Un soldado ucraniano destinado al frente: «Estamos preparados para pelear por nuestra tierra y gente»

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

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ANTONIO BRONIC

Oleksandr ha sido reclutado para la guerra después de tener que huir de Crimea y Donetsk por las invasiones rusas

24 feb 2022 . Actualizado a las 20:16 h.

Oleksandr es la prueba de que la guerra en Ucrania no empezó en la madrugada del jueves, sino hace ya ocho años. Tuvo que escapar de Crimea después de que Vladimir Putin anexionase la península tras una invasión militar y tras un referendo para su adhesión a Rusia que se saldó con el voto afirmativo del 96,7 % de los votantes y la comunidad internacional sancionó ilegal. Desde Crimea voló a Polonia para terminar sus estudios universitarios y regresó a Ucrania en el 2016.

Eligió Svitlodarsk, una pequeña localidad industrial bañada por el Mar Negro, en la región del Donbás y pegada a la frontera a la zona dominada por tropas prorrusas en Donetsk. La guerra persigue a Oleksandr. En diciembre del 2016, las tropas ucranianas y prorrusas de la autodenominada república de Luhansk se enfrentaron allí durante cinco días hasta el alto al fuego en Navidad. Trabajó unos meses más allí como voluntario, ayudando a los civiles, al ejército y a formar un centro para la juventud. También conoció a su mujer y tuvieron dos hijos. La inestabilidad y la constante amenaza de los misiles y las escaramuzas con rifles obligaron a la familia a cruzar Ucrania para mudarse al este, a la ciudad de Leópolis (Lviv), pero siempre con un ojo puesto en Donetsk.

Svitlodarsk volvió a ser bombardeada esta semana, antes de la invasión rusa de esta noche. «La situación allí es muy complicada», apunta Oleksandr, con amigos que todavía trabajan allí como voluntarios y que hoy se enfrentan ya a los tanques de la invasión rusa. Él será también uno de ellos. A este joven ucraniano le ha tocado incorporarse a una unidad militar. Está todavía en Leópolis, pero ya ha recibido instrucciones para iniciar una operación de la que «no puede dar más detalles» una vez declarada la guerra.

A través del teléfono, Oleksandr dice que cunde una sensación de miedo en la calle, pero se muestra determinante ante la misión que le toca: «Tenemos mucha gente preparada para pelear por nuestra tierra y por nuestro pueblo». Al finalizar la frase, suelta un «entonces...» resignado y todo el aire que contiene con los nervios. 

El lugar más seguro

Lviv, o Leópolis, es una de las pocas grandes ciudades ucranianas que no se despertaron hoy con el sonido de las bombas, aunque sí con el de las sirenas alertando del ataque. El centro histórico de la región de Galitzia, con sus más de 700.000 habitantes y a 70 kilómetros de la frontera con Polonia y 550 de la rusa, acoge a decenas de diplomáticos desde hace unas semanas. La propia embajada estadounidense se trasladó allí hace diez días.

En el hotel Astoria, un lujoso edificio construido en 1914, el recepcionista levanta el teléfono y responde como puede en inglés. «Todo está bastante tranquilo, dentro lo que cabe», asegura. El hombre apunta que Leópolis es, «por ahora», una ciudad segura y que «mucha gente» les está llamando aún para reservar habitación.