Javier Valero, cirujano plástico: «Cuando el novio le dice 'póntelas más grandes', eso lo tengo que parar»

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ANGEL MANSO

Una de sus tareas más importantes, dice el especialista coruñés, es la de rechazar pacientes. El médico habla de los riesgos del quirófano y opina sobre el caso de Sara Gómez, que perdió la vida tras una lipoescultura: «Es tan grave que parece imposible»

24 ene 2022 . Actualizado a las 11:54 h.

«Seguro que has visto a personas por la calle que tienen cara de león de la cantidad de rellenos que se ponen», dice el cirujano plástico Javier Valero (A Coruña, 1959). El médico —que durante una década ejerció como jefe de servicio en el Chuac— no tira piedras contra su propio tejado, pero aboga por una cirugía razonable y no le tiembla el pulso cuando toca tirar para atrás a quien le hace peticiones imposibles. «No puedes aceptar a esos pacientes que te dicen 'quiero tener la cara de un filtro', ni aceptar cosas que puedan hacerlos ridículos», asegura Valero desde su clínica de A Coruña.

—Después de la tragedia de Sara Gómez, que murió tras someterse a una lipoescultura, hay quien ironiza con que lo que quieren los cirujanos plásticos es operar, sin mirar mucho más allá.

—Qué va. En muchas ocasiones, lo más importante es rechazar pacientes. Cuando uno va a hacer una liposucción tiene que estar seguro de que no hay lesiones en la pared abdominal, como pueden ser, por ejemplo, las hernias. Porque si tienes una hernia, cuando pasa la cánula, puedes perforar. De todas maneras, una perforación única o de dos pases no tiene nada que ver con algo tan brutal como lo que se ha comentado. Para atravesar la pared abdominal hay que hacer una fuerza muy importante, y cualquiera que conozca bien una liposucción sabe que eso no es nada fácil. Por eso para mí es una cosa impresionante lo que ha ocurrido, y que no se hubiera parado la cirugía... es que es muy difícil de entender.

—¿Qué pasa cuando un paciente se quiere operar y tú no lo ves pertinente?

—Hay que saber pararlo. Hay ocasiones en las que puede ser favorable, y en este sentido hay que tener en cuenta que a lo mejor algo que para nosotros no es importante, sí puede serlo para esa persona. Pero también hay que ver cuándo debes parar, cuándo no es necesario y cuándo el riesgo es demasiado elevado. En todo caso, siempre es un problema de valorar bien a los pacientes y, sobre todo, de valorar beneficios con riesgos. Porque por pequeña que sea una liposucción, si se repite una técnica mil veces, pues cuantas más veces va el cántaro a la fuente, más riesgo tienes, evidentemente, por muy bajo que sea el riesgo de una cirugía. En el caso al que nos referimos, lo que se ha contado es que se saltaron todas las normas de seguridad.

—¿Por qué hay tanto intrusismo?

—Esta tragedia es una llamada importante de atención para que la gente se dé cuenta de que si ya a los cirujanos plásticos de vez en cuando nos salen mal las cosas, como a todo el mundo, porque no hay ningún dios de la cirugía, imagínate si no tienes la formación suficiente para hacer cirugía estética. Y como sabes, hay muchísimas personas que se están anunciando en cirugía estética que no son cirujanos plásticos. Imagínate que un paciente me deja operarlo de una válvula cardíaca, o ponerle una lente intraocular. No tiene ningún sentido, pero está pasando a diario. Tendrían que entrar en eso los colegios médicos, o las sociedades científicas pedirle al Gobierno que se regulen las especialidades correctamente y que nadie pueda hacer técnicas que no estén en su plan de formación o que haya durado muy poco dentro de ella. Igual es que no hay la ley que impida que un cirujano de una especialidad opere de otra.

—¿Cualquiera puede someterse a una lipoescultura?

—Por supuesto que no, existen una serie de criterios. Ese índice de masa corporal que yo he oído por ahí que es un indicador clave, no es así. Hombre, si tienes un índice bajo, la lipoescultura no está indicada. Pero con un índice normal, puedes tener un acúmulo pequeño en las caderas que te afee muchísimo, aun teniendo una masa corporal normal. Es más, es lo ideal. La liposucción no está hecha para gente obesa, sino para gente que tiene un peso normal y que tiene alguna zona con una deformidad estética. Por otra parte, se está utilizando muchísimo el término lipoescultura porque es más bonito, pero lipoescultura significa dar forma, es decir, utilizar la grasa que tú extirpas para aumentar, por ejemplo, los pómulos, los glúteos o la mama. Es un lipoinjerto.

—La familia de Sara Gómez dijo que a ella no le hacía ninguna falta.

—Yo solo vi una imagen en la tele, me parece, que se ve como arrodillada en una playa, y la verdad es que parece que no lo necesitaba nada, sinceramente. También es muy difícil valorarlo solo con una imagen de ese tipo, pero con respecto a esa foto, me parece que no la necesitaba.

—¿Cuándo hay que decir que no?

—Primero, cuando te piden cosas que no son en absoluto razonables; segundo, cuando crees que el paciente puede tener un trastorno de su imagen corporal, que hay que tener bastante práctica para detectarlo. Hay que tener cuidado, porque nunca saldrán satisfechos ni terminarán de encontrarse bien. El suyo no es un problema físico, sino psíquico. Y tercero, cuando estás seguro de que no vas a poder conseguir lo que pide. Eso de «quiero tener la cara de un filtro» es imposible, a esos pacientes no puedes aceptarlos. En mi opinión, y esto ya es algo más personal, tampoco debes aceptar cosas que puedan hacerlos ridículos. Aunque ellos se vean bien, socialmente sabes que estás ayudándolos a destruirse, por lo que hay que tener mucha precaución.

—¿El hecho de que cada vez más famosos jóvenes retransmitan en las redes sus retoques hace que se olvide un poco el hecho de que las estéticas también son operaciones, con unos riesgos?

—Entrar en un quirófano siempre supone un riesgo, como cualquier actividad médica, y de la vida. Hay que ser consciente de lo que haces, y de ahí que vengan los consentimientos informados. Yo insisto muchísimo en que se los lean. Hay gente que te dice que son como los prospectos de los medicamentos, y que es mejor no leerlos para no asustarse. Yo lo veo al revés, es mejor que estén informados para que tomen bien la decisión. Y a veces, eso hasta quita miedo a las cirugías.

—¿Y toda esa gente de veintitantos que ya se aumentó el pecho varias veces?

—A mí, pacientes de 30 años o menos que lleven tres cirugías estéticas de aumento mamario, caramba, me parece excesivo. No es que tire piedras sobre mi propio tejado, pero no me parece razonable. Una cosa es que haya tenido alguna complicación, pero en condiciones normales, no debería ser así. Es una cirugía muy segura, con una tasa de complicaciones baja, pero cuando empieza la consulta siempre les explico que es una cirugía de por vida. Porque una vez que lleves dos o tres años con los implantes, los tejidos se distienden y, si quieres retirarlos, probablemente el resultado sea más feo que lo que tenías antes de operarte.

—¿Dónde está el límite? Por ejemplo, ¿es normal pasar por diez operaciones de cirugía plástica?

—Yo creo que no es posible poner límites, porque es un problema de libertad individual en el que no podemos ponerlos, pero sí aconsejar. Para mí, si una persona necesita tantas intervenciones, creo que tiene un problema de su imagen personal o de la valoración de su propio yo, e igual lo que necesita es un soporte psicológico. Diez cirugías son muchas, no es frecuente eso. Yo tengo pacientes de muchos años, y es posible que a lo largo de su vida algunos se hagan un relleno de labios, una blefaroplastia, una toxina botulínica y un aumento de mamas. ¿Es muchísimo? Pues tampoco. Otra cosa es que se lo haga todo junto, o que te digan: «Esta chica con 26 años se hizo todo eso». Pues habría que ver cómo estaba, etcétera. Las cosas, en general, suelen ser bastante relativas.

—Aunque la operación haya sido un éxito, ¿puede ser que la persona no se acepte? Aun dejándole la nariz que quería, ¿es posible que no se reconozca?

—Realmente yo aquí no veo eso de no reconocerse, que es un miedo que tiene mucha gente y que nos preguntan mucho: «¿Voy a ser yo mismo?». Claro que vas a ser tú mismo, no va a cambiar nada más que tu nariz. Hombre, hay narices horrorosas. Yo, por ejemplo, tengo una nariz bastante fea, ja, ja. Pero si con el cambio de una nariz a mejor, tú te sientes peor, algo está pasando desde el punto de vista psicológico. O no deberías de haber sido operado, o estás sufriendo un proceso depresivo y necesitas asistencia de otro tipo.

—¿Existe un servicio de asistencia psicológica para estos casos?

—Yo, cuando creo que un paciente puede no tener el criterio suficiente, le pido que haga una consulta previa para poder ser intervenido. Y entiendo que deber ser frecuente en otros compañeros. No es que esté en las normas ni en los libros de cirugía plástica, pero sí que está el hecho de que tenemos que buscar a los pacientes que puedan tener trastornos psicológicos y desean hacer operaciones que no precisan o que vayan a dañarlos. De cualquier manera, no quisiera que parezca que la paciente que ha sufrido este terrible acto [Sara Gómez] padeciese ningún trastorno. Seguramente pidió una liposucción, quizás fuese una persona muy perfeccionista que quería estar muy bella, aunque aparentemente ya lo era, por las imágenes que vi. Hoy en día no me fío de las imágenes, pero si es la que se veía en las fotos, estaba estupendamente. ¿Necesitaba cirugía? Pues igual se haría pequeñas cosas porque era muy perfeccionista. Grandes cosas no necesitaba, y desde luego cosas que le llevaran a la muerte, estoy seguro de que no.

—¿Hay acompañantes molestos?

—Hay dos tipos de acompañante. Por un lado, el que influye en el paciente y que es absolutamente negativo. Pero por el otro también está el que le ayuda, porque igual me hace esas preguntas que tanto le preocupaban a él. Que una chica de 20 años venga con su madre me parece razonable. Pero cuando viene con el novio, que eso lo hemos visto, y él le dice: «Póntelas más grandes», pues evidentemente, eso lo tengo que parar.