España sigue con riesgo alto de alerta terrorista cuatro años después del 17-A

Carlos Otaduy MADRID | COLPISA

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Imagen de archivo CARMELA QUEIJEIRO

Unas 4.000 personas están vigiladas sospechosas por el yihadismo

16 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En enero del 2015, el islamismo radical acribilló a once periodistas y un guarda de seguridad en la redacción de la revista Charlie Hebdo; en su huida por París, otras cinco personas fueron asesinadas. En marzo, en el Museo del Bardo, en Túnez, perdieron la vida 21 turistas, dos de ellos españoles, y un policía. Aquel año el horror del yihadismo no conocía fronteras, de ahí que en junio el Gobierno decidiera implantar el nivel 4 de alerta antiterrorismo, de riesgo alto de atentado, que aún hoy se mantiene.

Toda Europa adoptó medidas parecidas de protección, lo que no evitó la masacre de París de noviembre de ese año (131 muertos), la de Bruselas de marzo del 2016 (32 muertos) o el atropello masivo en Niza en julio (86 muertos). Ni tampoco los atentados del 17 de agosto del 2017 en Las Ramblas y Cambrils, que se cobraron 16 vidas. Según fuentes del Ministerio del Interior, la activación de cada estadio de alarma depende de la valoración de la amenaza y otras circunstancias asociadas a la misma. Por un lado, el riesgo se valora en función de la intención, la capacidad y la probabilidad de comisión de un atentado. Por otro, en función de la vulnerabilidad de los objetivos de ataque y su repercusión. Y, entiende Interior, el riesgo de atentado aún hoy es alto.

Desde que un furgón protagonizó un atropello masivo en Las Ramblas, la amenaza yihadista siempre ha estado ahí. Las operaciones de desarticulación de células siguen siendo numerosas. En el 2020 se realizaron 23 y en el 2019, 25. «Se mantiene la misma dinámica observada desde el 2014 en adelante, cuando el surgimiento de Daesh. La oleada de atentados yihadistas que comenzó a sufrir Europa obligó a las autoridades a redoblar los esfuerzos para hacer frente a una amenaza que proviene tanto de organizaciones terroristas tradicionales como de individuos autoradicalizados que deciden cometer ataques en aquellos países de los que provienen», asegura Javier Fernández Arribas, director de la revista Atalayar.

En relación a la estrategia antiterrorista de los países europeos, esta dista en algunas cuestiones, pero, sostiene Arribas, tiene «elementos básicos comunes». Uno de ellos es que «intervienen de manera muy destacada los servicios de Marruecos». La cooperación con este país no se ha roto a pesar de la reciente crisis diplomática. Aun así, se da por seguro que, si en algún momento se rompe, tanto España como Europa tendrían problemas para controlar la amenaza. Es una opinión que también comparte con el experto en yihadismo Jacobo Mico. Explica que «Marruecos ha conseguido frenar la amenaza que se extiende por el resto de África, principalmente en el Sahel». No obstante, apunta Mico, ha aumentado el peso de los terroristas islamistas procedentes del Magreb. El retrato robot del terrorista que actúa en nuestro país es el de «un hombre de 31 años; casado y con dos hijos. Musulmán de origen. Extranjero, aunque cada vez hay más españoles. Reside principalmente en Cataluña. Es inmigrante de primera generación, si bien aumenta la posibilidad de que sea hijo de inmigrantes. Tiene estudios secundarios.