nuestros tiempos de dispersión y salgamos un poco de la crianza, para poder nutrirnos y estar emocionalmente mejor para atender a nuestros hijos, aunque no siempre hay esa posibilidad. La culpa es supertóxica, hace muchísimo daño, y no va a ningún lado. Admitir el error es parte de la ecuación. Yo cuando me equivoco, y pasa muchísimas veces, les digo: «Lo siento. Estaba superada, no quiero hacer esto, también necesito vuestra colaboración, que me echéis una mano». También es una manera de enseñarles que los padres no somos perfectos, que nos equivocamos, y que ellos admitan sus propios errores para evitar frustraciones futuras.

 —Dices que hay que salir de la crianza para disfrutar más de ella.

—Totalmente. Hay etapas, y hay que respetar siempre las necesidades de cada uno, porque muchas veces en esa primera etapa no quieres y no puedes, físicamente, emocionalmente y hormonalmente. Estás preparada para estar pegada a tu bebé, y sientes que necesitas esa separación, pero no puedes hacerlo. Si no puedes, no pasa nada. Igual que hay mujeres a las que les pasa todo lo contrario, que necesitan más espacio. Pero fuera de ese punto, creo que es superimportante nutrirnos de todo. Por mucho que te guste una cosa, que tengas una afición que te apasione, no puedes dedicarte a ella 24 horas al día, y la crianza, al margen del trabajo y mientras estamos durmiendo, es a tiempo completo.

"Es mucho mejor el niño que se porta mal que el que es sumiso”

 —Leo en tu web: «Un niño que se porta mal es un niño desanimado». ¿Qué hay detrás de una mala conducta?

—Es un tema evolutivo. Para un niño, y para una persona, sentirse tenido en cuenta, saber que tiene un papel en ese clan es prioritario. Muchas veces no saben cómo tener ese papel de importancia, no se sienten valorados o tenidos en cuenta, y piensan que esa es la manera de conseguir esa atención. Un niño que está fastidiando de cualquier manera, llamando la atención, tirando cosas, gritando, vamos, que se está portando mal, a lo mejor, inconscientemente ha aprendido que esa es la única manera de que sus padres lo vean. No es verdad, sus padres lo están viendo, pero él no lo sabe, entonces hay que trabajar que sienta y vea que hay un amor incondicional, que es importante y que no es necesario que haga eso para que lo vean. Pero es mucho mejor eso a que el niño no lo evidencie, esté sumiso, callado y triste. Eso es tremendo, porque al que está llamando la atención lo ves, pero el que no, la herida la tiene igual detrás. Casi es mejor eso que estén muy calladitos, y digan: «Amén, amén a todo lo que tú quieras».

 —¿Cargamos en la escuela la educación de nuestros hijos?

—Muchas personas sí, no creo que todas, pero eso también está cambiando. Precisamente el tema de Microescuelas viene de ahí, de que la casa sea la primera escuela, donde realmente tenemos que educar, aunque también está orientado a docentes, porque tienen una gran labor, sobre todo los primeros años, pero para mí la educación está en casa.

 —«Si no te comes la merienda, no te quiero». ¿Un gran error?

—Es que el amor tiene que ser incondicional, no es negociable. Es que con 17 años igual es: «Si no te fumas este porro, paso de ti». O con 14, «si no follas conmigo, no te quiero». El amor no puede estar supeditado a que tú hagas lo que yo quiera.

 —Según la pirámide de Maslow, si no dormimos y no descansamos no podemos aspirar a un ascenso laboral.

—Claro, es que ahí estás hablando de las necesidades físicas pero con las emocionales pasa lo mismo. Precisamente es una pirámide por eso, primero tienes que tener cubiertas las necesidades básicas, pero es que emocionalmente también tenemos nuestras necesidades básicas, que varían un poco de las físicas, en cuanto a que cada persona tiene su rango de prioridades. Y es superimportante porque en base a eso tomamos nuestras decisiones. Si no tienes comida, tu decisión para hoy igual es robar, porque tienes que comer. Pero si ya has comido, a lo mejor es salir a encontrar un trabajo. Pues en lo emocional igual, tienes que saber cuáles son tus necesidades básicas y cubrirlas, porque si no las decisiones que tomes a partir de ahí igual son equivocadas. Todos tenemos las mismas necesidades, pero cada uno en su grado. La del drama la tenemos todos, por eso hay quienes se enganchan a los culebrones, que sería una buena manera de cubrirlas, o leyendo novelas. Y luego estSi no la cubro por ahí, sino que hago de mi vida un drama, se le cae el vaso de agua y Ay, dios mio.