Filomena Peláez, abogada experta en violencia machista: «El segundo insulto es la línea roja del maltrato psicológico»

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jesus gutierrez

Considera que estamos fallando como sociedad al no mostrar un apoyo incondicional a las víctimas de malos tratos. También cree que se está haciendo mucho daño con el tema de las denuncias falsas. «En el 2020 no ha habido ninguna», dice

20 nov 2021 . Actualizado a las 19:40 h.

Filomena Peláez (Badajoz, 1960) lleva más de 30 años colegiada enfrentándose a separaciones, y en muchos casos a episodios de malos tratos. Una implicación profesional, y también personal, por la que acaba de recibir del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ la Mención Especial «Soledad Cazorla», que le fue concedida el año pasado.

 —Un reconocimiento que llega después de muchos años trabajando en la formación de abogados especializados en violencia. ¿Era necesario?

—Sí, absolutamente. Hace mucho tiempo cuando nos llegaba una víctima de malos tratos intentábamos asesorarla en los despachos como podíamos, pero luego no había un cauce determinado para poder defenderla. En la propia demanda de separación hacíamos constar un trato vejatorio, una de las causas que se estipulaban en el Código Civil para separarse. En el 2003, con las órdenes de protección, ya se vio la necesidad de regularlo, y en la ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género se recoge por primera vez la obligación de los colegios de abogados de establecer turno de oficio especializado.

 —Tu implicación va más allá de lo profesional.

—Sí, no concibo no sentir empatía por la angustia de una mujer que está siendo víctima de malos tratos. No se puede ver como una cuestión ajena. La angustia se ve en los ojos, en las manos... Es la palabra que lo define mejor, ahí está el miedo, la vergüenza, la culpabilidad.

 —La violencia machista siempre ha estado ahí, solo que antes no se luchaba contra ello, ¿no?

—Siempre ha habido malos tratos, no se ha descubierto en el 2004 con la ley, sino que es cuando se pone de manifiesto.

 —¿Se está haciendo todo lo posible?

—Yo creo que se están intentando hacer muchas cosas, y se han hecho muchas. Me niego a esa sensación de frustración de que no nos hemos movido, para nada, se ha avanzado mucho, pero siempre se puede hacer más. Creo que hasta que no tengamos inoculada la educación en igualdad, desde la casa, desde la cuna, no vamos a conseguir erradicar cuestiones que ya tenían que haber desaparecido. Se puede hacer más de la mano de la educación en igualdad.

 —¿Empezando por los jóvenes?

—Sí, a los que llevamos asuntos de violencia nos aterra ver que la mayoría de los jóvenes reproducen conductas y situaciones que estaban absolutamente superadas desde el tiempo de las abuelas: ese control, ese cómo vas vestida... Eso tendría que estar erradicado. Es una especie de complacencia solapada en decir: ‘No, no, es que él está muy celoso, porque es que me quiere tanto...’. No, es que no es así. Hay que ser mucho más crudo para exponer esos episodios que van dando entrada de forma sibilina a lo que son luego conductas de violencia que explotan. Las chicas deben entender muy bien el mensaje de que eso no significa que te quiera más o que seas especial, sino que te quiere como algo de su propiedad. Está fallando eso, que no sabemos transmitir los valores en igualdad desde casa.

 —Ninguna mujer debería morir ni malvivir a manos de su pareja, basta que haya una sola víctima para que tengamos un problema. ¿Qué falla?

—Estamos fallando como sociedad, se dan pasos hacia delante y hacia atrás. Muchas personas se creen lo de las denuncias falsas, y esto hace mucho daño. Una cosa es una denuncia falsa, que es un hecho inventado, y otra, una denuncia que ha sido archivada por falta de pruebas, solo se cuenta con el testimonio de la mujer, y esta ha decidido, bien por coacciones, por miedo, por dependencia económica o psicológica, no declarar contra él, y se absuelve. Querer confundir a la sociedad en que es lo mismo es una aberración. Ahí fallamos, deberíamos ser un bloque como en otras ocasiones, porque yo he visto cómo la sociedad en bloque rechazábamos la violencia. Está fallando el apoyo incondicional a una mujer que está siendo víctima de malos tratos.

 —Vemos que hay asesinatos con órdenes de alejamiento en marcha, ¿esto echa para atrás a la hora de denunciar?

—Sí, claro que sí, se quedan con una sensación de indefensión. Diciendo: para qué voy a denunciar si voy a estar peor. Lo va a saber todo el mundo, él se va a crecer, y encima yo no estoy protegida debidamente.

 —¿Se dan suficientes órdenes?

—No es una cuestión de si se dan más o menos que el año anterior, siempre que sea necesaria una orden hay que darla, con independencia de que sean muchas o pocas.

 —¿Siempre que hay denuncia es necesario?

—No.

 —¿Las denuncias falsas son las que menos?

—Son menos del 0,00014, hay muchos más archivos. No digo que no exista ninguna, si existe hay que combatirla inmediatamente. Creo que en el 2020 no ha existido ninguna, me refiero que se haya denunciado y condenado por denuncia falsa. Cuando hubo, creo que más de la mitad, se había condenado de conformidad, porque ella había dicho que había presentado una denuncia falsa, que es un delito de dos años y pico, que no es ninguna broma. Fíjate de lo que estamos hablando. ¿Si las vemos? No, yo llevo ejerciendo desde 1986, y cuando una mujer decide ir a denunciar no es la primera vez, ni el primer episodio, ni se ha levantado diciendo: ‘Voy a ver qué se siente cuando uno denuncia‘. Es cuando lleva una vida de meses, de años, bastante difícil, y se le hace insoportable bien por ella o por sus hijos, que son muchas veces el detonante para que denuncie.

 —¿No suele ser al primer episodio?

—No, tarda tiempo, incluso años. Hay sentencias del Supremo, que dicen que el retraso en denunciar no significa que la mujer no diga la verdad, sino que hay una necesidad de hacer acopio del coraje suficiente. Ni de broma se denuncia a la primera, de hecho, es que lo minimizan, cuántas veces dicen: ‘Fue un empujón nada más’, o ‘solamente una bofetada, es que lo cogí mal después de la siesta’, ‘me llama puta tres veces, pero es que se desahoga...’. Una no va a comisaría a decir que le ha llamado puta tres veces o le ha pegado una bofetada.

 —¿A veces es tarde o nunca lo es?

—Nunca es tarde para dejar de ser maltratada, aunque es verdad que un insulto supone un delito leve y prescribe al año.

 —Al insulto, humillación... a veces no se le da importancia y es un delito.

—En violencia de género, los operadores jurídicos peleamos mucho en la reforma del 2015 para que no desapareciera la falta para este tipo de insultos o vejaciones, porque muchas veces, por no decir todas, eran la antesala de la puerta de la violencia. No estás tan normal y de pronto recibes una paliza, antes habrás recibido montones de humillaciones o vejaciones. Se hizo ver que el ciclo de la violencia comenzaba con un insulto.

 —¿El maltrato psicológico cuesta más que mueva hasta un juzgado?

—Sí, cuesta más, porque muchas veces ni lo perciben ellas como un maltrato psicológico, lo normalizan en su vida y no detectan que están siendo víctimas. Otras veces, porque consideran que probar un machaque continuo es muy difícil, porque suelen darse en episodios íntimos donde no hay testigos, pruebas fehacientes, cuando van al médico no dicen la verdad —cuantas veces dice: estoy muy deprimida, y no cuentan la verdad de lo que está pasando en su casa—.

 —A nivel judicial tiene poco recorrido también...

—Cuesta más acreditarlo que un parte de lesiones físicas, pero se está abriendo la puerta, las mujeres cuando van a denunciar un maltrato físico también denuncian el psicológico.

 —¿Esto antes no pasaba?

—Es que no lo veían, no sabían que se podía denunciar ni que debían hacerlo. Ahora está teniendo visibilidad, porque se está produciendo bastante más.

 —En tu opinión, ¿qué tipo de violencia se está repitiendo más?

—Yo creo que el maltrato psicológico es el sustento siempre, siempre se da el maltrato psicológico con independencia de que no se haya denunciado. Vamos dando pasos, se está descubriendo que no hace falta que te ponga la mano encima para ser una mujer maltratada, y se van presentando denuncias, con todos los pros y contras que hemos hablado. Además, es violencia transversal: va desde la persona más humilde a la persona económicamente o socialmente más destacada. Otra cuestión que por fin se erradicó. Se creía que solo se daba en determinadas personas o en extranjeras. No, no, estamos hartos de defender mujeres muy solventes académicamente o con una posición social muy destacada, y son igual de maltratadas que la señora que les ayuda en casa.

 —Pero no denuncian por igual.

—No, a algunas les pesa mucho la posición económica y social. Es más fácil encontrarse denuncias de personas con menor capacidad económica, que no significa que no estén igual de avergonzadas, pero consideran que han llegado a un punto que tienen que denunciar.

 —En el físico, no hay duda. En el psicológico, ¿dónde pondrías la línea roja?

—Cómo es eso de que del primer insulto tiene la culpa él, y del segundo tú. Si se aguanta la primera vejación o insulto, es muy probable que del segundo a la línea roja se llegue de forma inmediata. Yo la pondría en la segunda situación donde se viera un maltrato psicológico.

 —En cuanto al maltratador, ¿es posible la reinserción?

—Depende de la edad, a determinadas edades y si han tenido varias parejas y esa es la forma de relacionarse, no creo en esa reinserción, pero si es joven sí.

 —Publicamos el testimonio de dos chicas que fueron maltratadas con menos de 30 años. ¿Estáis viendo cada vez más gente joven?

—Sí, mujeres muy jóvenes, que no quieren entender como maltrato, por ejemplo, el control al que están siendo sometidas por parte de sus parejas.

 —¿No tienen la misma percepción de lo que es la violencia machista?

—No. Ha habido una encuesta del Reina Sofía a jóvenes de entre 15 y 19 años, donde uno de cada cinco decía que la violencia es un cuento chino, algo que nos hemos inventado. Creían que los celos y el control eran una muestra de amor.

 —¿Se está denunciando más?

—Sí, cuanto más apoyo social vean las víctimas, más se acercarán a denunciar, las instituciones tienen muchos mecanismos de apoyo para que no se sientan solas, para que puedan reconducir sus vidas, pero si ellas no se ven asistidas por la sociedad y se ven cuestionadas, no van a dar ese paso.