Desde el bombardeo en Odesa: «La vida se ha paralizado, ya no queda pan en el supermercado»

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

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Colas en la entrada de un supermercado ucraniano
Colas en la entrada de un supermercado ucraniano Diego Herrera

La periodista Nataliya Nagorna cuenta el temor que vive desde su piso, próximo al aeropuerto  de la ciudad, un «área estratégica» y objetivo militar

26 feb 2022 . Actualizado a las 14:13 h.

La perla del Mar Negro se despertó en la madrugada del jueves con un bombardeo que no cesa. A las cinco de la mañana, la periodista Nataliya Nagorna escuchó las primeras explosiones. «No he podido parar de llorar, me es imposible hablar», se excusa en un mensaje que envía desde su móvil. Dice que en Odesa todavía hay cobertura, a excepción de lo que ocurre en muchas otras zonas del país, como también queda suministro eléctrico y de agua potable. 

Pero la ciudad, con más de un millón de habitantes y cuyas famosas escaleras fueron inmortalizadas por Serguéi Eisenstein en El acorazado Potemkin, está paralizada. Según el Ministerio de Salud ucraniano, al menos 57 ucranianos murieron y otros 169 resultaron heridos durante el primer día del ataque ruso. «Las ventanas se sacudieron, fue aterrador», cuenta Nagorna desde su piso, ubicado en la parte superior de un edificio de gran altura y próximo al aeropuerto, lo que incrementa su miedo al tratarse de una «instalación estratégica» y, por lo tanto, objetivo militar. Desde las ventanas que no pararon de temblar pudo contemplar todo el día el humo y el fuego provocado por las bombas rusas.

El ataque se inició antes de las cinco de la mañana, aún de noche, según le contaron amigos que vivían más próximos a los lugares bombardeados. Mientras, la vida «se ha detenido» en la ciudad de Odesa, acostumbrada al bullicio de una urbe cuyo centro histórico es candidato a Patrimonio Mundial de la UNESCO. «La mayoría de restaurantes están cerrados, también los cines y otras instalaciones culturales», continúa Nagorna desde una localidad reconocida mundialmente por su ballet.

«La gente entró en pánico», afirma. En los supermercados ya no queda pan. Los productos básicos que quedan disponibles se reparten de forma gratuita y todavía hay gasolina en las estaciones de servicios, pero hay colas eternas para llegar a los surtidores. «Hay mucho miedo», insiste la periodista, que permanece recluida en su piso, confiada en que el ejército ucraniano logre resistir y repeler el ataque ruso. «Y también con la ayuda de las fuerzas aliadas», remarca Nagorna en una llamada de auxilio que, día y medio después de los primeros bombardeos, sigue sin ser escuchada.