Juan Diego Botto, premio nacional de teatro: «A mi padre lo hicieron desaparecer y tuvimos que empezar de cero en otro lugar. Así comienza el relato de mi vida»

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Valero Rioja

Nos sedujo con «Martín (Hache), nos perturba con «Todos mienten» y este año visitará Galicia con su homenaje a Lorca. «El premio nacional me da un poco de autoridad frente a mi hija», confiesa

15 feb 2022 . Actualizado a las 17:01 h.

A una urbanización de clase alta, «donde todo parece idílico y, a raíz de la publicación del vídeo de una profesora que se ha acostado con su alumno, empiezan a salir las miserias», nos invita Todos mienten, nueva serie de Pau Freixas. «Me la leí de una sentada», confiesa Juan Diego Botto (Buenos Aires, 29 de agosto de 1975), que lleva el cine y el teatro muy dentro desde antes de nacer. «Tengo esa herencia. Mi madre [Cristina Rota] era actriz en Argentina y creó una escuela de teatro aquí en España. Mi padre, actor. Y yo he crecido escuchando a los alumnos de la escuela de mi madre haciendo Shakespeare, Molière, Tennessee Williams. He hecho mucho más cine que teatro, pero el teatro es el lugar de donde vengo», asegura.

Gene Kelly fue el actor que le enamoró del cine. «Caiga lo que caiga, cantemos bajo la lluvia», nos insta Botto, que dice que el miedo a volar se le ha ido quitando con los años, no así la timidez. Acaba de rodar su primer largo, En los márgenes, protagonizado por Luís Tosar, y tiene previsto venir a Galicia este otoño con Una noche sin luna, premio nacional de teatro.

En la serie «Todos mienten» mienten todos, pero algunos más que otros.

—Sí. En ese mundo de apariencia en el que viven, lo importante es que parezca que estás bien, que eres feliz, que lo tienes todo. Y por debajo se va cociendo la insatisfacción, particularmente reflejada en el mundo femenino. Las protagonistas son mujeres que están en una jaula de oro.

­­—Drama, suspense, enredo sentimental y muchos secretos en juego. ¿Qué le atrapó de «Todos mienten»?

—Me pareció un thriller bien construido. Y luego ese personaje, Sergio, que me parece el más divertido de todos, se lo toma todo de una forma irónica. Nada le parece serio, ni siquiera el drama de su hermana. Me gustó la forma en que quiso trabajarlo Pau Freixas, que quería aguantar las secuencias lo máximo posible.

­—Sergio, su personaje, dice que los periodistas son capaces de cualquier cosa por una buena historia. ¿Lo ve así?

—Hemos traspasado ese momento del que podía hablar Billy Wilder en El gran carnaval, en que la prensa dilata el rescate de un minero para seguir vendiendo periódicos. Ahora estamos en una fase donde se mercadea con la mentira.

­—Dicen los estudios que todos mentimos una media de diez o veinte veces al día...

—Sin duda. No creo que no haya ser humano que no mienta por lo menos un par de veces al día, desde la mentira de «¡Estoy llegando!» a: «¿Verdad que está guapa mi madre?», «Sí, guapísima».

­—Sorprende que, con su carrera, no haya ganado un Goya y sí el Nacional de Teatro.

—He tenido cinco o seis nominaciones al Goya... ¡Debo de batir algún tipo de récord de nominaciones sin premio! La mayor parte de los premios son por mi trabajo como actor de teatro y como dramaturgo.

—¿Se olió el premio gordo del teatro?

—¡No me lo esperaba para nada! El Nacional de Teatro lo gana gente mayor y consagrada. Todavía estoy celebrándolo. A veces me sirve para darme un poco de autoridad frente a mi hija...

—¿Va a más su timidez con los años?

—Sí. Aprendes a negociar con tu timidez, a manejarte en grupos y conversaciones, pero la timidez está ahí, sé que me va a acompañar siempre.

—Es un poco hijo de dos grandes Federicos, Lorca y Luppi, ¿no?

Martín (Hache) me marcó. Fue una de las mejores películas que he hecho. Me permitió, entre otras cosas, volver a Argentina y conocer a Federico. Luppi hacía de mi padre y nos quisimos un montón. Forjamos una amistad que duró hasta que él murió.

—¿Cuál es su patria?

—Donde están mis amigos, donde crece mi hija, donde están mi compañera, mis hermanas... Puede ser también una música, una comida, el pulpo á feira... Pero, por encima de todo, la patria son los afectos, la patria es tu gente.

—Somos relatos, nos advierte. ¿Cómo empieza el suyo en el mundo?

—Mi relato empieza en Buenos Aires el 29 de agosto del 75, en un momento convulso en la historia del país. A mi padre lo hacen desaparecer en la dictadura militar argentina. Esto lleva a mi madre a exiliarse a España. El primer acto de mi vida sería este: unos padres que se querían y estaban intentando cambiar el mundo, una dictadura, la desaparición de mi padre y el exilio. Y tener que empezar de cero con mi madre y mis hermanas en otro lugar. El segundo acto es todo lo demás que he vivido hasta aquí. Lo bonito de las historias es que el segundo acto sea muy largo porque el tercero es la conclusión. Hagamos que dure el segundo acto.

Juan Diego Botto, en el Teatro Principal de Ourense en noviembre del 2020.
Juan Diego Botto, en el Teatro Principal de Ourense en noviembre del 2020. Santi M. Amil