El congreso del PP pondrá fin a cuatro años de convulso mandato de Casado

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID, LA VOZ

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Eduardo Parra | Europa Press

En el 2018 la batalla fue reñida, pero Feijoo no tiene por ahora un rival de peso

27 feb 2022 . Actualizado a las 11:15 h.

El mandato de Pablo Casado en el PP (21 de julio 2018 - 3 de abril 2022) no llegará a los cuatro años. Será el segundo más corto de la historia del partido, incluyendo la Alianza Popular que Antonio Hernández Mancha presidió desde febrero de 1987 hasta enero de 1989. Y, con aquel, el más convulso. Este martes, la junta directiva nacional convocará oficialmente el congreso para el 2 y el 3 de abril. Ese cónclave será extraordinario, como el que cerró los casi 14 años de Mariano Rajoy como presidente del partido. Pero las circunstancias en las que se convoca son muy distintas.

En aquel congreso, Casado se impuso en la segunda vuelta a Soraya Sáenz de Santamaría con el apoyo del 57,21 % de los compromisarios frente al 36,95 % de su rival. La exvicepresidenta del Gobierno había ganado la primera ronda, la del voto directo de la militancia, logrando un 37 % frente al 35 % de Casado. Por detrás quedaron la exsecretaria general del partido María Dolores de Cospedal (26 %) y, ya muy lejos, José Manuel García-Margallo, José Ramón García Hernández y Elio Cabanes. Sáenz de Santamaría ganó en 29 circunscripciones, De Cospedal en 17 y Casado solo en 14.

Un complejo voto a dos vueltas

El apoyo de la expresidenta de Castilla-La Mancha fue decisivo para que Casado lograra el respaldo de la mayoría de los 2.973 compromisarios en la segunda vuelta. Ese complejo sistema a dos rondas, en el que primero se pronuncian los afiliados y luego deciden los compromisarios, se estrenó en aquel congreso. Y es el mismo que se utilizará ahora.

La diferencia es que, al contrario que entonces, cuando compitieron cinco aspirantes y el voto estaba reñido entre los tres primeros, si Alberto Núñez Feijoo confirmara su candidatura contaría, a día de hoy, con el apoyo de todos los líderes territoriales. Y, además, en caso de que no se lograra el objetivo común del candidato único, no hay de momento ningún aspirante de peso que pudiera discutirle el triunfo.

El PP no hará oficial el número de compromisarios que se elegirán para participar en el congreso, ni su reparto por autonomías y circunscripciones, hasta que el cónclave se convoque.

Sin mandato imperativo

La cifra puede variar, pero la referencia son los 3.082 que se eligieron en el 2018. Los afiliados votan en una misma jornada en una urna para elegir a uno de los precandidatos al congreso y, en otra, a los compromisarios de su circunscripción, marcado con una cruz a los preferidos de entre una lista abierta. Pero estos delegados no tienen luego un mandato imperativo y pueden decantarse libremente por cualquiera de los dos que lleguen a la final.

Después del acuerdo alcanzado por los líderes territoriales en su reunión con Casado, el apoyo a Feijoo es casi total u sería previsiblemente muy mayoritario en todos los territorios en caso de que tuviese un rival. En este congreso, como ocurrió en el del 2018, cuatro comunidades reúnen más del 50 % de los compromisarios. Se trata de Andalucía, que entonces tuvo 519 representantes (16,84 %); Comunidad Valenciana, con 378 (12,26 %); Castilla y León, 344 (11,16%) y Galicia, 324 (10,51%). Esas cifras variarán, porque dependen del número de afilados y del resultado que obtuvo el PP en cada territorio en las generales del 2019. El porcentaje más alto entonces fue el obtenido en Galicia, con un 32,2 %.

La alianza con el andaluz Moreno es clave para el líder gallego en el cónclave y en el futuro del partido

A día de hoy, Alberto Núñez Feijoo cuenta con el apoyo de todos los barones del PP para ser el próximo presidente del partido. Aunque el voto de los afiliados es libre, tejer alianzas territoriales es fundamental para quien aspire a ganar un congreso. No solo porque la opinión de los líderes autonómicos es muy influyente en el voto de la militancia en cada circunscripción, sino porque la forma y los apoyos con los que cuente el candidato a la hora de ser elegido son determinantes para la estabilidad futura de su mandato.

Contar con el respaldo de las baronías potentes es una clave para ganar un congreso y para sobrevivir luego políticamente a las luchas internas. La caída de Casado viene precisamente determinada por el hecho de que su triunfo se cimentó fundamentalmente en Madrid. Y, después, ni él ni el dimitido secretario general, Teodoro García Egea, supieron ganarse un apoyo fiel en los territorios. Al contrario, dejaron una innumerable lista de agravios locales que, a la postre, son los que han acabado con ellos.

En el 2008, un Mariano Rajoy que parecía en la lona tras su segunda derrota en las generales supo rehacerse frente al acoso de sus críticos, encabezados por la madrileña Esperanza Aguirre. Para ello resultó decisiva su alianza con el valenciano Francisco Camps, que decantó la balanza a su favor. A cambio de ese apoyo, el congreso se celebró en Valencia. Finalmente, Rajoy fue el único candidato y fue reelegido, aunque con un voto de castigo de 16 % de papeletas en blanco.

Ahora, aunque Feijoo no está cuestionado en ningún territorio, su apoyo fundamental, y el que le ha decidido a postularse, al contrario que en el 2018, es Juan Manuel Moreno. El respaldo público del presidente de la Junta de Andalucía arrastró el de otros barones que dudaban entre seguir o no fieles a Casado.

La sintonía entre Feijoo y Moreno viene de lejos. Tienen un estilo parecido, marcado por la moderación, la prudencia, la distancia con la furia de la política nacional, y por un deseo de alejarse de las directrices de la dirección nacional y hasta de las siglas cuando están en campaña.

Moreno se fija en Feijoo para tratar de alcanzar su máxima aspiración, que no es borrar a Vox, como ha hecho el gallego, pero sí no depender de los de Abascal. Y si Rajoy se llevó el congreso a la Valencia de Camps, Feijoo lo llevará a la Andalucía de Moreno, que tendrá un poder determinante en el nuevo organigrama que el presidente gallego ya diseña para apuntalar su mandato.

El reto de que Madrid deje de ser un eterno problema para la dirección nacional 

Madrid es históricamente un quebradero de cabeza para cualquier presidente del PP. Los problemas entre la dirección territorial y la cúpula del partido no han nacido con Isabel Díaz Ayuso. Esperanza Aguirre ya desafió desde Madrid a Rajoy, con el agravante de su batalla interna con Alberto Ruiz Gallardón. Antes de impulsar el relevo de Pablo Casado, Feijoo se aseguró de que Díaz Ayuso no iba a aspirar a liderar el partido y de contar con su apoyo si finalmente da el paso. La relación con Ayuso es buena, pero sus formas de hacer política y sus relaciones con Vox son antagónicas, por lo que la convivencia con la dirigente madrileña, que tendría el visto bueno del gallego para aspirar a la presidencia regional del partido, es una de las mayores incógnitas. Pero Feijoo, pragmático al fin, cree que no hay problemas de fondo, e incluso que es bueno que el PP tenga varios referentes, siempre que su liderazgo no se discuta. Ni siquiera sería descartable que rescatara del ostracismo a Cayetana Álvarez de Toledo, que fue tran crítica con él, en aras de la integración.

La candidatura de un oponente crítico complicaría la recuperación la unidad interna

Las declaraciones de Teodoro García Egea, en las que dijo ver un 70 % de posibilidades de que haya más de un candidato en el congreso, sembraron la alarma entre los impulsores del relevo. Aunque nadie ve posibilidades de que el dimitido secretario general arme una candidatura de peso, un oponente simbólico jugaría en contra de la recuperación de la unidad que buscan los barones. Tener un oponente crítico obligaría a Feijoo a ser mucho más concreto, antes de ser elegido, sobre el modelo de partido que promueve y las alianzas que busca o rechaza. Y también sería posible que algún candidato joven sin puestos de dirección pretenda promocionarse presentándose como garantía de renovación ligando generacionalmente al líder gallego, si este da finalmente el paso de aspirar a la presidencia, con la etapa del partido marcada por los casos de corrupción.