El «ceteris paribus» de las pensiones

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

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UNIDAS PODEMOS.

08 jul 2021 . Actualizado a las 09:07 h.

El ceteris paribus, concepto introducido por Alfred Marshall en su teoría del equilibrio parcial, siempre me ha subyugado. La locución latina, que viene a significar «lo demás permanece igual o constante», permite aislar en el laboratorio teórico un par de variables, establecer su relación de causa-efecto y, en consecuencia, predecir el futuro. Socorrida muletilla de los economistas, el ceteris paribus está presente también, de forma implícita, en todas las rutinas de la vida cotidiana. Si usted fuma, ceteris paribus, morirá de cáncer. Si mañana no llueve, iremos a la playa. Damos por supuesto que los demás factores permanecerán invariables al día siguiente: nos levantaremos sanos, mantendremos las ganas de ir y no surgirán imprevistos.

El ceteris paribus es un instrumento útil porque simplifica el análisis. Pero la realidad es compleja y no siempre admite simplificaciones, especialmente en el ámbito económico: es muy improbable que una variable sea efecto exclusivo de otra. El salario mínimo, sobre cuya subida discrepan las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz, ejemplifica esa complejidad. Ceteris paribus, la subida del SMI solo tiene efectos positivos: mejora la renta de varios millones de trabajadores, aumenta la productividad, fortalece la demanda y tira de la economía y del empleo. Ceteris paribus, la subida solo tiene efectos negativos: incrementa los costes laborales, genera inflación y reduce el empleo. Como se ve, una medida gubernamental produce impactos múltiples y contradictorios. El análisis por separado de cada efecto no tiene sentido, salvo para el debate político, porque los demás no permacecen constantes: muchas variables cambian al mismo tiempo.

Pero donde el ceteris paribus hace agua es en el medio y largo plazo. Las profetas suelen tropezar en esa piedra: cambian las circunstancias y sus vaticinios se estrellan. El propio Keynes, poco inclinado a profetizar -«a largo plazo, todos muertos»-, cayó en la tentación y auguró que, ceteris paribus, el crecimiento económico permitiría rebajar la jornada laboral a quince horas semanales. Erró, porque la premisa «la economía crece y lo demás seguirá igual» tenía un pie de barro.

Espero que también se equivoquen los apocalípticos de las pensiones. Su planteamiento, ceteris paribus, resulta impecable. Si lo demás permanece igual, a mediados de siglo, un puñado de trabajadores de magros salarios no podrán pagar las generosas pensiones de quince millones de jubilados. Si la productividad y los salarios no crecen, el sueldo del hijo no soportará el peso de la pensión del padre. Si aquellos 4,5 millones de inmigrantes que había en el 2007 no vuelven a ayudarnos, las empresas no tendrán mano de obra ni la Seguridad Social cotizantes suficientes. Si el Estado no acude a apuntalar con impuestos las pensiones públicas, el edificio se vendrá abajo. Ceteris paribus, el sistema está abocado a la quiebra. Afortunadamente, el ceteris paribus en estado puro solo existe en el laboratorio teórico. En el mundo real, nada permanece, todo se mueve.