Sin siete días de pereza no hay desconexión

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EN VACACIONES, MEJOR SIN AGENDA. Hay que darse un respiro mental y aliviar el estrés digital. La pereza es un «pecado» que, en justas dosis, se traduce en salud. Tres expertos nos explican por qué y cómo prevenir el síndrome posvacacional

20 ago 2021 . Actualizado a las 09:19 h.

La pereza es una compañía dulce que puede volverse incómoda, plomiza, que suele llegar para un rato y quedarse días. No es lo mismo en invierno que en verano, cuando el calor y la luz invitan a un descanso al aire libre. Si estamos de vacaciones, el verano nos hace más perezosos. Y no siempre hay que vencer la sensación de dejarse ir sobre la marcha, a menos que el covid nos haya instalado en una rutina de oso hormiguero sine díe.

«En terapias para combatir la ansiedad y el estrés, se recetan días y momentos de desconexión. Porque hoy la ansiedad es algo muy común, por eso hace falta saber desconectar. Pero hay gente que considera ya que dormir siete u ocho horas al días es de perezosos, que es perder el tiempo», comienza la psicóloga Eva Sández Casas, que invita a buscar un equilibrio y a prevenir el síndrome posvacacional, que acecha a la vuelta de las vacaciones. «Hay gente hiperactiva que puede pasar de golpe, en vacaciones, a una pasividad total. Para evitarlo, son recomendables períodos cortos de descanso -apunta Sández, partidaria de partir las vacaciones en lugar de disfrutar de un mes seguido y de aplicar el comodín de los días sueltos en vez de acumular-. En vacaciones nos podemos permitir unos siete o diez días de pereza, para desconectar mentalmente, que es muy sano. Lo importante es que, antes de incorporarnos al trabajo, para evitar la depresión posvacacional y el círculo ansioso, hagamos algo parecido a lo que suele hacerse con los niños en el período de adaptación. Dos o tres días antes de acabar las vacaciones, es mejor levantarnos a las ocho que a las diez, para evitar el cambio brusco y el malestar que conlleva».

Instaurar un hábito lleva 21 días. «Si tienes 21 días de vacaciones, pueden sentarte bien diez días de pereza, y el resto habrá que ir ajustando los ritmos», propone la terapeuta coruñesa.

La calma del dolce far niente, del placer de no hacer nada, es la que nos invita a saborear en vacaciones, si la actividad apretó fuerte en invierno, el filósofo José Carlos Ruiz, autor de Filosofía ante el desánimo. ¿Debemos vencer la pereza veraniega? «Depende de si estás trabajando... Si lo estás, el verano se convierte a menudo en un problema. En verano la rutina cambia en muchas cosas por el calor, la temperatura... Si estás trabajando, te entra la pereza molesta de saber que hay otros de vacaciones. Pero si estás de vacaciones la pereza no es negativa», matiza. 

«Si hay algo que nos caracteriza a las personas es la capacidad de desconectar de lo que es obligatorio, de sentir el placer de lo que llega sin esfuerzo. ¡En vacaciones hay algo maravilloso!: puedes desentenderte de la estructuración del tiempo laboral, la agenda pierde importancia. Los deberes pasan a segundo plano y en un primer plano debe estar el deleite», reflexiona José Carlos Ruiz. «Aburrirse es necesario. Si les dejas, los niños algo inventan...», responde a YES el Profe Manolo, pensando en los pequeños, pensando en contrarrestar ese exceso de estímulos que alimenta el estrés y, finalmente, la apatía, la falta de deseo.

«La pereza puede tener un tono positivo en períodos de descanso. Hay que aprender a abstraerse de ese exceso de estímulos, intentar centrarse en una sola cosa en cada momento. Ahora que tienes más tiempo, céntrate en hacer cosas con tus hijos con otro tempo: preparar una receta, tardes de juegos de mesas en familia, una yincana en el súper comparando cantidades y precios de los alimentos... Con mi sobrino, la otra tarde pasamos dos horas resolviendo acertijos lógicos. Estuvimos un par de horas riéndonos», cuenta el autor de los Deberes de vida.

DOS TIPOS DE PEREZA

¿Y si nos diseñamos una agenda para vacaciones, con los sitios que visitar, compromisos que atender, cosas que arreglar o actividades para los hijos? «Hay gente que no es capaz de desconectar, que necesita implementar unas rutinas si no vienen dadas, estar llenando el tiempo con acciones -continúa Ruiz-. Son personas que no logran encontrar en la pasividad o el deleite una fuente de satisfacción. Necesitan ocupar siempre el tiempo. Es algo que está pasando cada vez más... La persona virtuosa se asocia hoy a la persona activa. Bueno... De toda la vida, la pereza se ha considerado pecado capital, y pesa en muchos. Si no hacen nada, sienten que desaprovechan el tiempo. Pero la pereza es algo normal de la condición humana, no es buena ni mala. Todo en demasiado tiempo es un problema. Séneca decía que, debido a su labor intelectual, su salud se veía dañada porque era perezoso para ocuparse de su cuerpo. ¿Cuál fue su solución? Buscar a alguien que le obligase a hacer deporte», revela el autor de El arte de pensar.

Hay que distinguir la pereza adaptativa de la desadaptativa, dice Sández: «La adaptativa es la que necesitamos, para desconectar, para estar bien y ser productivos tras el descanso. La desadaptativa es esa otra pereza que usamos como excusa, la de ‘¿Apuntarme a un gimnasio para qué...?'. La pereza desadaptativa es la que sale con excusas para no cumplir las obligaciones. La pereza hay que tenerla desde el punto de vista adaptativo».

Hoy, vivimos sobreestimulados, en la rueda de una vida activa «en la que interiorizamos que hay que estar siempre rindiendo», señala Sández. «Si no frenamos, no funcionamos, como un coche. Pero entregarse a la pereza no es disfrutar un fin de semana entre videollamadas y wasaps. En este caso, en vez de desconectar, lo que hacemos es crearnos otro estrés, el estrés digital». No se trata de vivir sin pantallas, desconectados del mundo de hoy y de los canales y redes nos facilitan el encuentro y las relaciones con otros, pero «hay que buscar un equilibrio, tener en cuenta que muchas de esas redes, como Instagram o TikTok no son para menores de 13 años. Ser mayor de esa edad es un requisito para tener cuenta en ellas, pero los padres muchas veces no nos enteramos...», considera Profe Manolo.

«Cualquier situación puede ser divertida si hay actitud y tiempo. Pero, para que los niños lo sepan, los adultos debemos dar ejemplo», concluye Profe Manolo, que receta, sobre todo, naturaleza y tiempo en familia, con amigos, con bicis, ahora que el tiempo se presta... y también algo de aburrimiento, «porque el aburrimiento te hace creativo, hace que aprendas a buscarse la vida», sin que te den la aventura hecha.

Para niños y adultos, la calma es medicina. «Nosotros aún tenemos muy asimilado el concepto luterano de la vida -expone Ruiz-.Kant decía que para ser adultos a nivel moral teníamos dos obstáculos, la falta de valentía y la pereza, la pereza de apartarse del carril, del camino impuesto». ¿Esa clase de pereza mental tiene que ver, entonces, con la infantilización que, dicen, acusamos como sociedad? «No sé si hablaría yo de infantilización. Lo que pasa es que el desgaste hoy de energía es tan alto que, cuando llega el momento de desconectar, estamos tan quemados que, al final del día, solo buscas que te digan lo que hay que hacer, sin profundizar. La sociedad contemporánea no es que sea infantil, sino que tiene un nivel de agotamiento altísimo. La gente no piensa, no se implica en los procesos de pensamiento, por agotamiento». 

Es un placer saludable no tener plan, o tenerlo y deshacerlo sin conflicto ni drama. Porque «no pasa nada», considera José Carlos Ruiz. «Cuando la pereza aparece en vacaciones no pasa nada, porque en vacaciones no hay una estructura jerárquica de actividad. O no la hay de manera obsesiva, con lo que hacer una cosa o hacer otra no es tan importante... Te relajas y desaparece esa tensión habitual de lo cotidiano. Es bonita la pereza en esos procesos. Decía Rousseau en las Confesiones que la indolencia que él tenía en los períodos de vacaciones era algo característico, decía que en esos períodos de descanso hasta el vuelo la mosca le asustaba». Que nada alarme tu pereza en vacaciones, como mucho el vuelo de una mosca... al menos durante unos siete o diez días.